Colm Tóibín: "Otros países producen estrellas del rock; Irlanda produce novelistas"
El escritor visita España para recibir el Premio San Clemente, promocionar su novela Nora Webster y la adaptación cinematográfica de Brooklyn
4 febrero, 2016 01:00Colm Tóibín. Foto: Steve Pyke.
Colm Tóibín (Enniscorthy, Irlanda, 1955) viene de Santiago de Compostela absolutamente encantado. Allí le han dado por segunda vez el premio literario San Clemente, que concede un jurado compuesto por alumnos de bachillerato del instituto Rosalía de Castro y otros cuatro de Galicia. El escritor irlandés, uno de los más importantes de su país, ha sido premiado por su novela El testamento de María, que concibió originalmente como una obra de teatro y que en España llevaron a escena el director Agustí Villaronga y la actriz Blanca Portillo.El autor y su editorial española, Lumen, han aprovechado su visita a España para promocionar su última novela, Nora Webster, protagonizada como la anterior por una mujer que se enfrenta al dolor de una pérdida, aunque en este caso no tiene la intensidad de tragedia griega que tenía su visión desgarrada y radicalmente humana de la madre de Cristo. Ambientada en una pequeña ciudad irlandesa en los años 60, Nora Webster acompaña a la protagonista, que acaba de enviudar, en el desafío de continuar con su vida y criar a sus hijos. La novela avanza sin grandes sobresaltos pero con una gran carga de emociones contenidas que se revelan en los pequeños detalles.
Además, el escritor está de actualidad por un tercer motivo: el próximo 26 de febrero se estrena en cines la adaptación de su novela Brooklyn, que narra la historia de una emigrante irlandesa que llega a Estados Unidos, también en la década de 1960, para buscar una vida mejor, pero allí se da de bruces con una inmensa soledad y un trabajo precario y extenuante.
Pregunta.- ¿Qué tal en Santiago?
Respuesta.- Genial. No hay nada parecido en el mundo. Si uno le pide a chicos de esa edad que premien un libro, uno espera que elijan uno para adolescentes. Pero miras la lista de premiados anteriores y están Julian Barnes, Paul Aster, Murakami... Es sorprendente, son lectores serios. Hay un espíritu extraordinario en el colegio, lo hacen todo muy bien y los profesores creen de verdad en los chicos. El público era fundamentalmente femenino, chicas inteligentes y sofisticadas, con una gran confianza en sí mismas, que dieron discursos y organizaron todo. No he visto algo así en ningún sitio. Yo doy clases en Estados Unidos y allí tratan a los adolescentes como si fueran niños. Después del premio hubo una gran cena y nos sentaron juntos a adultos y menores y sirvieron vino a todo el mundo. Son chavales de 17 años, en Estados Unidos alguien habría llamado a la policía y se habría cerrado la escuela y al día siguiente aparecerían grandes titulares sobre lo horrible que es el colegio. Afortunadamente, aquí no pasa eso.
P.- Acaba de publicar Nora Webster. ¿Cómo se le ocurrió la historia?
R.- Empecé este libro en la primavera del año 2000 y lo terminé en otoño de 2013, pero no trabajé todo ese tiempo en esta novela, aunque siempre la tuve en mente. En la tercera página se menciona de pasada la historia de Brooklyn, así que dejé Nora Webster para escribir aquella. Pero este libro ha sido más difícil, había más en juego porque se trata de una historia muy personal, el tipo de historia que uno no cuenta dos veces. Cuenta lo que ocurrió en mi familia cuando murió mi padre, aunque es una novela y tiene partes ficticias evidentemente. No es como Mi lucha, del noruego Karl Ove Knausgard, que ahora lee todo el mundo. Él escribe sobre su vida tal y como ocurrió, pero en mi novela todo está destilado por la ficción. Soy yo observando a mi madre, cosas que recuerdo y que quería escribir sobre ella.
P.- El tema principal, igual que en El testamento de María, es cómo afrontar la pérdida de un ser querido, aunque con un tono muy distinto.
R.- Sí, llevo muchos años dando vueltas alrededor de ese tema y, como en Brooklyn, trato también el tema de la soledad y la sensación de abandono.
P.- Aborda la psicología de los personajes a través de sus acciones y sus diálogos, sin muchos adjetivos ni adverbios que describan explícitamente sus sentimientos.
R.- Tengo un sistema de escritura que consiste en: detalle, detalle, detalle. Y las implicaciones de esos detalles es lo que da pistas sobre las emociones de los personajes, pero no digo cuáles son.
P.- Los personajes, sobre todo la protagonista, intentan mantener a raya esas emociones.
R.- Me interesa mucho la tensión que surge entre lo que alguien siente y lo que dice. En ese sentido, los silencios son muy importantes. El lector sabe tanto como yo, de manera que lo hago partícipe de esa conspiración y puede leer entre líneas lo que los personajes están sintiendo cuando hablan y cuando callan.
P.- Como suele ocurrir en la vida real, los acontecimientos llegan y se van sin que haya un gran giro dramático.
R.- Me gusta bromear diciendo que esta novela es como Madame Bovary, pero sin madame ni Bovary. No hay adulterio, ni veneno, ni gran romance, simplemente se trata de encontrar el ritmo, un ritmo construido a partir de la nada. Hay que encontrar algo lo suficientemente interesante para que la novela no sea aburrida, pero no quiero insultar a la inteligencia del lector haciendo que ocurra un gran incendio, que todos se marchen a América, que les toque la lotería o que alguien se ahogue.
P.- También aborda, como en otras novelas suyas, las relaciones sociales en la Irlanda de la época.
R.- Hablamos de una época muy determinada por dos razones. Por una parte, empieza el feminismo, las cosas estaban más abiertas para las mujeres, incluso en las zonas rurales. La segunda está relacionada con la muerte: 20 años antes de la época que reflejo en la novela, la religión habría desempeñado un papel más importante en la forma en que la protagonista lidia con la muerte del marido; y 20 años después, lo habrían tenido el psicoanálisis y las terapias para afrontar el duelo. Pero entre los 60 y los 80 hubo una etapa en que la gente no sabía qué hacer, estaban desamparados ante la muerte en un país supuestamente católico.
P.- ¿En qué aspectos ha cambiado más la sociedad irlandesa desde los 60 hasta hoy?
R.- De los temas que aparecen en la novela, ha cambiado completamente la relación de los adultos con los niños. Ahora se cuida mucho a los niños y somos conscientes de cuánto pueden llegar a sufrir. Pero otras cosas no han cambiado. Hoy cuando muere un ser querido uno vive, igual que entonces, tres o cuatro años de incertidumbre en los que no sabe por dónde camina. Eso sigue siendo así y seguirá siéndolo en el futuro, es algo permanente. Aparte de eso, lo que más ha demostrado la evolución de la sociedad irlandesa en los últimos tiempos ha sido la aprobación del matrimonio homosexual el año pasado con un referéndum en el que el 63% de los votantes se mostró a favor. Fue muy bonito y emocionante.
P.- En Brooklyn trata el tema de la emigración irlandesa, que tanto peso ha tenido en la historia de su país. ¿De qué manera ha afectado este fenómeno a la identidad de los irlandeses?
R.- La emigración es la historia secreta de Irlanda, y su independencia no afectó al fenómeno. Desde la década de 1840, todas las familias perdían a algunos miembros en cada generación, y si se marchaban a Estados Unidos, a menudo nunca regresaban. Era una pesadilla. Se iban buscando una vida mejor, pero eso era un mito porque muchas mujeres fueron a trabajar como criadas y los hombres, como peones de la construcción. De acuerdo, tenían trabajo, pero se quedaban anclados en las clases más bajas. También había muchos policías y bomberos, tanto en Boston como en Nueva York, muchos trabajaban en bares... Ahora sí que hay algún millonario. Yo estudié esta idea en Brooklyn, cuya protagonista se pasaba el día entero trabajando y se sentía muy sola.
»Luego vivimos lo contrario. Cuando estaba escribiendo aquel libro, muchos inmigrantes llegaban a Irlanda y no los acogimos bien. Yo estaba conmocionado por ello. Deberíamos tratarlos mejor, ya que sabemos lo que significa emigrar. ¡Lo hemos hecho durante 150 años!
P.- ¿Le gusta la adaptación cinematográfica que ha dirigido John Crowley?
R.- Es una película con una gran potencia emocional. La actriz protagonista, Saoirse Ronan, es una estrella. Encontrar a una actriz de 21 con esa capacidad en un país tan pequeño es infrecuente.
P.- ¿Qué momento vive la literatura en Irlanda?
R.- Es muy divertido porque hay un nuevo escritor cada seis meses y tienen el aspecto que teníamos nosotros hace treinta años, llenos de confianza y mucha ambición. Otros países producen estrellas del rock, California produce millonarios del software; nosotros, novelistas. Rob Doyle, Donal Ryan, Sara Baume... Podría citar muchos más. Es fantástico. Es como si toda Irlanda fuera un gran concurso literario. Es muy interesante verlo, yo a veces voy a sus firmas de libros y les doy la enhorabuena, pero pienso: ¡Qué camino tan largo os queda por delante!
P.- Irlanda lo ha pasado muy mal por culpa de la crisis económica, pero se ha recuperado antes que España. Siempre es interesante conocer el punto de vista de un escritor, acostumbrado a ver las cosas con ojo clínico. ¿Cómo ha vivido usted esta etapa?
R.- Fue muy decepcionante la estupidez del gobierno. Desde 1932 gobernó en Irlanda el mismo partido casi todo el tiempo, más o menos como sucedió en México, pero fueron barridos hace cinco años por lo mal que lo hicieron. Ellos hicieron que la crisis fuera peor porque inflaron aún más la burbuja inmobiliaria. Los bancos y la economía quedaron destruidos. Yo ya lo avisé en una conferencia que di en 2006. Los principales impuestos provenían de la compraventa de inmuebles, no de la actividad productiva. Un niño de tres años podría haber adivinado lo que se nos venía encima. Mucha gente volvió a emigrar. Pero la gran diferencia entre España e Irlanda es que nosotros no permitimos los desahucios a gran escala. Aquí gobierna un partido conservador y allí también, pero en coalición con los laboristas, que jamás permitirían algo así. De lo contrario, se habrían desatado enormes manifestaciones. Así que, por favor, escuchad. Necesitáis a Podemos más de lo que pensáis. Las coaliciones son algo muy común en Europa.
@FDQuijano