Amos Oz. Foto: Uzi Varon

El escritor israelí, autor de Una historia de amor y oscuridad y Contra el fanatismo, regresa a la novela con Judas (Siruela), un libro sobre la traición con una sugerente teoría sobre el papel de Judas en la muerte de Jesús. Oz atiende a El Cultural por teléfono desde su casa de Tel Aviv.

¿Y si Judas no hubiese sido un traidor? ¿Y si en lugar de haberse vendido por treinta piezas de plata hubiera orquestado él mismo la crucifixión, convencido de que su maestro obraría en el último momento el más increíble los milagros: salvarse a sí mismo de una muerte segura? ¿Y si con ello Judas, a diferencia de los otros discípulos, pescadores y campesinos de Galilea, un hombre pudiente de Judea, pretendiera convencer al pueblo judío, al incrédulo Jerusalén, de que Jesús era el Mesías anunciado en el Antiguo Testamento? ¿Y si Judas hubiera sido en realidad el primer y último cristiano, el único que de verdad creyó que Jesucristo era el hijo de Dios? Preguntas todas que desafían la visión cristiana del "pérfido" personaje bíblico (el cristianismo enseña que decir Judas es lo mismo que decir traidor y más o menos como decir judío) y que Amos Oz examina, y discute, en su último libro, Judas, que llega a las librerías el próximo 21 de octubre.



Lo novela transcurre en Jerusalén en 1959. Shmuel Ash es un joven de Haifa cuyo mundo se ha venido abajo. Su novia lo ha abandonado, sus padres, que le pagaban los estudios, se han arruinado, y él se dedica a vagar por la Ciudad Vieja en busca de un trabajo. Lo encontrará en casa de Gershom Wald, un anciano inválido dispuesto a pagarle por horas conversación. "Llévale siempre la contraria", le dice Atalia, la mujer que convive con Wald. De este modo Oz coloca la novela en el lugar que más le gusta: el de la confrontación de voces e ideas. Wald y Ash discuten sobre el conflicto entre palestinos e israelíes, sobre la creación de Israel y el lugar de los judíos en el mundo, y sobre el papel de Judas en aquel primer, y definitivo, cataclismo cristiano. Al mismo tiempo el joven Ash trabaja intermitentemente en un estudio titulado Jesús a ojos de los judíos. Urge, por tanto, preguntar a Oz si comparte la singular interpretación de su protagonista. Duda al otro lado del teléfono, a través del cual nos atiende desde su casa de Tel Aviv, y a continuación reconoce que la teoría de Shmuel Ash "es más verosímil" que la que da el Nuevo Testamento.



Pregunta.- A través de los personajes de su libro, muestra varias posturas frente al conflicto entre árabes y judíos. Pero parece haber un pesimismo común. ¿Es usted pesimista en relación a una solución futura del conflicto? ¿Es posible no serlo?

Respuesta.- Creo que esa pregunta es relevante políticamente, pero no si hablamos de literatura. Una novela no es un manifiesto. Yo no escribo novelas para decirle a mi gobierno que haga esto o que haga lo otro. Yo no escribo novelas para analizar la situación en Oriente Medio, ni en un sentido positivo ni en un sentido negativo. Yo escribo novelas para contar historias sobre gente, sobre las emociones, los sentimientos, la traición, la lealtad, la vida. Mi posición política es conocida; siempre he mantenido un compromiso por la paz entre israelíes y palestinos, por un estado de Israel junto a un estado de Palestina. Creo que se puede alcanzar la paz aquí cuando se adopte una solución así para los judíos israelíes y los árabes palestinos. Pero para expresar mis opiniones utilizo el ensayo o los artículos.



P.- ¿Y le cuesta estar lo suficientemente seguro de un asunto como para escribir un ensayo?

R.- La verdad es que sí. Suelo decir que cuando consigo estar de acuerdo conmigo mismo un cien por cien, entonces escribo un artículo o un ensayo. Pero cuando no estoy seguro, cuando no estoy completamente de acuerdo conmigo mismo, cuando escucho diferentes voces en mí, entonces sé que estoy cerca de comenzar una novela. Esa es la diferencia. Una novela es algo así como un concierto en el que el escritor está detrás del violín, del violonchelo, de todos los instrumentos y trata de tocarlos lo mejor que puede, con la mayor convicción y seguridad de que es capaz.



P.- En su libro recupera la figura de Judas. Es un personaje sobre el que se ha escrito mucho en la tradición cristiana, pero poco en la judía. ¿Cree que habrá quien se moleste por la teoría de su protagonista acerca del verdadero papel de Judas en la crucifixión?

R.- Las ideas de Shmuel Ash sobre Judas son muy provocadoras si se comparan con las de muchos escritores cristianos, es cierto. La tradición cristiana ha transmitido la idea de que Judas es el mayor traidor de todos los tiempos y de que el famoso beso de Judas es el acto más despreciable de la historia. Y muchos cristianos creen que entre Judas y los judíos no hay demasiadas diferencias. Shmuel Ash desafía esa interpretación, una interpretación que fue el Chernóbil del antisemitismo cristiano. Y la desafía porque la historia de la traición de Judas que cuentan los evangelistas es ilógica. Así que él adopta el papel de un detective amateur, no de un teólogo, sino de un investigador, que es también el papel que ha de adoptar el novelista.



P.- A Shmuel le parece inverosímil que Judas, cuya familia tenía dinero, se vendiera por treinta piezas de plata...

R.- Claro, es que Judas no era un pobre pescador de Galilea, era un hombre de buena familia de Judea que se vistió con harapos para seguir a Jesús. Treinta piezas de plata era lo que valía un esclavo, no es mucho dinero. Podría equivaler a 600 euros de hoy. Así que es muy extraño. Jesús, por otro lado, era un hombre muy famoso cuando lo apresaron, todo el mundo sabía su nombre y conocía su aspecto; ¿de verdad era necesario que alguien lo identificara? Shmuel, por todo esto, ve lo ilógica que es la historia y apuesta por otra. Yo también creo que es más lógica la versión de mi personaje, aunque no sé qué historia es la correcta, por supuesto, yo no estaba allí el día de la crucifixión; yo tenía dentista ese día.



Amos Oz repite una broma que aparece en el libro. Gershom Wald, el anciano que contrata a Shmuel, le cuenta a éste una anécdota de los años veinte, cuando era un joven estudiante en Vilna. Un día, en el tren de camino a Varsovia, se sentaron frente a él dos monjas. Wald estaba leyendo un periódico hebreo y una de las monjas se dirigió a él "con un tono de sorpresa y disgusto". Le preguntó si era judío y él respondió que sí, y que pronto se iría a vivir a Jerusalén. La otra monja, con los ojos llenos de lágrimas, le miró y le dijo: "Pero Él era tan, tan dulce, ¿cómo pudisteis hacerle eso?". Y Wald concluye: "Apenas pude contenerme para no responderle que, el día y la hora en que ocurrió la crucifixión, yo casualmente tenía cita en el dentista".



P.- El protagonista se pregunta qué hubiera ocurrido si los judíos hubieran aceptado a Jesús. Y se responde: "No hubiera habido Shoah, no hubiera habido pogromos ni persecuciones". ¿Le parece aventurado?

R.- Claro que me lo parece. Siempre es difícil responder a las preguntas que comienzan con un "¿Qué hubiera pasado si...?" Es obvio que los cristianos no hubieran perseguido a los judíos si éstos hubieran aceptado a Jesús, pero el resto... es imposible saberlo. Tampoco sé si haber seguido a Jesús habría sido o no el camino correcto para los judíos. Nunca escribiría una novela para decir a los judíos que con los cristianos les hubiera ido mejor, y tampoco al contrario. Esa es una de las ideas de los personajes del libro, entre otras muchas ideas y opiniones conflictivas, que chocan entre sí y que quieren contribuir al retrato veraz de los personajes.



P.- El tema central del libro es la traición. Y parece querer decirnos que la traición siempre es subjetiva, que quien es traidor para unos puede ser un héroe para otros. Shmuel es judío, pero simpatiza los cristianos, Abravanel traiciona la causa nacionalista de Ben Gurión y muere totalmente solo...

P.- Sí, es así. En el caso de Abravanel, él tenía ideas hermosas. Es un traidor para su patria, para sus compatriotas y compañeros sionistas porque no está a favor de la creación del Estado de Israel, pero es que él no está a favor de ningún estado y sueña con un futuro en que no existan las fronteras. Cree en un futuro en que todos estemos unidos, en sociedades plurales, abiertas y sin fronteras. Es una idea maravillosa, muy atractiva.



@albertogordom

Aquí puedes leer y descargas las primeras páginas de Judas