Martin Amis, este jueves en Barcelona. Foto: Antonio Moreno

Esboza de vez en cuando un castellano tímido, forjado en los mútliples y prolongados contactos que ha mantenido con España a lo largo de los años. Su madre vivió en Ronda en época de Franco y dos hermanos suyos siguen haciéndolo hoy, a lo que se añaden los dos años que pasó en Uruguay en compañía de su esposa, Isabel Fonseca, uruguaya y también escritora.



"Muy pronto -explica- nos trasladaremos a vivir a Nueva York, puesto que mis suegros tienen algunos problemas de salud. Eso cambiará en algo la perspectiva de mis novelas, el ángulo desde donde escribo. Aunque en realidad ya llevo muchas páginas escritas desde la perspectiva americana, ya que viví en Estados Unidos entre los 9 y los 10 años y eso se refleja en mi novela Tren Nocturno, en la que el protagonista es norteamericano. De hecho, me considero un novelista del Atlántico, a medio camino entre Estados Unidos y Gran Bretaña. Un poco como Henry James aunque mi escritura es bien distinta a la suya. Digamos que la prosa de los americanos es más fresca y más directa y los británicos tenemos una manera de narrar más encorsetada".



El caso es que Martin Amis (Oxford, 1949) pasa fugazmente por Barcelona estos días para presentar su última novela, La viuda embarazada (Anagrama), 500 páginas de una prosa ágil e ingeniosa, teñida de un finísimo humor inglés, que ha tardado más de seis años en escribir y que ha levantado sonoras polémicas en su país. La acción transcurre durante un fulgurante verano de 1970 y se sitúa en un castillo italiano en el que se reúnen unos cuantos jóvenes británicos deseosos de experiencias nuevas y ávidos de conocerse unos a otros. Son los años de la revolución sexual, del auge del feminismo, de la minifalda y el bikini, y de la música de los Beatles y los Rolling Stones.



La obra está estructurada en varios libros, según las novelas clásicas inglesas de los siglos XVIII y XIX porque, explica su autor, "hay que conocer a los clásicos, leerlos y empaparse de ellos. A mis alumnos de Escritura Creativa de la Universidad de Manchester siempre les digo que al menos han de saber contra qué tradición escriben. Esta novela se nutre de dicha tradición, el propio protagonista estudia Literatura Inglesa clásica, lo que le lleva a pasar mucho tiempo leyendo el corpus completo de esas obras. Además, sigo la tesis de los grandes autores del XVIII y XIX, que no es otra que despertar la intriga del lector acerca de si la heroína de la novela mantendrá finalmente relaciones sexuales o no. En esa época, eso no era posible a no ser que la dama en cuestión se emborrachara o consumiera algunas drogas".



Pero Amis va un poco más allá. Registra en su propio baúl de los recuerdos hasta que lo que había empezado como una novela autobiográfica deja de serlo "por la sencilla razón -aclara- de que uno no puede escribir acerca de sus experiencias sexuales porque eso sería asqueroso. Mi padre, que también era escritor, siempre decía que un novelista no puede escribir sobre sexo porque ese es un tema demasiado onírico y personal. La novela ha de tratar de aspectos universales y los sueños y las relaciones sexuales no lo son. Pero yo sigo la tradición literaria inglesa y escribo sobre sexo como en su momento hizo D. H. Lawrence, extendiéndome sobre la intensa tormenta emocional que genera la relación sexual. Y en esta novela esa presencia está justificada porque incide de modo decisivo sobre el desarrollo de la acción y la evolución de sus personajes, ya que la trama no es otra que la revolución sexual de los 70 y que yo, como toda mi generación, viví en primera persona".



Y esa experiencia común, convenientemente teñida de licencias literarias, es la que articula la apasionante narración de su última novela, mezclando sabiamente realidad con ficción. "A partir de los 45 años -ontinúa Amis- uno empieza a pensar en la muerte. Y a los 50 la vida te ofrece un gran regalo, el pasado, un continente virgen y un gran recurso creativo todavía por explorar. Una vez cumplidos los 60 todo se hace más frágil, y a menudo piensas que esto no puede acabar bien de ninguna de las maneras. La vida real es una sucesión contínua de acontecimientos brutales, uno detrás de otro. A mí me gusta recurrir a un símil muy gráfico: la ficción es como un zapato de tacón de aguja, sofisticado y elegante. Y la vida es el pie, una parte realmente fea de nuestro cuerpo, llena de imperfecciones como durezas y juanetes. La novela y la ficción ignoran la brutal realidad, igual que el estilizado zapato femenino ignora la deforme fealdad de un pie".