Jesús María Amilibia: "Me fastidia el temor reverencial a la monarquía"
El periodista y escritor fantasea con el futuro de la corona en Érase una vez un príncipe republicano
3 abril, 2012 02:00Jesús María Amilibia. Foto: Connie G. Santos.
Un accidente poco regio acaba con la vida del Rey. El Príncipe pretende abdicar para permitir la llegada de la República, pero la Reina y la princesa no lo permitirán, cueste lo que cueste. Este es el argumento de la novela de Richard Lod. El libro es un éxito de ventas y el escritor puede dejar por fin su trabajo como guionista en Testimonios Vivos, un programa de la televisión de la Iglesia que combina sensacionalismo, exaltación mariana y solidaridad económica. Pero un insólito hecho multiplica exponencialmente las ventas del libro: poco después de su lanzamiento, el auténtico rey muere exactamente como él describe en su libro. Muchos ven en Lod a un iluminado, a un Nostradamus moderno, pero otros, en especial la reina, verán en él a un conspirador contra la corona. Ésta es la doble ficción que el periodista y escritor Jesús María Amilibia (Bilbao, 1943) construye en su último libro, Érase una vez un príncipe republicano (editado por Principal de los Libros). La historia transcurre en Macón, una versión esperpéntica, casi distópica, de España: el país hace aguas por todas partes, la Segunda Gran Crisis ha dividido a la población entre policías y ladrones y los detenidos son tantos que los estadios deportivos se han convertido en cárceles improvisadas. Ante esta situación, no parece tan descabellado que el príncipe rehúse sentarse en un trono con tres patas rotas.Pregunta.- Macón es España con una vuelta de tuerca...
Respuesta.- La imaginación remite siempre a lo que conoces, de forma consciente o inconsciente. Obviamente, en mi novela hay guiños maliciosos a la actualidad.
P.- ¿Cree que el príncipe Felipe es republicano en secreto?
R.- No lo conozco, pero lo dudo mucho. Sería ir contra la sustancia de su vida, de su educación, de su futuro. Lo que me hizo escribir la novela es, precisamente, que se trata de un imposible, de una utopía. Me encantan las contradicciones a la hora de escribir ficción.
P.- ¿Y si abdicara?
R.- Me sorprendería una barbaridad, pero me vendría muy bien para vender muchos miles de ejemplares.
P.- Ya no digamos si el rey tuviera un percance similar al que describe en su libro...
R.- Eso sería ya la coincidencia de la coincidencia, un doble golpe de azar. Entonces sí que vendería millones de ejemplares, aunque naturalmente no le deseo que le pase algo así a nadie.
P.- ¿Cuánto cree que le queda a la monarquía española?
R.- No lo sé, pero yo tengo mis dudas sobre si Felipe llegará a reinar, con todo lo que está pasando. En cualquier caso, un síntoma de madurez democrática sería que este país se olvidara de la Segunda República, de esa maldición que nos retrotrae siempre a la república de la Guerra Civil. Hay que desechar esa idea, este país se merece una república al estilo francés.
P.- Érase una vez un príncipe monárquico no sólo es una visión satírica de la monarquía, también arremete contra lo más rancio de la Iglesia.
R.- Yo lo que hago es una crítica al fanatismo, podría haber sido un caso de integrismo islamista o mormón, pero lo que tenemos más a mano en este país es el catolicismo rancio.
P.- Su anterior libro, El diario secreto de ZP, iba a ser publicado por una gran editorial y en el último momento se echaron para atrás. ¿Ha tenido problemas para publicar esta novela?
R.- Lo de ZP fue una coña marinera, seguro que él mismo se habría reído, suponiendo que tenga sentido del humor. Con esta no he tenido problemas, aunque parece que nunca se puede decir nada de la familia real. Me fastidia ese temor reverencial de acólitos con la monarquía. En una redacción dices la palabra "rey" o "príncipe" y la gente se echa a temblar. Nunca defenderé el insulto o la agresividad, pero ya estoy harto de este imperio de lo políticamente correcto.
P.- Usted participó en el programa Bla, bla, bla, con el que nació un tipo de periodismo que, muy desvirtuado, se transformó en la actual televisión basura. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí y qué va a pasar con esa forma de entretenimiento?
R.- Yo hacía una crónica de gente que era famosa por su profesión: artistas, literatos, toreros, deportistas... no de los que se hacen famosos porque van a la televisión para hablar de una prima. Salía gente como Cela, Fernán Gómez o El Cordobés. Era una crónica con ironía pero amable. La tele es un negocio y se dieron cuenta de que lo que vende es el cotilleo infame, con insultos y agresividad. Esta idea siempre ha estado latente desde la época de las corralas y los patios de vecindona. Es algo muy español que ya aparece en la literatura picaresca de los tiempos de Quevedo.
P.- Usted es un periodista todoterreno y curtido, ¿qué le dice su olfato sobre el futuro de la prensa escrita?
R.- Está ocurriendo un extraño fenómeno. Está naciendo algo que no acaba de nacer a la vez que está muriendo algo que no acaba de morir. Estamos en un entreacto. En los periódicos digitales no termina de consolidarse la publicidad, y hay fenómenos sorprendentes como el auge que está teniendo de nuevo la prensa escrita en EEUU. Unos medios desaparecen y otros crecen con más fuerza. Tengo la seguridad de que no hay ninguna seguridad. A la tele, en cambio, le irá bien, porque inventarán lo que haga falta para tener a la audiencia cogida por el cuello. En cuanto a la radio, siempre será la radio, es el gran medio, tengo mucha nostalgia de mis tiempos en ella. Tiene una frescura y una capacidad de encanto que no tienen otros medios.
P.- ¿Está escribiendo ya su próximo libro?
R.- No, pero tengo uno pendiente de publicar. Lo que ocurre es que mis novelas no las quieren las grandes editoriales, solo quieren histórica, que busques una amante de Felipe II, pero yo prefiero imaginar cosas absurdas.