Isabel San Sebastián: "España siempre ha sido un país antisemita"
Isabel San Sebastián
La periodista y escritora publica Lo último que verán tus ojos (Plaza&Janés), un "thriller histórico" que bucea en las sorprendentes relaciones de la España franquista con el nazismo.
Pregunta.- ¿Por qué elegir este tema, nunca tratado en una novela? ¿De dónde sale su interés?
Respuesta.- Nace del conocimiento, muy tardío por mi parte, del papel de este grupo de diplomáticos españoles, encabezados por Ángel Sanz Briz, en la salvación de miles de judíos sin ningún tipo de obligación, sino más bien desoyendo las exigencias del régimen franquista para que se abstuvieran de intervenir y miraran hacia otro lado como hizo la gran mayoría de la humanidad durante el Holocausto. La novela nació con el deseo de honrar a estas personas y una vez que me puse a investigar vi que igual que honraba la cara tenía que reconocer la cruz, que fue la ayuda que brindó la España franquista a criminales nazis después de la guerra. A partir de ahí traté de escribir la historia de una familia, de ficción pero que podría ser real, salvada parcialmente por Ángel Sanz Briz del daño causado por un nazi acogido por la España franquista.
P.- Estos héroes anónimos como Ángel Sanz Briz apenas son conocidos, ¿por qué nunca fueron reconocidos en España, ni siquiera posteriormente?
R.- El Ministerio de Asuntos Exteriores les hizo un homenaje hace un par de años, pequeño y modesto, pero homenaje al fin y al cabo. ¿Por qué nunca les hemos reconocido e incluso se les privó en su día de aceptar el reconocimiento del Estado de Israel como Justos entre las Naciones? Pues porque España siempre ha sido en el fondo un país trágicamente antisemita, y hay aquí un rastro evidente. Es curioso que en el antisemitismo manifiesto y virulento confluyan la extrema derecha y la extrema izquierda. La España franquista fue muy antisemita y la extrema izquierda podemita de ahora también lo es. Basta ver la forma en la que se trata a Israel.
P.- Ahora que habla de la actualidad, varios puntos de la novela recuerdan a la escalada de racismo y de extremismo que está habiendo en Europa, ¿estamos igual que en los años 30?
R.- Totalmente. El auge de las ideologías totalitarias y excluyentes que reventó con la Segunda Guerra Mundial se parece mucha a la actualidad y por eso es tan importante conocer la historia, para intentar no repetir lo peor. Pero estamos en lo mismo, asistiendo a un auge del nacionalismo de la peor especie, de los partidarios de levantar barreras, de los totalitarios que infunden odio... Vivimos una época muy parecida a esos años terribles y faltan héroes que lo denuncien y lo combatan.
P.- Entrando en la novela, mezcla dos planos, la parte más histórica con la parte actual, ¿cómo es eso de jugar con dos épocas siendo la parte real la más antigua y la actual la de ficción?
R.- Lo último que verán tus ojos es un thriller histórico, casi una novela policiaca. Su hilo conductor es la búsqueda de un cuadro muy valioso de El Greco expoliado durante el nazismo y cuyo propietario legítimo trata de recuperar. Esa búsqueda de la tela va desenterrando secretos celosamente conservados que tienen que ver con la venganza perpetrada contra los autores de ese expolio. Y ahí se va desentrañando la novela, lo que pasa es que para tejer esa trama de ficción he utilizado una urdimbre histórica, he imbrcado mi trama de ficción sobre la realidad histórica de esa doble participación española en la Segunda Guerra Mundial.
P.- Hablando del cuadro, que es el punto de partida de todo, ¿en qué se basó para hacer esa inmersión en el mundo del arte?
R.- En documentación. La parte que se refiere a El Greco, al mercado del arte está construida sobre múltiples lecturas. Hoy en día es relativamente fácil documentarse sobre cualquier tema porque hay infinidad de información accesible en todas partes, muchas formas muy rápidas de acceder. La cuestión es saber qué buscar. Combinar una pequeña dosis de internet con libros. Yo siempre empiezo mis novelas leyendo mucho, la cuestión es saber qué buscar para tejer tu historia.
P.- Pero por ejemplo, llama la atención la recreación que hace del Budapest de esos años finales de la guerra, ¿esa documentación también se basa en los libros?
R.- No claro, estuve en Budapest ahora para escribir la novela. Aunque ya había estado en el año 90, justo en la caída del comunismo como corresponsal. Y recuerdo perfectamente cómo era esa Budapest que no debía ser muy distinta de la Budapest del 45 porque era todavía una ciudad muy sombría, muy negra, había soportado cuarenta años de comunismo y estaba muy triste. De modo que tampoco me tocó muchísimo reconstruir esos paisajes, muy parecidos a los de la Budapest que vi en su momento, y muy poco a la que volví a ver ahora cuando fui a documentarme para la novela.
P.- Ya tiene bastante experiencia en escribir novela histórica, pero ¿qué cambia al escribir sobre el siglo XX, todavía cercano y a la vez tan distinto?
R.- Es mucho más fácil porque no te exige inventarte una iconografía. Te exige un nivel de imaginación inferior a por ejemplo, novelar la Edad Media, donde tienes que rellenar muchas lagunas. En este caso la información está ahí. Por eso precisamente, sí que tienes que poner más empeño en la trama de ficción. De mis novelas, esta es con diferencia la que tiene una historia más elaborada y trabajada, y quizá por eso es también la más trepidante y la que más atrapa al lector.
P.- Desde luego no entre los lectores, pero ¿por qué en ciertos círculos está tan denostada la novela histórica?
R.- Prejuicios hay de todo tipo y para todos los gustos. Una novela tiene que ser, primero una novela, luego histórica o no es lo de menos. Todas las novelas son históricas en la medida en que se desarrollan en un momento concreto. Una novela es buena o mala, interesante o aburrida, tiene calidad o no la tiene, sea histórica o no. Esa clase de prejuicios... Para empezar estos gurús de la literatura que se erigen en jueces universales de la calidad me producen un respeto "indescriptible"... Yo acepto críticas fundadas con argumentos, pero que se desacredite la novela histórica por el hecho de serlo me parece una memez. Al contrario, el elemento histórico le da un valor añadido: aparte de entretenerte te deja un poso de conocimiento.