Dolores Redondo, Juan Soto Ivars, Harkaitz Cano, Jeremías Gamboa, Victor Balcells, Cristina Morales, Tania Padilla, y Jesús Carrasco

Aterrizaron en el peor momento del mercado editorial. Algunos con una larga e infructuosa carrera previa, otros con su primer libro a cuestas. Todos han destacado literariamente en este 2013 que declina, confirmando una promesa de futuro que es ya una apuesta presente. Sus intereses son tan variopintos como vastos: novela negra, sátira, oscuridades del alma, relato iniciático, relaciones humanas, crónica, historia, minimalismo de alta intensidad... Son Dolores Redondo, Juan Soto Ivars, Harkaitz Cano, Jeremías Gamboa, Victor Balcells, Cristina Morales, Tania Padilla y Jesús Carrasco. Ocho narradores toman la alternativa enriqueciendo nuestras letras. Llegaron sin avisar. Llegaron para quedarse.

Negra en clave femenina

Dolores Redondo (San Sebastián, 1969)



Sin duda la gran revelación de un año generoso en sorpresas ha sido El guardián invisible (Destino), primera parte de la Trilogía de Baztán y consagración de su autora, la vasca Dolores Redondo, como uno de los nombres del género negro en nuestro país. ¿El secreto? Aunar en la misma historia el ritmo y el suspense de la novela policiaca con el intimismo de la novela testimonial. La trama arranca con el asesinato de una preadolescente en un paisaje agreste próximo a Elizondo y la investigación que de ella lleva a cabo la inspectora Amaia Salazar. Todo en clave muy femenina, otra novedad en el género negro, que cada vez cuenta con más lectoras entre sus miles de aficionados. La mitología vasca y un paisaje atractivo y poco explorado, los bosques de Baztán, completan el cuadro. Acaba de llegar a las librerías la segunda parte, Legado en los huesos (Destino), que ahonda más en cuestiones políticas y de denuncia, y se está cocinando la tercera. Su próximo proyecto será completamente distinto.



¿Se puede ser más feliz que Dolores Redondo? La autora, en plena gira de promoción de Legado en los huesos, se muestra exultante. Pero no olvida los años malos. "Llegar a la literatura me ha costado años, quedarme es una cuestión de responsabilidad hacia mis lectores. Hasta la publicación de El guardián invisible había probado de mil maneras, llamado a mil puertas. La decisión crucial fue buscar a un agente, Anna Soler Pont. ¿El resultado? La novela ha sido traducida a 23 lenguas y sus derechos vendidos al cine. "Para mí antes el éxito consistía sencillamente en tener una cantidad moderada de lectores y sobrevivir. Hoy el éxito es una bestia parda, una desconcertante maravilla".




Un camaleón a la búsqueda

Juan Soto Ivars (Águilas, Murcia, 1985)



Aunque Juan Soto Ivars ya ha dado mucho que hablar, y en ocasiones ha aparecido disfrazado de enfant terrible, su obra se caracteriza, sobre todo, por la búsqueda. Su primera novela, Siberia, era autorreferencial e intimista. La segunda, La conjetura de Perelmán, una exploración de las posibilidades de una trama más comercial sin rebajar la calidad. Soto está en fase de pruebas y es camaleónico, y cada nuevo experimento de su pluma es mejor. 2013 ha sido el año de su consagración con el Premio Ateneo Joven de Sevilla a su Ajedrez para un detective novato (Algaida), una novela satírica de ritmo trepidante y ocurrencias descabelladas.



Soto Ivars hace memoria: "Mi historia es errática: empecé con un thriller porque ningún editor quería publicar Siberia, mi novela más literaria. Tras La conjetura de Perelman volví a llamar a las puertas con Siberia, un éxito de crítica y lectores. Después me apetecía dar un salto a la sátira, hacer algo totalmente diferente, y empecé Ajedrez para un detective novato sin tener claro qué me iba a salir. Cuando la terminé, decidí que valía la pena probar con un premio. Me siento afortunado. La siguiente novela será otra vez mi primera novela. Llego a cada texto como un novato, con incertidumbre y ganas de aprender".




Cronista de la culpa y la violencia

Harkaitz Cano (Lasarte, Guipuzcoa, 1975)



Parece mentira, pero hasta este año un poeta y narrador como Harkaitz Cano, premio Euskadi 2005, resultaba para los lectores del resto de España casi un desconocido, a pesar de haber sido traducido anteriormente. Twist (Seix Barral) rompió con todo y confirmó el talento, en palabras de Ricardo Senabre, de un "excelente escritor" capaz de plantear "con sutileza problemas que, afectando a nuestro tiempo -la culpa, la amistad, la manipulación informativa, la violencia, los abusos del poder-, pueden hacerse extensivos a otros en cuyo centro se hallan también las debilidades del ser humano. Y necesitamos obras así".



Cano confiesa ahora que la repercusión es "algo azaroso que no me quita el sueño", pero sabe que el haber sido traducido y por una editorial importante da al libro una segunda vida que vive "con gran curiosidad, algo de extrañamiento y cierta sensación de déjà vu". Cuando publicó Twist sintió "que el anclaje que lo vinculaba al pasado reciente de nuestra historia, con el caso Lasa-Zabala como telón de fondo, fue un plus catártico que lo hizo más atractivo para los lectores, no solo por motivos literarios. Sentí por primera vez que, en mi cuenta particular, no era un libro más, sino un libro menos".




Con acento latino

Jeremías Gamboa (Lima, Perú, 1975)



Quienes aseguran que el futuro de la literatura en castellano tiene acento latinoamericano, aquí tienen un nombre seguro. Este peruano de 38 años, periodista hasta que a los 26 decidió dejarlo todo para escribir ficción, es autor de un libro de ocho relatos aún inédito en España, de uno de los cuales surgió la idea de esta novela. Aunque gusta reconocerse más heredero de la literatura anglosajona que nieto del 'boom', en sus palabras palpita el eco de Bryce y de Vargas Llosa, insoslayables. Contarlo todo, su primera novela, recién publicada por Mondadori, es un relato de iniciación protagonizado por un alter ego del autor, Gabriel Lisboa que trata de la dificultosa busqueda de una vocación en que se cifra la felicidad.



Desde México, Gamboa se retrata: para un autor "lo más difícil es asumir la vocación y entregarse a ella. Lo demás ya no depende de uno y, en lo posible, no nos debe importar. Lo difícil de escribir es escribir. Por eso, no hay mayor éxito que estar frente a tu máquina y a ti, escribiendo". Nunca tantos jóvenes peruanos habían publicado fuera de su país, y Gamboa confirma que en Perú "se escribe mucho y muchas veces muy bien, con nuevos talentos innegables como Carlos Yushimito y Gabriela Wiener en narrativa y poetas como Pimentel, Otero o Jaime Rodríguez".




Minar el terreno llano

Victor Balcells (Barcelona, 1985)



Ya en su libro de cuentos, Yo mataré monstruos por ti, este barcelonés de 28 años mostró sus cartas: su preferencia por tratar asuntos de relaciones personales con humor. Con la publicación este año de su novela Hijos apócrifos (Alfabia), Balcells ha dado un paso de gigante. No sólo ahonda de nuevo en la dificultad de las relaciones humanas contándonos la historia de la búsqueda del padre por un hijo ilegítimo, sino que se ha arriesgado con una trama muy compleja cargada de referencias metaliterarias.



Del recitado a la escritura. Victor Balcells se aficionó en la universidad a los textos de vocación oral: "Empecé a escribir para recitar. Aquello interesó a un editor que decidió publicarloen su, entonces, pequeña editorial, Delirio. La apuesta superó las expectativas iniciales y funcionó muy bien. Una opción hubiese sido seguir en la misma línea, y otra tratar de evolucionar. Entonces me entregué al aprendizaje de la técnica de la prosa ortodoxa con la intención de componer una novela. Escribir algo que también fuera un ejercicio de estilo y estructura y una historia interesante de redención. No acepto otra forma de escribir que aquella que busca minar el terreno llano. Los escritores mineros son los que me interesan".




El poder de la verosimilitud

Cristina Morales (Granada, 1985)



Con su primera novela, Los combatientes (Caballo de Troya), esta granadina de 29 años se invistió en la adalid de la generación literaria de la crisis, aquellos que han alcanzado su madurez en el peor momento del mercado editorial. No le duelen prendas a la hora de entonar una valiente denuncia de las lacras de la sociedad, de la ruina del Estado del bienestar a la bajeza moral de la clase política, y se vale para ello de una narración que a veces se confunde con la crónica pero con una voz poderosamente verosímil. En su voz hay mucho más que desfachatez y denuncia.



"A Cuadernos del Vigía y a la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores les debo la primera sospecha de que la literatura era un oficio. Los combatientes fue una sorpresa: escrita impulsivamente y presentada diez minutos antes de que cerrara la Subdelegación del Gobierno, ganó el Premio Injuve. Me ha dado muchas alegrías y mucha diversión. Por primera vez la invitación a un festival incluía billetes de avión y pensión completa. Si eso es éxito, lo es sólo de la novela: perdí mi anterior empleo, no encuentro otro, en dos meses se me acaban los ahorros y la escritura no parece que vaya a revertir eso".




Jugando con Góngora y Hitler

Tania Padilla (Córdoba, 1985)



Algunos pueden asustarse al saber que la primera novela de esta cordobesa se titula Nosocomio: el diamante negro (Ed. En Huida) y recorre épocas tan dispares como el barroco, el nazismo, la guerra civil o la actualidad. Aquí cabe todo pero muy bien hilvanado: desde apariciones marianas hasta paradojas temporales de Einstein o nazis buscando extrañas piedras preciosas. Y todo en una ciudad imaginaria, Sultamora. Sus ingredientes: humor del absurdo, crítica, rabia, inteligencia, amplio dominio del lenguaje y ambición en el mejor de los sentidos. En su primer salto al vacío ha urdido una novela total, que desconcierta y sorprende. 2013 es su año. El primero de muchos.



La clase de Teatro Español de los Siglos de Oro no debía de ser apasionante, porque en ella a Padilla se le ocurrió la novela. Recordó, cuenta, que el edificio "antes de ser facultad fue seminario, hospicio y hospital y decidí fusionar todos sus tiempos memorables y construir una novela por la que pulularan médicos, huérfanos, militares y Góngora, Hitler o la Virgen ". A ratos "novela histórica, negra y ciencia ficción, de ese pastiche sale una parodia de los clichés imperantes en la novela de masas actual".




Acción sutil para narrar la inocencia

Jesús Carrasco (Badajoz, 1972)



El resultado de cruzar a Cormac McCarthy con Miguel Delibes. Así se ha definido -de un modo sin duda demasiado simple- este sorprendente debut, que llegó con los primeros días del año y que muy pronto agotó los elogios de críticos, lectores, editores extranjeros y libreros. Su autor, un extremeño afincado en Sevilla de poco más de cuarenta años, inédito hasta el momento, había tardado dos décadas en escribirla. Intemperie (Seix Barral) se construye con pocos ingredientes, y esta es una de las primeras sorpresas que depara: acción sutil, un paisaje de desolación donde a veces tienen lugar actos de extrema crudeza, el mundo como una amenaza para la frágil inocencia superviviente y un uso del lenguaje rico y esmerado, sobresaliente.



Tras un año asombroso, en el que no le han faltado viajes y experiencias, gente nueva y valiosa, lectores, alabanzas y premios, Jesús Carrasco atribuye lo sucedido con Intemperie a un trabajo en equipo "en el que todos hemos dado lo mejor de nosotros. Yo escribí el mejor texto que pude y en Seix Barral no han escatimado ni en trabajo ni en pasión". Es consciente de que "tu primera novela puede, intencionada o casualmente, sorprender y hacerse un hueco, pero mantener el tipo durante décadas como hacen Muñoz Molina o Chirbes, es algo mucho más complejo". Su balance es "positivo. Lo mejor ha sido poder dialogar con tantas personas sobre libros y sobre ese veneno que es la literatura". Y ya está trabajando en la siguiente, "de momento a media máquina, porque todavía tengo compromisos, pero mi idea es concentrarme en ella partir de enero. Lo que no sé es cuándo será publicada. No tengo prisa".