Mario Vargas Llosa
Meses antes de morir, Carmen Balcells invitó a cenar a su cliente y amigo Mario Vargas Llosa. Cuando se sentó a la mesa, el Nobel peruano-español encontró junto a su plato un sobre con el membrete de la editorial francesa Gallimard. "No la abras hasta los postres", le ordenó su agente. Cuando por fin llegó el momento, la leyó. En ella, Antoine Gallimard le escribía a Balcells: "Carmen, creo que ya va siendo hora de meter a Mario en la Pléiade". Se refería, claro, a la prestigiosa colección en la que figuran los nombres más excelsos de la literatura universal. "Fue el momento más feliz de mi vida como escritor, incluso más que cuando me comunicaron que había ganado el Nobel", confiesa Vargas Llosa.El autor ha recordado esta anécdota en la presentación de su última novela, Cinco esquinas, en la Casa de América de Madrid. La editorial, Alfaguara, ha impreso una tirada inicial de 200.000 ejemplares que saldrán a la venta el jueves, 3 de marzo, en España, Latinoamérica y Estados Unidos. Su lanzamiento coincide con el año en que el escritor cumple 80 años y la editorial lo celebra además con la reedición de ocho de sus novelas más importantes -La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en la catedral, La fiesta del chivo, La tía Julia y el escribidor, Pantaleón y las visitadoras, El héroe discreto y Travesuras de la niña mala-, con portadas ilustradas por artistas como Miquel Barceló, Manolo Valdés y Fernando Botero. Además, en abril se celebrará en la capital peruana la II Bienal Mario Vargas Llosa, a la que acudirán escritores como Martín Caparrós, Samanta Schweblin, Juan Gabriel Vásquez, Marta Rivera de la Cruz o Carmen Posadas.
El título de la nueva novela, Cinco esquinas, es el nombre de un barrio de Lima que fue el epicentro de la vida colonial y hoy es un distrito marginal golpeado por la violencia, la prostitución y el narcotráfico. El marco temporal son las últimas semanas de la dictadura de Alberto Fujimori, que "utilizó la prensa amarillista para silenciar a sus opositores, algo que ninguna otra dictadura ha hecho de manera tan sistemática". En este contexto, marcado también por la violencia terrorista de Sendero Luminoso y del comando Colina del ejército peruano y por los toques de queda, transcurre una trama policial en la que se unen "distintas clases sociales y actividades: el periodismo, la política y el mundo de los negocios".
La historia comienza con un inesperado encuentro sexual entre dos amigas casadas que se convierten en amantes durante una noche en la que el toque de queda sorprende a una en casa de la otra y deben compartir habitación. "La escena inicial procede de una de esas imágenes volanderas que a uno le vienen a la cabeza y que normalmente se van. Pero esta me entusiasmó, no por su contenido erótico, sino porque era la puerta de entrada perfecta a la historia que yo quería contar".
El siguiente punto de tensión en la novela llega cuando el director de un semanario amarillista avisa al marido de una de ellas, un exitoso ingeniero de minas, de que tiene en su posesión unas fotos comprometedoras de una orgía en la que había participado aquél en el pasado y que había querido olvidar. Al día siguiente de la publicación de las fotos, el director del semanario es asesinado y se desata una trama policial con connotaciones políticas. En palabras de la editora de Alfaguara, Pilar Reyes, la novela es "una crítica feroz al periodismo amarillista y, al mismo tiempo, una defensa a ultranza de la libertad de expresión".
"Todo poder, tanto el dictatorial como el democrático, ha querido poner el periodismo a su servicio. La ventaja es que en democracia, el lector puede cotejar las diferentes versiones de una información en diferentes medios para intentar llegar a la verdad", ha afirmado Vargas Llosa. Según el autor de Conversación en la catedral, Fujimori, que hoy cumple una pena de 25 años de cárcel por corrupción y por los asesinatos cometidos por su régimen, utilizó la prensa amarilla "acusando de depravados sexuales o estafadores" a los disidentes y críticos del régimen y "llegó al punto de redactar él mismo algunos titulares".
La verdad es, para Vargas Llosa, la palabra clave que anida en la crisis que vive el periodismo. "Estamos ante la horrible perspectiva de que desaparezcan los periódicos. Lo que los periodistas pueden hacer para evitar eso es decir siempre la verdad y no mentir. Es algo que parece obvio pero no lo es. A veces es difícil identificar la verdad, pero siempre hay una manera de ser honesto".
Ante la posibilidad de que la hija de Fujimori, Keiko Fujimori, gane las próximas elecciones en Perú, el escritor confía en que no ocurrirá. "Las dictaduras siempre dejan cola, sucesores políticos que no son más que una supervivencia lastimosa de la dictadura. No quiero decir que los hijos deban pagar los pecados de sus padres, pero Keiko Fujimori representa exactamente lo mismo que su padre". En ese sentido, Vargas Llosa ha mostrado su apoyo al adversario de Keiko Fujimori, el candidato Pedro Pablo Kuczynski. En el resto de América Latina, Vargas Llosa observa y celebra una "vuelta a la sensatez" generalizada tras el auge del "populismo" en países como Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina.
Sobre el estilo de Cinco esquinas, Vargas Llosa afirma que tiene una estructura tradicional y un lenguaje "nada vistoso". "Mi intención es que la forma y el lenguaje fueran invisibles, porque la historia es lo suficientemente interesante por sí misma".
En 2012, Vargas Llosa publicó el ensayo La civilización del espectáculo, en el que criticaba el grave deterioro de la cultura en favor de unos contenidos de baja calidad enfocados al puro entretenimiento. "Las pasarelas y la cocina están suplantando al arte y la filosofía", declaró en El Cultural cuando se publicó el libro. En sus páginas arremetió contra la prensa amarillista y la denominada prensa del corazón, y recientemente él mismo se ha convertido, a su pesar, en protagonista de este tipo de periodismo, debido a su relación con Isabel Preysler. En respuesta a una pregunta relacionada con este tema, Vargas Llosa ha contestado: "Si yo pudiera elegir, no aparecería en el Hola. Ahora tengo fotógrafos en la puerta de mi casa constantemente y se me han quitado las ganas de salir a la calle. Quizá debería escribir una nueva versión de La civilización del espectáculo, ahora que tengo mayor conocimiento de causa", ha bromeado. Contra esta tendencia, Vargas Llosa defiende la excelencia en la cultura. "Es inevitable la existencia de unas élites culturales, porque no todo el mundo puede tener un conocimiento profundo en todos los campos. Tenemos que entender que esto no está reñido con la democracia. Muchos hablan de democratizar la cultura para que llegue a todo el mundo de la misma manera, pero esto solo se puede hacer si se abarata y se trivializa".
@FDQuijano