Image: Sólo de lo perdido

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Letras

Sólo de lo perdido

Carlos Castán

26 junio, 2008 02:00

Carlos Castán. Foto: Diego Sinova

Destino. Barcelona, 2008. 194 páginas, 19 euros

El título del tercer libro publicado por Carlos Castán (Barcelona, 1960), Sólo de lo perdido, resume muy bien el tono y la atmósfera de desorientación, naufragio existencial, añoranza y vacío de unas criaturas cuya doliente humanidad sangra por sus heridas no restañadas en los dieciocho cuentos que componen el volumen. Hay en ellos una irreparable pérdida común, que tanto puede haber sido un amor, las ilusiones o la propia infancia ida por el inexorable paso del tiempo, lo cual hace de veras imposible la felicidad de sus personajes. Porque, como dice, con afortunado acierto expresivo, el narrador de "La noche y el verano", uno de los mejores relatos del libro, "La felicidad se divide a partes iguales entre las vísperas y el recuerdo: las cosas mismas, las horas presentes vienen siempre desnudas de esa película de sueño y de esa bruma que las recubría en el deseo y que volverá a envolverlas, con el tiempo, una vez se almacenen en la memoria" (págs. 170-171).

Son cuentos de honda subjetividad, narrados todos en primera persona, salvo "La buena suerte", el más breve, un excelente microrrelato protagonizado por un amnésico (por eso no puede ser el narrador) que no reconoce a su esposa embarazada, a la que adora. "A veces un fogonazo" comienza siendo narrado en segunda persona pero adopta luego la primera. Y "Mata un desdén", el único de impronta libresca por ser una recreación actualizada de un episodio del Quijote (el de Marcela y Grisóstomo), adopta la forma de monodiálogo en el soliloquio de la amante desdeñada por Griso, a su vez no correspondido por Marcela. Predomina, pues, casi con absoluta supremacía la subjetividad de la narración en primera persona, acorde con la hondura e intensidad de unos relatos que constituyen sendos fogonazos en el interior de unas criaturas heridas de soledad, extravío y añoranza removidos por el paso del tiempo y la memoria de lo que se ha perdido en el frío de la vida.

Entre sus temas principales, siendo diversos, abundan las decepciones amorosas, con amores y desamores, encuentros y desencuentros debidos a diferentes situaciones de la vida y encarnados en frecuentes triángulos amorosos, como, por ejemplo, en los amores desgraciados de "Las visitas", otro de mejores cuentos del volumen, en la búsqueda y decepción en "El aire que me espía", en las figuraciones de amor entre la realidad y la ficción de "La baba y el carmín" o en el miedo a romper con una existencia cómoda y rutinaria en "La falta de aire". Otros cuentos bucean en recuerdos de la infancia perdida. Dos excelentes muestras están en "Una isla", singularizado por la perspectiva infantil en la evocación de la maestra liberadora en la asfixia de la posguerra, y en el ya citado "La noche y el verano", cuyo narrador descubre en plena adolescencia la evasión de la monotonía del pueblo a través del amor con la mujer madura que allí veranea en soledad.

En este último cuento se materializa el contraste entre el deseo y la realidad, que acaba por aplastar las ensoñaciones del narrador y protagonista, como también se aprecia, entre otros cuentos, en los sueños de amor en habitaciones imaginarias de "Como las zorras aman la noche". Los cuentos de la segunda mitad del libro son, en su mayoría, más breves. En algunos se pone de relieve un ambiente de posguerra detenida ("Todo tan secreto"), la mediocridad y asfixia moral de la ciudad de provincias ("Escuela de la muerte") o el desengaño de tantos jóvenes crecidos en el tardofranquismo y educados en la doctrina comunista bajo las consignas de Mao y el Che para transformar el mundo y que acabaron sufriendo la traición y el engaño de aquellos ideales cuando tantos socialistas ya estaban cansados de tanto jugar al golf ("Hasta siempre"). Y frente a estas crudas realidades de nuestro tiempo surge el contraste favorecido por los aires de leyenda en "La posada de los cuatro jorobados". Por todo ello, Sólo de lo perdido me parece de lectura muy recomendable, pues trata con hondura situaciones y sentimientos de nuestro ayer perdido, está escrito en un castellano de pulcra corrección y elegancia y ofrece algunos relatos excelentes.