Carmen Posadas. Foto: Carolina Roca
La escritora regresa a la novela histórica con La hija de Cayetana (Espasa), donde narra la historia real de la hija negra de la duquesa de Alba, una de las mujeres más importantes de finales del siglo XVIII.
Pregunta.- A esta duquesa de Alba se la ha comparado mucho con su descendiente, la Cayetana contemporánea, en la novela bucea en su personalidad, ¿cómo era la duquesa del s. XVIII?
Respuesta.- Era, ante todo, una mujer libre. La única manera que hemos tenido las mujeres de ser libres hasta bien entrado el siglo XX es ser económicamente independientes o poderosas, y las dos cosas era la duquesa de Alba. Ella era por un lado una mujer aparentemente muy frívola, muy caprichosa, pero por otro tenía un gran corazón y generosidad. A esta niña se la regalaron como pasaba en aquella época, como quien regala una muñeca de porcelana o un guacamayo. Pero ella la convirtió en su hija, iba a todos lados con ella, para gran escándalo de la corte, y cuando murió, de una manera muy misteriosa con 40 años, le dejó una fastuosa herencia y la convirtió en una mujer muy rica.
P.- Atendiendo a su retrato de las mujeres de esa época, hubo un retroceso en libertades del que empezamos a salir hace bien poco.
R.- Exacto. Aunque estoy hablando obviamente de una élite, no de todas las mujeres. Pero es cierto que las mujeres de clase alta del siglo XVIII eran muy cultas, y además muy libres, porque el matrimonio era un directamente un negocio y los cónyuges no interferían en la vida personal del otro, así que podían hacer lo que quisieran.
P.- En el matrimonio de la duquesa con su primo José hay un contraste entre él, totalmente afrancesado, y ella, que es al contrario muy castiza. ¿Es un preludio de lo que pasará en los años siguientes?
R.- En esa época se empezaban a perfilar las dos Españas que lucharían después, los afrancesados por un lado, y luego como reacción a la Ilustración, se produce en España ese movimiento popular que se encarnaría en el "majismo". Y la duquesa de Alba era el prototipo de eso, se vestía igual que las manolas, le gustaba salir con sus damas a la Verbena de San Antonio y alternar con toreros, cómicos...
P.- Vemos un contraste abismal entre los dos mundos, el de las élites y el del pueblo llano. En la actualidad, que parece ya superado ese clasismo, ¿también hay tanta distancia entre las clases altas y bajas?
R.- Cuando se hace la Revolución francesa y rodaron las cabezas, el mundo pensó que se había acabado con los estratos sociales. Después cuando llegó la Revolución soviética, una vez más se pensó en el fin del clasismo. Pero al mirar a nuestro alrededor te das cuenta de que eso en realidad nunca ha pasado y posiblemente no pasará nunca. Yo soy muy partidaria de la meritocracia pero aparentemente es muy difícil.
P.- La novela está ambientada en la segunda mitad del siglo XVIII, que es una época un poco olvidada, ¿qué podemos extraer de ella en la actualidad?
R.- Hay un paralelismo curioso entre las décadas finales del S. XVIII y la actualidad. Entonces llegó un momento de gran desencanto, porque después de la gloriosa época del Imperio, llega la decadencia y viene la lucha de los aristócratas y los burgueses, no tan acusada como en Francia porque aquí no hubo guillotina, pero la corte era un hervidero de conjuras y ya existían esas dos Españas que parece que estamos descubriendo ahora pero que han existido siempre.
P.- Otro de los temas que desgrana en la novela es el de la esclavitud, que existió no sólo en las colonias sino también en la península, algo que se obvia completamente.
R.- Este fenómeno fue el mayor genocidio que ha conocido la historia. El tráfico de esclavos ha sido una constante desde el siglo XVI hasta bien entrado el siglo XIX, aunque por otra parte lo sigue habiendo en la actualidad. Yo soy sudamericana y sabía perfectamente que en las colonias hubo esclavos, pero en mi ignorancia cósmica, no sabía que en España hubo esclavos hasta muy avanzado el siglo XIX. Por ejemplo, cuando Cervantes habla de Sevilla, lo llama "el damero de Europa", porque el 10% de la población, que es muchísima, era de raza negra.
P.- ¿Por qué esa población no se significó en España como en otros países?
R.- Se debe al fenómeno del mestizaje, porque en las colonias españolas el trato que se daba a los negros era muy distinto al que recibían en las colonias británicas o francesas. El hecho de que en las ex-colonias inglesas exista el apartheid se debe a que en el resto de países eran mucho más xenófobos que los españoles. En el s. XVIII ya estaban aceptados los matrimonios interraciales, pero en las colonias anglosajonas era un delito penado con cárcel.
P.- Apuntaba que en nuestra sociedad sigue existiendo la esclavitud, ¿somos todos un poco esclavos?
R.- Somos esclavos y no nos damos cuenta, que es lo grave, porque por lo menos ellos sabían que estaban sometidos. Pero nosotros no nos damos cuenta de que somos esclavos de tantas pequeñeces: del móvil, de los bancos, del trabajo, que se ha abaratado hasta un punto absolutamente asombroso...
P.- En esta novela le concede mucha importancia al sexo, ¿lo pedía la trama o se lo pedía el cuerpo?
R.- Me ha costado mucho, porque son las escenas más difíciles. Escribiendo de sexo o caes en la chabacanería o en la cursilería. Me costó mucho, pero el libro lo pedía porque al novelar la vida de una esclava... pocas veces la han violado para lo que hubiera sido normal. E incluso en la vida de la duquesa hubo mucha especulación sobre sus amoríos con Goya, Godoy...
P.- Por la novela desfilan multitud de personajes reales que alterna con una trama totalmente inventada, ¿dónde termina la realidad y comienza la ficción?
R.- Lo primero que tiene que pensar un escritor cuando se enfrenta a un tipo de novela como esta es si va a ser fiel a la historia o la va a reinventar. Cuando uno pone "novela" en la tapa de un libro es libre de hacer lo que le dé la gana. Cuando Alejandro Dumas escribió Los tres mosqueteros, inventó un personaje que no tiene nada que ver con el Richelieu real, pero es la imagen que ha quedado de él. Yo como lectora tengo una cierta aprensión a eso, no me gusta que me falseen la historia. Y por eso procuro es ser muy fiel a la verdad. Todo lo que he escrito en la novela sobre personajes reales es lo que he podido entresacar de fuentes fidedignas. En la parte de la esclava si he podido utilizar más mi imaginación, pero incluso entonces, las cosas que he contado son verosímiles.
P.- ¿Por qué está tan denostada la novela histórica, considerada un género menor?
R.- En esto de la literatura hay un cierto esnobismo, incluso diría papanatismo. Porque si escribes una novela sobre la Guerra Civil eres un gran escritor, pero si escribes sobre el siglo XVIII eres un escritor de chichinabo. Es literariamente elegante escribir sobre la Guerra Civil o las Guerras Mundiales, pero si te vas para atrás eres un escritor de bestsellers. Es verdad que hay algunas cosas bastante infumables, pero la gente no debería juzgar una novela histórica por el siglo en el que trata. Eso es ridículo.