Antonio Muñoz Molina. Foto: Sergio Enríquez-Nistal
El próximo martes 25 aparece la nueva novela de Antonio Muñoz Molina, Como la sombra que se va (Seix Barral), centrada en la muerte de Martin Luther King y en la vida de su asesino, James Earl Ray. Memphis, Lisboa e internet han sido determinantes en su escritura, aunque no tanto como su propia vida. El escritor nunca había tenido tan claro el peso de lo concreto y lo literario que resulta lo real. De todo esto hablamos con esa tranquila lucidez tan suya.
La ventaja de ser dueño de una biografía literaria tan extensa y copiosa ya como la de Muñoz Molina -30 años, 25 libros- y de tener la actualidad marcada con su frecuente presencia en la prensa es que no es necesario explicar el tono monocorde y el sentido común que imprime el escritor a todo lo que dice, la sencillez y claridad con las que habla, su tranquila lucidez. Pero sí conviene aclarar que viene de pasar un año eufórico, que ha vivido en la novela con tal intensidad, y ha sido tanta la autosuficiencia que le ha proporcionado esta vez su vocación de escritor, que ahí se las den todas. Porque esa especie de epifanía, de salvajismo total y la alegría inmensa que sintió, todavía colean.
- ¿Cuándo y por qué empezó a intuir que la vida de Luther King y, más propiamente, la de su asesino serían la sustancia de su nueva novela?
- Siempre me ha fascinado el movimiento de los derechos civiles de Estados Unidos porque tienen mucho que ver con mis propias convicciones políticas, con mi idea de cómo cambiar el mundo y todo eso. Pero hace unos cinco años, leyendo un libro sobre el asesinato de Luther King , me topé de pronto con un pasaje en el que el autor cuenta que Ray, el asesino, había estado diez días en Lisboa. Me sorprendió mucho, me conmocionó esa conexión extraña con Lisboa, y escribí un artículo sobre eso, sobre de dónde proceden los libros, porque desde el principio pensé que ahí había un buen cuento.
Pero pasó el tiempo y pasaron muchas cosas, entre otras, la concesión del premio Príncipe de Asturias. Y viajó a Lisboa, a pasar con un hijo suyo el día de su cumpleaños. "Hay que ver, 26 años ya, y ví de pronto el arco de la vida, y no solo de la vida, ví el arco de la propia creación literaria, porque hacía 26 años que yo escribí El invierno en Lisboa, la novela que me cambió la vida. Y el círculo empezó a cerrarse, comenzaron a cruzarse las ideas, y vi claro que tenía que empezar a escribir Como la sombra que se va. Porque las novelas casi nunca salen de una sola idea. Siempre hay una especie de conjunción de señales que se cruzan.
Hay un capítulo en la novela, el penúltimo, que el escritor no tenía previsto hasta que no fue a Memphis. Un capítulo -cuenta ahora- escrito desde el punto de vista de MLK y para sumergirse en lo posible en su conciencia, aparte de escuchar sus discursos, Muñoz Molina volvió con mucho detenimiento a la Biblia. "El mundo de Luther King es inseparable de la Biblia. Los derechos civiles están empapados del lenguaje bíblico, de metáforas bíblicas y las cosas están vistas a través del filtro narrativo de la Biblia. El último discurso, días antes del asesinato, habla del sermón de la montaña y lo que hace en realidad es citar el Deuteronomio, cuando Dios le habla a Moisés de la tierra prometida, que nunca llega a conocer. En fin, yo intuía que tenía que encontrar un título que saliera de la Biblia, y leyendo los Salmos, que son una cosa tremenda, me topé con este: "Mis días son como la sombra que se va y como la hierba que se ha secado". Y supe que ya lo tenía.No compadezco a Earl Ray. Lo único que tenía en la vida es que se sentía por encima de los negros"
Con simpatía pero con falta de interés. Así cree el escritor que hemos visto siempre aquí la figura de MLK. "Es comprensible. Cuando vives en una sociedad que no está marcada por el conflicto racial, es muy difícil entenderlo. Aquí no sabemos lo que es. La parte fascinante es ver cómo, utilizando la ley y por medios pacíficos, más aún, con una no violencia activa, de pronto la gente tiene un gesto de dignidad y decide que se va a rebelar, y además lo hace en una condiciones terribles. Fue extraordinario ver cómo a mediados de los 50 el gobierno Federal estadounidense se impuso e hizo cumplir la ley. Porque lo decía la ley y ellos estaban allí para hacerla cumplir".
El pecado original del racismo
Después de leer Como la sombra que se va, lo sabemos casi todo del asesino Ray. Sabemos que olía a desodorante y a brillantina, que dormía mucho, que leía todos los días dos periódicos y el semanario Newsweek, además de muchos libros; que era olvidadizo, que escribió más de 400 cartas desde la cárcel, que se conservan en el archivo de la Boston University; que escribió mientras estaba preso dos autobiografías... Tal convivencia con el asesino le ha provocado al escritor el deseo de saber más, incluso qué pensaba, qué soñaba.- ¿Cómo ha ido cambiando su percepción? ¿Ha llegado a comprenderlo, a perdonarlo?
- No. No. Hombre, hay que hacer el esfuerzo de ver a la gente en sus propios términos y gracias a la inmensa documentación sabemos que fue un personaje con una vida espantosa desde que nació. Se dice que comprenderlo todo es perdonarlo todo. Pero no. Creo que no le compadezco. Porque tenía ese terrible pecado original del racismo, que a mí me parece terrible. Ray pertenecía a esa clase tremenda que los americanos llaman "white trash". Son esas gentes pobres de raza blanca que lo único que tenían en la vida es que estaban por encima de los negros.
Lo literario que es lo real
Como la sombra que se va le ha servido además al narrador para reflexionar sobre la naturaleza de la novela desde sus propias tripas, y su tránsito particular de una novela más juvenil cuyo ejemplo claro es El Invierno en Lisboa y esta otra en la que ya ha descubierto lo literario que es lo real, "lo estrictamente real", recalca. "Porque la novela se hace -insiste- con todo lo que se sabe y todo lo que no se sabe, y me resulta fascinante la reflexión sobre el peso de lo concreto, en este caso el detalle de qué libros leía Ray, qué llevaba en la maleta cuando huyó..."-Por eso dice su narrador que la imaginación narrativa no se alimenta de lo inventado sino de lo sucedido.
- Sí, siempre ocurre esto.
- Pero no tanto como ahora, ¿no? Hoy la ficción y la no ficción se confunden, se mezclan, se diluyen en el mismo proceso creativo...
- Sí, siempre ha sucedido, desde el Quijote. La novela siempre ha jugado con hacerse pasar por realidad, o con confundir al lector acerca de la naturaleza de lo que se está contando. No olvides que Robinson Crusoe se presentó originalmente como un testimonio real, no como una novela. Y lo mismo, mucho antes, el Lazarillo. A eso hay que añadir la importancia del gran periodismo narrativo en el siglo XX, que es literatura y ha tenido un gran influjo sobre ella: Chaves Nogales y Pla en España, los grandes americanos, no solo Truman Capote, sino en el Hiroshima de John Hersey, que es mejor literatura y mejor periodismo. O piensa en lo que hace en Francia Emmanuel Carrère, o lo que hizo Patrick Modiano en Dora Bruder. Creo que hay un flujo continuo entre la ficción y la no ficción, aunque también creo que deben marcarse muy claramente los límites. No ficción implica rigurosamente no inventar. Desde el momento en que inventas, por poco que sea, el resultado final es ficción.
Los canallas y los decentes
"De nuestro siglo XX no nos parecerán lo más grave las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de los justos" (Martin Luther King).-¿Comparte esta afirmación?
-Esa frase, que es el resultado de una amarga experiencia personal, por desgracia puede aplicarse en muchas circunstancias. Porque están los canallas, pero están también las personas decentes que miran a otro lado, o prefieren callar, o no señalarse, y con esa pasividad agravan el desastre.
-¿Está usted también apesadumbrado por todo lo que está pasando?
-Sí, pero yo no quiero dejarme llevar por el nihilismo, ni por esa especie de impulso apocalíptico que se está dando ahora. Creo que hay que actuar con racionalidad, con pensamiento crítico, ser pragmático, y creo que no debemos caer en la exasperación. Comprendo perfectamente que haya gente que, con razón, caiga en ella, pero veo mucha hipocresía en los más catastrofistas, cuando muchas veces son ellos los más privilegiados.
También hay gente valerosa, piensa después en voz alta Muñoz Molina. Fíjate en Javier Cercas. "La dignidad con que un novelista de la posición de Cercas hace explícitas sus ideas y opiniones me parece admirable. Yo creo que en España todavía no se tiene asumido que no hay democracia sin el respeto a la minoría, y no solo a la minoría, también a la rareza, a la singularidad, a la soledad. El problema es que en España la gente no dice lo que piensa.
-¿Y por qué cree que es?
-Supongo que por esa hipocresía. En España decir lo que se piensa se confunde con hablar con grosería. Sale uno insultando y gritando por tv y se dice ‘este tío es auténtico, este dice la verdad'. Creo que en este aspecto otras sociedades son más avanzadas que nosotros. Vivimos en una sociedad democrática y no pasa nada por decir lo que se piensa.
Entrar en los archivos del FBI en internet me produjo temblor. Ver los originales, escuchar las voces..."
Herramientas defectuosas
-Quizá la gente no quiere líos. Y decir lo que se piensa a veces ocasiona problemas.-Las personas de mi generación que todavía conocimos el franquismo, nos acordamos bien de cuando no había libertad de expresión. Y a una cosa que yo no voy a renunciar nunca es a esa libertad de expresión, porque conozco la diferencia. Y ahora parece que mucha gente la desconoce. Pero, ojo, que la libertad si no se usa, se pierde.
- ¿Por qué nos resulta tan difícil entablar debates serios y sosegados sobre asuntos políticos?
- El problema es que nuestras herramientas para conocer la realidad y tomar decisiones racionales y eficaces sobre ella son muy defectuosas. ¿Dónde están los datos precisos que nos permitirían entender y juzgar lo que nos sucede? ¿Y dónde hay ámbitos de debate verdadero, que sea útil, del que se puedan derivar decisiones? Todo es palabrería. Muchas frases y muy pocos números. Muy poco sentido práctico. Ninguno de los problemas que tenemos puede resolverse sin grandes acuerdos democráticos sobre cuestiones básicas, entre las fuerzas políticas, entre ellas la reforma radical de su propio funcionamiento. Me gustaría que fuera posible aplicar a la vida política una parte del sentido común que casi todo el mundo aplica a su vida personal.
-He leído que le gustan los excéntricos. ¿Qué resulta hoy más excéntrico, apoyar las tesis de Podemos o cuestionar sus planteamientos?
-Hay una cosa terrible en España, y es que de golpe se vuelve difícil y hasta peligroso no acatar las unanimidades obligatorias.
Le pregunto a Muñoz Molina si no teme que el hombre de pensamiento que hay en él se vaya comiendo poco a poco al novelista, y contesta rotundo que no, porque "a mí lo que más me gusta en la vida es la novela. Ahora bien, la novela llega o no llega. La novela es irracional. Yo no sé si voy a escribir otra novela. Nadie lo sabe. Ni si sí, ni si no. Cuando Philip Roth dijo que no volvería a escribir otra novela, me hizo pensar. ¿Y cómo lo sabe? Porque yo nunca lo sé".