Paul Krugman. Foto: Dan Deitch.

El Nobel de economía norteamericano visita España para presentar ¡'Acabad ya con esta crisis'!, un recetario de teorías keynesianas brindado a nuestro políticos para que nos saquen del atolladero de una vez

El título del último libro de Paul Krugman es una orden: !Acabad ya con esta crisis! (Crítica). El Nobel de economía norteamericano, profesor en la Universidad de Princeton y columnista de The New York Times, la dirige a nuestros gobernantes. Él cree firmemente que la política todavía puede marcar a la economía el camino más beneficioso para el interés general. Y que en su mano está salir del atolladero. Keynesiano convencido ("No dogmático", precisa), propone como receta un incremento del gasto público para dar impulso de nuevo al crecimiento. Eso para Estados Unidos. Para España, en cambio, plantea otra fórmula: un incremento de la inflación, no seguir bajando los salarios y una aplicación más suave y progresiva de los programas de austeridad. Y para la supervivencia del euro, invoca al Banco Central Europeo: "Debe comprar masivamente bonos de los estados con problemas". Si no lo hace así, el horizonte que dibuja es casi apocalíptico: colapso de la moneda única, fuga de capitales en países como España e imposición del corralito. Este funesto vaticinio lo pronuncia durante una entrevista con elcultural.es en la Fundación Rafael del Pino. Y da miedo, porque él es un experto en crisis financieras (el Nobel lo ganó por sus investigaciones en este terreno) y sus afirmaciones tienen una repercusión mediática brutal (el día que dijo que España caminaba hacia el corralito tuvo que salir al paso de sus declaraciones el mismísimo Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda). Aunque admite también que los acuerdos alcanzados en la última cumbre europea son un paso acertado. Eso sí, "hay que dar muchos más".



Pregunta.- El título de su libro es una orden. ¿A quién la dirige?

Respuesta.- Por supuesto, a los políticos, pero también a la sociedad entera, para que presione a la clase política y no deje de exigirle que solucione esta crisis de una vez, porque es una crisis que se puede solucionar con decisiones políticas.



P.- ¿Cree de verás que la política todavía puede controlar a la economía?

R.- Sin duda. De hecho, creo que los problemas económicos que padecemos tienen todos un trasfondo político, y que son decisiones políticas las que deben para adoptarse para salir del atolladero.



P.- "No es una crisis es una estafa". Es uno de los lemas clásicos del movimiento indignado. ¿En qué medida es cierto?

R.- Hay una gran parte de verdad en esa afirmación. Puedo llegar a hacerla mía. Hay una broma común entre los economistas cuando intentamos analizar las políticas económicas de los Estados: decimos si las ha diseñado un estúpido o un malvado. Y creo que en los últimos años ambas interpretaciones son ciertas. Se han desarrollado políticas equivocadas por ignorancia pero también para favorecer a grupos concretos con mucho poder.



P.- ¿Quiénes son los principales estafadores?

R.- Son fundamentalmente dos. Por un lado, los bancos, que, después de provocar esta recesión, ahora tienen que ser rescatados con dinero público, aun cuando siguen cometiendo los mismos errores de antes: es rara la semana en la que no tenemos conocimiento de un nuevo escándalo bancario. Y por otro, las políticas destinadas a desmantelar el estado del bienestar, justificando sus medidas en el exceso de endeudamiento público. Pero luego dicen que hay que adelgazar el peso del Estado, demostrando que no es ese presunto exceso de endeudamiento el que motiva su actuación. Su intención no es otra que acabar con el modelo de bienestar.



P.- Dice que le tenemos demasiado miedo a las agencias de calificación... ¿No son para tanto?

R.- Pues no. A Estados Unidos Standars and Poor's le degradó la deuda hace unos meses. ¿Y qué ha pasado? Nada, absolutamente nada. Estas agencias saben lo que podemos saber todos, la información de que disponen es de dominio público. No contribuyen en nada a la economía. Es un disparate que los países desarrollen sus políticas fiscales con base en sus apreciaciones.



P.- Sabe usted que alzó una buena polvareda aquí cuando advirtió que España podía sufrir un corralito. ¿Lo sigue pensando?

R.- [Alza por primera la vista para mirar al entrevistador. Hasta ahora sólo miraba la mesa, reconcomido en sus respuestas] Bueno, realmente creo que hubo un malentendido. Yo dije que ese escenario era posible si fracasaba el euro, lo cual no es una hipótesis descabellada. Yo diría que hay un 40% de posibilidades de que algo así suceda.



P.- !¿Tantas?¡ ¿Incluso después de la última cumbre europea, en la que Merkel, parece, dio su brazo a torcer?

R.- Bueno, antes de esta cumbre yo hablaba de un 50% de posibilidades. Lo acordado el otro día es muy positivo, sobre todo para España, que recibirá los préstamos a sus bancos de una forma más ventajosa de como estaba prevista en un principio. Pero esta es sólo una pequeña fracción de lo que habría que hacer para salvar el euro.



P.- ¿Qué más habría que hacer para bajar ese porcentaje entonces?

R.- Principalmente, dos cosas, que involucran ambas al Banco Central Europeo. La primera sería que se decidiera a comprar más bonos de los estados con problemas, a gran escala. Y la segunda, permitir a España elevar su inflación hasta un tres por ciento para hacerla más competitiva.



P.- Pero con los recortes salariales que estamos sufriendo en España es difícil que la inflación aquí pueda subir...

R.- Es que esas políticas de austeridad y recortes son un error que están agravando la recesión. Lo que habría que hacer, en realidad, no es bajar los salarios en España sino subirlos en Alemania, de ese modo la mano de obra de España volvería a ser más barata y las empresas empezarían a plantearse de nuevo instalarse aquí. Durante la burbuja inmobiliaria los precios y los salarios en España se dispararon mientras que en Alemania se mantenían estables o crecían muy poco. Esto ha provocado una asimetría que ahora debería arreglarse.



P.- En su opinión poner en marcha el crecimiento no es tan complicado y más barato de lo que parece. Dice, metafóricamente, que basta cambiar la batería del coche, no comprar otro coche nuevo. ¿Dónde está en la economía mundial esa batería que no funciona?

R.- Aquí hay que distinguir entre Estados Unidos y Europa. En Estados Unidos el problema es el excesivo endeudamiento del sector privado. Éste no puede ahora abordar grandes inversiones. En esta situación es el Estado el que debe suplir su falta de inversión. Esa es la manera de impulsar la economía y de que el sector privado vuelva a coger músculo. Europa lo tiene más complicado, por tener una moneda única pero con distintos gobiernos.



P.- En qué sectores habría que realizar esas inversiones que usted predica. Se lo pregunto porque en España se ensayó un plan [Plan E] de inversión pública masiva que sirvió para cebar de nuevo a la construcción y tuvo resultados pírricos. Pan para hoy y hambre para mañana.

R.- Yo no defiendo que se incremente el gasto público en España, lo que si pido es a que los países en recesión no se les aplique las políticas de austeridad de manera tan severa y brusca. Deberían aplicarse más progresivamente. Mi receta para Estados Unidos sí se basa en el gasto público. Las entidades regionales y los ayuntamientos deberían contratar más policías, más enfermeros, más limpiadores..., y el estado debería llevar a cabo algunas infraestructuras: carreteras, puentes...



P.- ¿Tiene usted un busto de Keynes en su casa que utiliza como oráculo y le hace preguntas por las noches antes de dormir?

R.- [Risas] Bueno, hay muchos compañeros más keynesianos que yo. Algunos dicen que yo ni siquiera soy un keynesiano auténtico. Lo cierto es que yo no comparto todas sus conclusiones, pero sí la mayor parte.