Image: Elena Poniatowska, en primera persona

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Letras

Elena Poniatowska, en primera persona

18 abril, 2014 02:00

Elena Poniatowska

El miércoles, 23, la periodista y narradora mexicana Elena Poniatowska recibirá en la Universidad de Alcalá el premio Cervantes “por su firme compromiso con la historia contemporánea”. Antes de viajar a España Poniatowska, “una mujer chiquita, chaparrita”, se confió al Cultural a vueltas con su infancia, el drama de Ciudad Juárez, sus amigos-personajes más amados: Rosario Castellanos, Leonora, Guillermo Haro, y el Cervantes...

Autorretrato. “Soy una mujer chiquita, chaparrita, como dicen en México, y que sabe que puede contar consigo misma porque soy muy cumplida con mis trabajos y, al menos que me pasealgo grave, siempre cumplo con lo que me comprometo a hacer. Una mujer que nació en París en 1932 y tiene de veras muy buena estrella” . Vocación. “Lo que a mí me gustaba era escribir, siempre escribí en el convento en Estados Unidos, en Filadelfia, al que me enviaron a estudiar siendo niña, e incluso fui tesorera de una revista literaria que circulaba en la escuela (yo siempre he sido tesorera de todo, pero por una razón extrañísima, porque saben que no voy a robar)”. Idioma. “Sucedió que hasta los diez años mi idioma materno fue el francés, pero aprendí español aquí en la calle, en mes y medio o dos meses, y luego inglés en el convento de Filadelfia donde estudié”. Inicios. “Comencé a trabajar en un periódico en 1954, pero ya tenía yo un libro titulado Lilus Kikus, que publicó la editorial Los presentes, que después editó Los días enmascarados de Carlos Fuentes. Siempre he trabajado como periodista y he publicado al mismo tiempo novelas y relatos” Periodismo y literatura. “En mis libros están totalmente ligados. He escrito cuentos basados en hechos reales, y también las novelas están ligadas al periodismo porque me enteré de las vidas de esas personas (Rosario Castellanos, Leonora) a través del periodismo, salvo una novela titulada La flor de lis que es más bien autobiográfica”. Intelectuales. “Mi segundo libro fue una obra de teatro llamada Melès y Teleo, que era una burla de los intelectuales y su costumbre de ‘te leo si me lees'. Hoy creo que sí hay quienes son críticos con el poder”. Octavio Paz. “Fue un hombre que nos universalizó, nos unió a Japón, a Europa, a Francia, y a través de su amistad con los surrealistas también hizo muy presente a México. Echó puentes con el mundo entero y produjo una poesía deslumbrante.” Carlos Fuentes. “Fue importantísimo para la cultura mexicana. Antes, los autores latinoamericanos eran sobre todo diplomáticos y escritores de domingo, y Fuentes, un hombre muy glamuroso, demostró que se podía ser un gran escritor profesional y él lo fue, y además sus libros reflejan totalmente nuestro país”. Carlos Monsiváis. “Un analista de la realidad mexicana, un cronista extraordinario que nos demostró que en un país como México si hay crónicas no se necesitan novelas, porque nuestros acontecimientos, como el asesinato de Luis Domingo Colosio, son tan impactantes que parecen una novela. Carlos fue también el gran cronista de la realidad de los que nada tienen”. Rosario Castellanos. “Originaria de Chiapas, era una blanca en medio de indios, una terrateniente en medio de pobres, pero ella, a diferencia de los suyos, se inclinó sobre los indígenas, que caminan así, silenciosos, furtivos,y los retrató muy bien en dos grandes novelas, Balún Canán y Oficio de Tinieblas. Le molestaba mucho que dijeran que eran obras indigenistas, porque no los son y porque además Rosario era una gran poeta”. Leonora Carrington. “Es un personaje de veras fabuloso, fuera de serie, que vino a México acompañando a Renato Leduc. Se pudo haber quedado en Nueva York, con Max Ernst y con Peggy Guggenheim, pero escogió a este poeta, a este país, y aquí murió. Aquí empezó de veras a pintar y a ser reconocida, y también a vender. Aportó muchísimo a México pero siempre fue una mujer muy privada, muy secreta, que no le gustaba para nada hablar de sí misma”. Guillermo Haro. “Fue un hombre de ciencia, un estrellero, en un país que pensaba que la ciencia sobraba, y que no necesitaba hacerla, porque vivimos al lado de la nación más poderosa del mundo, y como podíamos comprar todo de allá, para qué inventar nosotros. Él demostró que podíamos crear ciencia y competir con el mundo y hoy los científicos mexicanos triunfan en Estados Unidos, en Francia, en Rusia. Eso le dio un gran valor al país y a la ciencia”. Jan. “Mi hermano menor. Nació cuando yo tenía 14 años. Mi padre estaba en la guerra y mi hermana y yo le pedíamos a nuestra mamá un hermanito; ella nos decía: ‘Pero niñas, su papá está en la guerra', y nosotras le respondíamos que mejor, que así le daba una sorpresa. Cuando mi padre regresó del frente, tuvimos a nuestro hermanito, y yo casi le consideraba un hijo mío. Murió a los veintiún años, en diciembre de 1968, el año de la masacre del Dos de Octubre, y para hacerlo vivir y por el golpazo tan terrible, le dediqué todos mis libros”. Mexicanas. “Les dediqué el premio Biblioteca Breve porque son las que mantienen unido al país, el pegol, el pegamento del país, y además son especialmente generosas, incluso recogen niños abandonados en las calles, huérfanos, porque donde comen tres comen cuatro. Sin ellas el país se caería en pedazos; tienen una enorme fuerza, resistencia y una generosidad que no he visto en otras partes del mundo”. Crímenes contra las mujeres. “Los de Ciudad Juárez son una enorme vergüenza para México que hemos denunciado muchas mujeres, periodistas, feministas, e incluso Roberto Bolaño dedica en su novela 2666 cuatrocientas o quinientas páginas a recoger los nombres de las mujeres, cómo las asesinaron, cómo iban vestidas, qué edad tenían... Es impactante. Sí, ha habido en Mexico protestas contra este tema terrible”. La droga. “Es una evasión. Antonin Artaud, por ejemplo, vino a México a mediados de los años 30 en busca del peyote de los indios huicholes, para descubrir alguna verdad o una razón para vivir, pero la droga tal y como se vende ahora, pervertida, es simplemente un daño horrible que sufren sobre todo los jóvenes”. La libertad. “Es la posibilidad de ejercerla, porque la gente que no come, ¿qué libertad tiene? Para quien el día a día es un arduo viaje para sobrevivir, es difícil hablar de libertad, incluso de democracia”. España. “Tomé el barco Marqués de Comillas en Bilbao, creo que fue en 1943. No tengo muchos recuerdos de entonces. Dicen que por primera vez comimos paella, pero yo no la recuerdo. Sí me acuerdo de la inmensidad del mar. Después, cuando volví a recoger el premio Alfaguara en 2001 sentí que había muchísima alegría en el ambiente”. Premio Cervantes. “Es un golpe de suerte inesperado, pues finalmente es un premio a una periodista, a una persona que trabaja en la calle, que es de los de a pie”. El discurso. “Fíjese lo que me pasó: se lo leí a dos amigas que quiero muchísimo y me van a acompañar a España, y me dijeron que estaba horrible, que era una porquería. Ahorita lo estoy volviendo a hacer. Yo había leído todos los discursos de los demás, el de Carlos Fuentes, que todos los años releía en enero el Quijote, y me lancé por allí pero me dijeron que no, que no era yo. Así que ahora estoy en la angustia tratando de hacer otra cosa, yo que me sentía tan feliz...” El Quijote. “Lo leí en Francia y en francés siendo niña, en una edición infantil en la que nada más estaban los episodios, Dulcinea, los molinos de viento... Después ya lo leí más o menos en español, porque es un libro enorme, y lo que me fascinó fue el lenguaje, la nobleza del escritor y de cada uno de los acontecimientos. Me conmovió profundamente”. Jóvenes autores mexicanos. “Los conozco, los sigo y los leo, cómo no. Además, los he entrevistado a todos. Por ejemplo, tengo muchísimo interés por la obra de un joven, Yuri Herrera, que ha escrito sobre narcotráfico y que es buenísimo, pero también leo a Rosa Beltrán, a Mónica Lavín, por decir nombres de mujeres”. Un consejo. “No sé dar consejos, porque yo estoy para recibrlos, pero siempre pienso que hay que observar y escuchar, no distraerse y no verse el ombligo”.