Tom Sharpe. Foto: Christian Maury
Tom Sharpe (Londres, 1928) vivió una infancia difícil, marcada por un padre autoritario que intentó inculcarle un ideario fascista. Estudió Historia en la Universidad de Cambridge, y tras realizar el servicio militar se trasladó a Suráfrica, donde escribió Natal, una crítica al régimen del Apartheid. Las represalias no se hicieron esperar y fue encarcelado por comunista y peligroso, y deportado. Durante más de diez años ejerció como profesor en Cambridge, y de su experiencia educativa surgiría Wilt, una sátira de la estirada educación británica. La novela dio paso a varias secuelas, como Wilt no se aclara y La herencia de Wilt, y fue llevada al cine en 1989.
Entre sus escritos, además, destacan Reunión tumultuosa, Exhibición impúdica, Una dama en apuros, Vicios ancestrales, La gran pesquisa, Becas flacas y Los Grope. Impregnó su obra de un humor corrosivo y en 1986 recibió el Gran Premio del Humor Negro.
"Él se definía como un clown", destaca su editor en España, Jorge Herralde, con quien mantuvo una amistad durante décadas. "Era una persona muy modesta. Desde luego, hacía reír a la gente, pero por debajo había indignación. Era el epítome del humor negro. Estaba muy a disgusto en la sociedad inglesa, odiaba su esnobismo y su clasismo, y a través del humor más salvaje hizo una crítica exactísima". "No sé muy bien qué es esto del humor negro, no sabría explicar en qué radica su idiosincrasia. Tampoco sé en qué se distingue el humor inglés del de otras nacionalidades, lo que sí tengo claro es que se sustenta en referencias culturales propias de cada pueblo", explicó Sharpe a El Cultural. "Inglaterra es la patria del humor, desde el sofisticado de Wilde al más salvaje y disparatado de Douglas Adams o el propio Sharpe", puntualiza Herralde.
En la presentación de La herencia de Wilt, Sharpe declaró que su intención era seguir escribiendo hasta el final de sus días, igual que su referente literario P. G. Wodehouse, "sin duda, el gran maestro del humor inglés". Herralde declara que "casi" ganó esta batalla, pues "cuando acabó La herencia de Wilt, estaba empezando a escribir sus memorias. Pero le resultaba incómodo rememorar su historia familiar y sus encontronazos con su padre, que era un filonazi. Así que, que yo sepa, lo dejó aparcado".
Menos conocida es, sin embargo, su faceta como fotógrafo. Durante los años que vivió en Suráfrica, Leica en ristre, inmortalizó las chabolas y la vida de los suburbios negros, en unas condiciones de vida miserables. La mayoría fueron confiscadas por las autoridades antes de que fuera deportado, pero en Inglaterra continuó con esa actividad antes de consagrarse por completo a la escritura. "Me gustaba salir a la calle con mi cámara y dejarme llevar por lo que veía, no hacía más que mirar y captar", declaró, con motivo de la exposición itinerante de sus fotografías de las calles de Cambridge en los años sesenta.