No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles
Patricio Pron
26 febrero, 2016 01:00Giorgia Fanelli. Foto: Giorgia Fanelli
Tiempos interesantes que se miran en tiempos interesantes que se miran en tiempos interesantes. La nueva novela de Patricio Pron (Rosario, 1975) enlaza el final de la segunda guerra mundial, los violentos años setenta italianos y el presente, un 2014 de manifestaciones y abstracción financiera. Al hacerlo, se permite hablar de historia y literatura, de violencia y vanguardia, de política. Y ya puestos, No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles se convierte en firme candidata, en el mes de febrero, a ser uno de los libros de la narrativa en castellano de este año. Si es que eso tiene alguna importancia.Reconstruyendo varias voces, adoptando a ratos el aspecto de una investigación grabadora en mano, otras veces el de una novela de narrador omnisciente, y en su tramo final el de catálogo de documentos, nombres y deudas, la novela recrea un Congreso de Escritores Fascistas Europeos que tuvo lugar en 1945 y acabó precipitadamente con la aparición de un cadáver frente a un muro de piedra; también, la peripecia del miembro de una organización clandestina partidaria de la violencia política, en la Roma de 1978, con Aldo Moro en el horizonte; y finalmente, los pasos de un joven que en el Milán de 2014 vive sumido en eso que George Steiner llamó la "nueva esfera sonora global", una cultura musical urgente que estructura la dialéctica en torno a la legitimidad de la violencia, un conflicto más habitado que razonado por el personaje.
Simplificando un poco las cosas, el hilo conductor de estas historias es familiar, sabiendo que la familia es una institución tan racional (o no) como el Estado, que propone relatos tan ficticios o no como los del Estado: por ejemplo, el que en la novela queda simbolizado en una pistola pasando de generación en generación, aunque ya no sirva para disparar. Y si un gran libro cuaja de forma definitiva en los detalles, obsérvese que un personaje recomienda a otro que "no derrame sus lágrimas por nadie que viva en estas calles", y luego el libro devuelve la apelación al lector, en un salto del "usted" al "tú" que insinúa una recurrencia desoladora más allá de los giros formales que cada generación adopta.
Prosa de período extenso, exhaustiva a ratos, resuelta de pronto en una ironía de precisión magnífica y festiva (), la escritura de Pron tiene la rara virtud de exhibir inteligencia narrativa y ensayística, sin que desfallezca ninguno de los dos aspectos. Es gracioso, porque la alusión a un congreso de escritores fascistas propiciará que reseñas y comentarios online reproduzcan, casi serializadas, una cadena de alusiones a Bolaño y su La literatura nazi en América, otro gran libro que ciertamente puede relacionarse con este, pero con el riesgo de inducir a equívocos. A fin de cuentas, y al margen de que hablar de congresos es una de las estrategias más honestas que puede ejecutar el escritor contemporáneo a la vista de su modo de vida, Pron pudo aprender en su admirado César Aira la lección de que un Congreso de Literatura es el perfecto escenario para que un monstruo tome cuerpo. El desfile alocado de nombres propios de escritores no debería llevarnos a enfocar lo más lúdico (el balance de realidad y ficción) sino lo más asombroso: que el fascismo y el nacionalsocialismo tenían cierta capacidad de atraer talento (Pound, Céline, ese d'Ors prodigiosamente parodiado en estas páginas, etc.). Tal vez porque, como escribió Debord, "el fascismo es el arcaísmo técnicamente armado", es decir: una vanguardia equívoca. Y ya que hablamos de referencia, no sorprendería que hubiera un deliberado guiño pigliano en esa investigación que empieza con un hombre leyendo en una biblioteca con un "nombre falso" (y se non è vero…).
El azar me ha llevado a combinar la lectura de No derrames tus lágrimas… con el sobrecogedor El fin del ‘homo sovieticus' de la premio Nobel Svetlana Alexievitch (Acantilado), mosaico de voces que dibujan las consecuencias del fin de una época (en ese caso, el Imperio Soviético) en un cuerpo social y en sus individuos. Es capricho pero no tontería vincular los dos libros, que muestran la tragedia de identificar la propia biografía con la Historia y sus instituciones, de asumir una ruina histórica como ruina personal. En el libro de Pron, la ideología y la época determinada por ella crean un lenguaje propio, indescifrable para quienes vendrán detrás, cuando todo haya muerto. Rota la posibilidad de una transmisión inequívoca, queda errar y avanzar.
En años interesantes, política y literatura tienen cosas que decirse: Pron señala la literatura como la más política de las disciplinas artísticas, y se pregunta por la vinculación de esas esferas entre sí y respecto de la vida del individuo. Su libro se hace muchas preguntas, sin escatimar guiños a la propia obra anterior del autor (atribuye títulos suyos a uno de los personajes, bromea sobre la pertinencia de los títulos largos que tanto le gustan…), y son preguntas que conocemos: obra, autoría, falsificación, apropiación, moral, compromiso. Al atender a las respuestas, vale la pena observar quién las desliza en este mosaico ficticio de ruinas. El escritor Espartaco Boyano, en 1978, mira hacia atrás y encuentra un eje con el que explicar su vida y su escritura, un eje que identifica ambos conceptos: "la idea de que la literatura es vida mejorada y que debe ir hacia ella". No sé, pero No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles es un festín.