Kathérine Pancol. Foto: Sylvie Lancrenon
La Esfera de los Libros publica Un hombre a distancia, una novela epistolar, corta e intimista, que Pancol publicó en Francia en 2002.
Pancol, que empezó a publicar en la prensa francesa y escribió su primera obra con apenas veinte años, sabe que si algo la caracteriza es el trabajo y la constancia. El éxito mundial de su trilogía de los Cocodrilos, le vino cuando ya llevaba más de diez libros en el mercado. Redactora en Paris Match durante treinta años, es también la autora de la biografía de Jacky Kennedy Una imagen tan bella; Abrázame; o Yo, primero. Hace año y medio, publicó Muchachas, una segunda trilogía de su famosa familia Cortés. "¡Normalmente no me cuesta separarme de mis personajes, pero esta familia no me deja ni un segundo!", explica.
Pregunta.- Usted que ha vivido muchos años entre Francia y Nueva York, que ha trabajado de periodista a un ritmo frenético, con viajes y encuentros con artistas, ¿echa de menos esa vida ajetreada y social?
Respuesta.- En absoluto. No volvería a Estados Unidos. Ni siquiera podría vivir en Londres. Los países anglosajones ya no me atraen. En cambio, me encanta España. Encuentro que Francia, Italia y España tienen una misma cultura. Aquí tenemos el latín, el vino y el fare niente [hacer nada]. Además yo tenía un cargo especial, era escritora-periodista. Escribía poco, cada dos meses, viajaba, hacía reportajes. Estuve treinta años en Paris Match, ¡eso es mucho tiempo! Al principio tenía tiempo, viajaba durante una semana, podía entrevistar, conocer, hacerme con el ambiente y el país. Pero al final, apenas me dejaban veinticuatro horas. Tuve que dejarlo... Pero al periódico nunca iba. Yo trabajaba por mi cuenta, siempre sin horarios y sin contratos. ¡Detesto los contratos!
P.- He oído decir que Un hombre a distancia es de sus libros el que usted prefiere...
R.- ¡Si! Adoré escribir este libro. Caí en depresión cuando lo terminé, lo que nunca me ha pasado en la vida. No conseguía romper con estos personajes. Pero el que lea el libro se dará cuenta de que no puede haber una segunda parte. Ahora acabo de escribir la adaptación de la novela al teatro que se va a montar en los próximos meses en París. Además, me gustan las historias que hay alrededor de los libros. Cuando publiqué Un hombre a distancia, me escribió una chica joven de 15 años para decirme que le había encantado. ¡No es una novela para una adolescente! Empezamos a escribirnos las dos y un día le dije que encontraba que ella misma escribía muy bien. Me vino a decir que le encantaría escribir una novela y durante un tiempo he ayudado a esta chica, he ido leyendo lo que escribía, dándole consejos. Era una gran lectora, como tiene que ser para escribir. Ahora está a punto de publicar una novela que es ¡genial!
P.- Un hombre a distancia es una novela epistolar, un poco como se escribían en el siglo XVII, ¿es un homenaje a la literatura?
R.- Desde luego. Para mí los libros son esenciales. Estoy detrás de los dos personajes y sus lecturas. Pero, además de las lecturas y de mi amor a los libros, esta historia tiene un fondo real. Hace muchos años, fui a firmar libros a L'Ile y me hice muy amiga de uno de los libreros que había allí. Cuando volví a París, este señor me había mandado un paquete con algunos libros de regalo. Entonces salí a la librería e hice lo mismo. Le compré unos libros que me gustaban y se los mandé. Hicimos esto durante unos seis meses. En esa época, el librero se había trasladado a París y se había puesto a dirigir Virgil. Fue una amistad increíble, él era homosexual y estaba siempre conmigo. Venía a casa, ayudaba a mis hijos, los llevaba a conciertos, era como un tío para ellos. A mí me daba consejos y se convirtió en una especie de confidente. Cuando venía a mi casa de campo, traía una maleta llena de libros. Aun así, me pedía parar en la librería del pueblo para comprar más por si acaso los terminaba antes de tiempo. Un hombre extraordinario que desgraciadamente murió en 2006, con cuarenta años... yo ya había escrito Un hombre a distancia en homenaje a esta amistad.
P.- Por eso Un hombre a distancia es también la historia de un amor imposible.
R.- No lo sé. Es una novela muy romántica, que se cuestiona sobre lo qué es el amor. ¿Qué significa el amor que uno siente de repente por alguien que no conocía la víspera?
P.- Un hombre a distancia pertenece a su primera época como escritora, en la que sus obras eran mucho más cortas, más intimistas que las trilogías de estos últimos años. Luego escribió una biografía. ¿Piensa que ha cambiado su forma de escribir, su estilo?
R.- No, yo creo que en todas mis obras se reconoce mi estilo perfectamente. Lo cierto es que yo me volví escritora completamente por azar y sin quererlo realmente. Como si la vida me hubiera empujado siempre por ese camino. Cada vez que quería alejarme de ello, me obligaban a volver. Yo, primero, luego La bárbara, Scarlett si posible, luego los Cocodrilos, son todas obras muy diferentes. El estilo es el mismo pero los temas son diferentes. Quizá mi obra más extraña entre todas sea la novela sobre Jacky Kennedy, Una imagen tan bella. La escribí, primero porque había conocido a sus hijos durante los años en los que viví en Nueva York y me había quedado impresionada de lo naturales que eran. John y Caroline, dos personas increíblemente simpáticas, abiertas, seguras de sí mismas, y en nada narcisistas. Y, segundo, porque mi marido en Nueva York, se hizo muy amigo de Jacky Kennedy. Él era muy elegante, muy guapo y muy francés, y a ella le encantaban los hombres muy elegantes, muy guapos y muy franceses. En esa época, aproveché todo lo que me contaba mi marido de sus cenas con ella y escribí cuatro reportajes para Paris Match sobre esta mujer. Entre sus hijos y mi marido pude recopilar muchísima información y acabe escribiendo una novela entera.
P.- En un momento de su novela, dice que "la lectura no es una actividad inocente", ¿qué quiere decir?
R.- Yo crecí con los libros. La persona que soy se hizo con los libros y en esa persona veo a Balzac, a Flaubert, a Barbey d'Aurevilly... Fui una niña que no recibió ninguna educación de sus padres a pesar de que mi madre, cuando tenía cinco años, en Marruecos, me enseñó a leer. Al volver a Francia, no teníamos gran cosa, íbamos de apartamento en apartamento y lo único que podía llevar conmigo eran mis libros. Los libros me salvaban, me encerraba en una bola y leía sin parar para no oír los gritos y los disgustos de mis padres. Durante toda mi infancia y mi adolescencia fueron los libros los que me salvaron. Aprendí todo en ellos. La primera vez que besé a un hombre lo comparé con una escena de Por quién doblan las campanas de Hemingway. Además era de las más pequeñas de la clase, no era nada madura y no tenía amigos. En casa no teníamos nada, no íbamos al cine, ni al teatro, pero, en esta nada tenía los libros que me salvaron. Iba a la biblioteca y leía por orden alfabético todos los autores que empezaban por A, luego por B, C, D... Incluso ahora lloro leyendo un libro. ¡Por eso, los libros para mí no son inocentes! Sin los libros me hubiera convertido en una niña violenta.
P.- ¿Por eso en todas sus novelas, están esos personajes que se pasan la vida sumergidos en la lectura?
R.- Creo mucho en el poder de la mente y de la fantasía. Para mí todo es posible cuando se quiere algo muchísimo. La mente también es capaz de sentir esa adrenalina, no solo el cuerpo. Cuando se quiere muy intensamente algo, se obtiene. ¡Estoy convencida! En la literatura todo es posible.
P.- Usted que da conferencias sobre literatura y expresión escrita y ha obtenido tanto éxito con sus libros, ¿qué consejos daría sobre la escritura?
R.- Daría los consejos que me dieron a mí cuando estaba en Estados Unidos. Una amiga que trabajaba en la Universidad de Columbia en Nueva York me inscribió como auditora libre en los cursos que se daban de escritura creativa. Allí impartían clase los grandes escritores de literatura americana, y lo primero que decían en cada comienzo de clase era: "No digan, muéstrenlo". No digan "está triste", muestre su tristeza. No digan está lloviendo, muestren la lluvia en la calle. Eso, y ninguna palabra abstracta. Otro consejo es que nunca hay que esperar la inspiración sino que hay que estar siempre escribiendo. Como una bailarina que debe hacer barra todos los días, si yo dejo un día de trabajar, ya lo noto en mi escritura.
@JacintaCremades