Simón Bolívar
El libro de Enrique Krauze ofrece las claves de la historia intelectual y política de unos países que tienen muchos puntos en común con España, aunque no nos resulte fácil comprenderlos.
La reveladora anécdota, una de las muchas que cuenta Enrique Krauze en Redentores, ofrece algunas claves de la relación entre hombres de ideas y hombres de poder en el mundo latinoamericano. El líder panameño apreció la amistad del novelista, porque los hombres de letras siguen gozando de una consideración social que les permite otorgar legitimidad, pero a su vez García Márquez no desdeñó la amistad de quien se sentía identificado con el dictador de su novela.
Lo más notable es que el imaginario protagonista de El otoño del patriarca no es un caudillo revolucionario que se presente como el redentor de su pueblo, sino un déspota más próximo a Trujillo que a Castro. La "seducción de Siracusa", que llevó a Platón a confiar en un tirano para construir el Estado ideal y que Mark Lilla ha reencontrado en la extraña atracción que el fascismo y el comunismo tuvieron para los intelectuales europeos en la primera mitad del pasado siglo (Pensadores temerarios, Debate, 2004), tiene raíces propias en América latina.
Quien desee adentrarse en el fascinante mundo de la intelectualidad latinoamericana, de sus frustradas aspiraciones a una revolución redentora y de sus desengaños políticos, durante el siglo largo que va de los años de José Martí a los de Hugo Chávez, encontrará una óptima guía en Redentores, el último libro del gran historiador mexicano Enrique Krauze. Nacido en 1947, colaborador durante 20 años de Octavio Paz en la revista cultural "Vuelta", director desde 1999 de su heredera "Letras Libres", y autor de un penetrante ensayo sobre Chávez (El poder y el delirio, Tusquets, 2008), Krauze combina con un estilo brillante la biografía, la historia de las ideas y la reflexión política. Los protagonistas de Redentores son doce intelectuales y líderes políticos, cuyas semblanzas traza Krauze en unos ensayos casi siempre breves y siempre incisivos.
Es difícil que el lector olvide algunos retratos de Redentores, como el del introvertido intelectual uruguayo José Enrique Rodó, quien en su influyente ensayo Ariel (1900) postuló una nítida contraposición entre la noble y espiritual cultura hispanoamericana y el materialismo angloamericano. O el del "caudillo cultural" mexicano José Vasconcelos, que se consideraba discípulo de Plotino, fue el promotor de la política cultural de su país en los años veinte e impulsor de los grandes muralistas que crearon la iconografía mítica de la Revolución mexicana, creyó que en las elecciones de 1929 le habían robado la presidencia de la República y más tarde simpatizó con el fascismo. O el del austero e independiente intelectual peruano José Carlos Maríátegui, fallecido en 1930, que fundió marxismo e indigenismo.
No menos interés tiene la semblanza que hace Krauze del mítico Che Guevara, el "santo enfurecido", versión laica de la tradicional figura del fanático religioso, cuya capacidad de auto sacrificio se combina con la voluntad de sacrificar a los demás en aras de un ideal inalcanzable. Otros retratos forman curiosas parejas, como la de esos grandes maestros de la lengua española que son el colombiano Gabriel García Márquez y el peruano Mario Vargas Llosa, empedernido admirador de Castro, el primero, y apóstol converso del liberalismo, el segundo. O los retratos de los dos impulsores de la emancipación indígena en Chiapas, el obispo Samuel Ruiz, émulo de su antecesor Bartolomé de las Casas, y el revolucionario posmoderno, siempre cubierto con un pasamontañas, que se hacía llamar subcomandante Marcos y tuvo una gloria tan súbita como efímera.
Pero Redentores es algo más que una recopilación de excelentes ensayos biográficos. Al concluir su lectura se tiene la sensación de haber intuido algunas claves de la historia intelectual y política de unos países que tienen muchos puntos en común con España y a los que sin embargo no nos resulta fácil comprender, sobre todo desde que nuestra trayectoria se ha incorporado al nuevo modelo europeo basado en la tríada de democracia, economía de mercado y Estado del bienestar. Un modelo muy poco épico al que América Latina se va acercando también, pero sin que ello haya supuesto todavía la desaparición de esas aspiraciones redentoras, tan arraigadas en el mundo intelectual latinoamericano, que constituyen el eje interpretativo de Krauze. "Mientras haya pueblos sumidos en la pobreza y la desigualdad, -concluye el historiador mexicano- aparecerán redentores (por lo general universitarios) que sueñen con encabezarlos y liberarlos. Ante ellos, sólo cabe oponer la insípida, la fragmentaria, la gradualista pero necesaria democracia, que ha probado ser mucho más eficaz para enfrentar esos problemas".
¿Cuáles son pues los factores que durante más de un siglo han dado impulso al redentorismo latinoamericano? La respuesta de Krauze incluye factores de carácter universal y otros específicos de América Latina. Entre los primeros hay que destacar la crisis del liberalismo clásico, que fue inicialmente un fenómeno europeo, se agudizó por el impacto de la I Guerra Mundial y se difundió por América Latina en los años 20. El marxismo y el mito soviético encontraron allí terreno fértil, en parte por el generalizado rechazo hacia los Estados Unidos, que encarnaban en América el modelo liberal, un rechazo que no tenía su origen en ensoñaciones más o menos raciales de Rodó o Vasconcelos, sino en hechos bien reales. Krauze recuerda que la terrible matanza perpetrada por tropas colombianas contra trabajadores en huelga de una empresa agrícola estadounidense no es una ficción propia del realismo mágico de Cien años de soledad, sino que se basa en un hecho ocurrido en 1928, y que durante largas décadas los gobiernos de Washington, lejos de apoyar a los demócratas latinoamericanos, favorecieron a los dictadores.
Pero más allá de la crisis del liberalismo, de la influencia marxista y del sentimiento antiestadounidense, Krauze percibe el lejano influjo histórico de un orden basado en la Monarquía hispana y en la Iglesia católica. Según el historiador mexicano, el respeto al monarca se trasmutó en adhesión a los caudillos y la esperanza cristiana se convirtió en esperanza revolucionaria en una redención terrena.