Teresa Cremisi

Es la editora de Michel Houellebecq. Ha sido directora de Gallimard y Flammarion. Jamás pensó que escribiría pero lo ha hecho. La Triunfante (Anagrama) es su primera novela, una non fiction novel en la que mezcla recuerdos de infancia y adolescencia con una vida que no es la suya. Cree que para ser editor hace falta un talento especial "para saber adaptarse al escritor que se tiene delante".

Teresa Cremisi se había jurado que nunca escribiría. Se había dicho que lo suyo era el trato con los escritores, con los artistas, como prefiere llamarlos ella. Cremisi (Alejandría, 1945), una de las grandes damas de las letras francesas, ex directora editorial de Gallimard, y de Flammarion, inició su carrera en Italia, donde pasó del periodismo (de la Rai a L'Espresso y La Stampa) a la edición, profesión que le apasiona y que, a juzgar por todo lo que dice de ella y cómo lo dice, encaja en ella como un guante. Porque el editor, también, ha de tener un talento especial, no basta con ser un buen lector. "No, no basta. El editor debe saber adaptarse al escritor que tiene delante. Y los de hay de todo tipo, especialmente entre los que se dedican a la ficción. Están aquellos que quieren que desaparezcas y los que te necesitan todo el tiempo", dice.



Pese a que se dijo que nunca escribiría, lo ha hecho. Acaba de publicar La Triunfante (Anagrama), una primera novela que tiene mucho de aquello que hoy llaman non fiction novel, esto es, casi un libro de memorias en el que disfruta jugueteando con lo que podría haber sido. O, en sus palabras: "La narradora empieza teniendo muchos de mis recuerdos. Pero a medida que avanza la trama, cada vez va alejándose más de mí. También está el hecho de que nació antes que yo, porque me interesaba tratar el tema de la guerra, y de cómo era todo antes en Oriente, y cómo es ahora. Ella no es editora, porque hacerla editora hubiera supuesto una interrupción constante en el ritmo de su historia, conociendo como conocería a tantos artistas. Tampoco tiene hijos, y yo sí los he tenido. Así que podría decirse que es una novela que tiene algo de mi experiencia vital pero que es libre de usar la ficción".



La historia de La Triunfante, novela que le ha valido cuatro premios literarios, es la de una niña de padre italiano y madre con pasaporte inglés a la que le apasionan las batallas navales, y sueña con Lawrence de Arabia, algo que, de adulta, guarda como un secreto. Porque no todo fueron sueños en el pasado. Si su infancia fue una especie de paraíso, su adolescencia fue la ruina de su padre, y un traslado a Milán al que su madre nunca acabó de adaptarse, y ella se refugió en las novelad de Stendhal, las aventuras de Corto Maltés y los poemas de Cavafis, sintiéndose, inevitablemente, una extranjera.



Pregunta.- ¿Cómo fue que acabó escribiendo si se había jurado que nunca lo haría?

Respuesta.- Soy coleccionista de fotos antiguas de Oriente, y tengo un amigo editor, un editor de una editorial pequeña, que un día me preguntó si me importaría escribir los textos de un libro de fotografía que estaba preparando y en el que precisamente se reunirían fotografías como las que colecciono, fotografías de lugares que ya no existen. Le dije que lo haría encantada, y cuando me llegaron las primeras fotos, empecé a contar mi historia, mezclada con la de la guerra en esos países lejanos, y los recuerdos de mis padres, y cuando quise darme cuenta tenía 30 páginas. Se las mandé y le dije que no creía que pudiera hacerlo, porque lo que me salía era una narración. Y él me dijo que le encantaba. Así que seguí. Fui mandándole cada mes un puñado de páginas hasta que completé la novela.



P.- Menciona en la novela libros clave para la historia de la narradora que tal vez lo hayan sido para la suya propia, como Los siete pilares de la sabiduría o la Ilíada.

R.- Los libros que menciono no son los únicos que me importaron en su momento, pero sí que fueron realmente importantes para mí. No quería hacer ningún tipo de pedagogía al respecto, quería que se viera mi manera de entender la literatura, como algo no necesariamente erudito. La literatura, los libros, han sido para mí, desde el principio, como unas gafas con las que ver mejor el mundo, con las que entenderlo mejor. Por supuesto, no todos los libros me han aportado lo mismo. Admiro muchísimo a James Joyce pero leerlo nunca me ayudó a nivel personal, en cambio Stendhal sí lo hizo, me transformó por dentro.



P.- ¿Hubo un momento en el que se dijo que quería ser editora?

R.- Supongo que lo hubo. Me di cuenta de que era un oficio ideal para mí. No era un oficio concreto, como el de un cirujano o el de un abogado, sino algo que tenía que ver con algo que me gustaba, los libros, y que me iba a permitir conocer a grandes artistas, y ponerme a su servicio. El oficio ideal para mí.



P.- Y lo ha desarrollado en dos etapas, una en Italia y otra en Francia. Ahora, desde fuera, como presidenta del Centro Nacional del Cine en Francia, ¿cómo ve cada una de ellas?

R.- Difíciles, cada una a su manera. La primera, en Italia, porque estaba llena de dudas, empezando, y tenía que encontrar mi lugar. Y la segunda, en Francia, porque llegué a una editorial muy conocida, con autores muy famosos, y un entorno muy sofisticado en el que no conocía a nadie, y en el que había tenido que recuperar otro de mis idiomas, el francés. Teniendo en cuenta que el de la edición es un oficio de relaciones, fue complicado al principio. Pero quizá no tanto porque tenía el oficio y el respeto.



P.- ¿Descubrió usted a Michel Houellebecq?

R.- No, no fui yo. Pero hace 12 años que soy su editora. He dejado Gallimard pero sigo siendo su editora de forma externa, como he hecho con los autores con los que mejor me llevaba. El caso de Houellebecq es curioso porque cuando llegué a Gallimard había cambiado de editorial. Y yo fui en su busca. Traté de que volviera y al final lo hizo. Como escritor, toda esa oscuridad que desprende lo que escribe nos habla del mundo de hoy, al margen de ningún tipo de corriente. En cuanto a estructura, sus novelas son muy 'balzacquianas', pero en cuanto a pensamiento es casi ciencia ficción, casi futurista, va siempre un poco por delante. Él es la clase de escritor que no te necesita como editor mientras escribe, pero que te necesita en cuanto acaba. Que quiere que estés ahí, con él, después de la publicación. La salida de su último libro, Sumisión, fue especialmente dura. A las tres horas de haber llegado el libro a las librerías pasó lo de la bomba en la redacción de Charlie Hebdo. Su visión está muy cerca de la realidad.



P.- ¿Diría que hoy, en Francia, el de editor es un oficio peligroso?

R.- No más que en Turquía. Depende de cómo lo hagas. En periodos de crisis, ser editor, o escritor, o reportero, puede llegar a ser complicado, porque estamos hablando de oficios en los que expones tus ideas. Pero mejor ser editor en Francia que en Turquía o en China, o en los países árabes, que ni quedan editores.



P.- ¿Y el hecho de ser mujer le ha complicado las cosas? Sobre todo teniendo en cuenta que ha llegado a dirigir grandes editoriales, algo no muy habitual.

R.- No. Me doy cuenta de que puede parecer extraño pero no he tenido nunca ningún problema por el hecho de ser mujer. Al principio, a finales de los 60, recuerdo que sólo había hombres. Y me costaba mucho obeceder, y también dar órdenes. Es algo a lo que he tenido que acostumbrarme. Dar órdenes aún me cuesta, pero me sigue gustando más que obedecer. He tenido mucha suerte.



P.- Volviendo a su novela, su eje central es la identidad, su búsqueda y su aceptación, ¿diría que es la historia de una victoria?

R.- No, diría que es una historia de supervivencia. La protagonista ha atravesado periodos heroicos, difíciles, contradictorios, pero ha sabido adaptarse a todo, y ha llegado a una edad en la que puede limitarse a contemplar el mar siendo aún feliz. En ese sentido sí podría ser una victoria pero sin triunfalismo.



P.- Y puesto que con su novela se suma a lo que parece una corriente en toda regla de non fiction novel en Francia, ¿diría que es el signo de los tiempos? ¿Que una sociedad cada vez más centrada en el yo producirá una literatura cada vez más autobiográfica?

R.- No creo que lo de la non fiction novel sea una corriente nueva. Ha estado ahí desde el principio. Casanova ya escribía 'non fiction novel'. Supongo que es inevitable. Quieres explicar el asesinato que se ha cometido en la casa de enfrente pero no tienes todos los datos. Sin embargo, sí te tienes a ti. Y puedes inventar el resto partiendo de un yo real. Lo que haces jugar, coger del mundo real lo que te interesa, e inventar el resto. El Danubio de Claudio Magris es una estupenda 'non fiction novel', sólo que antes no existía un nombre para eso, y se la consideraba novela, sin más. Borges tiene un relato sobre un pintor que empieza a pintar un cuadro y dibuja unos personajes, un río, y cuando se aleja descubre que ha pintado su propia cara. Quizá es la definición más clara de lo que es la non fiction novel.



@laura_fernandez