Eudora Welty
Eudora Welty. Foto: Tannen Maury
La diferencia entre el norte y el sur de EE.UU resulta hoy menos perceptible que durante la juventud de Eudora Welty (Jackson, Misisipi, 1909-2001). Entonces el ambiente sureño, conocido universalmente por la película Lo que el viento se llevó, se presentaba en imágenes idílicas, pobladas de esclavos de color felices sirviendo a los afortunados. Un territorio de caballeros regido por maneras refinadas, pero cuya utópica vida social ocultaba la auténtica realidad humana que Welty y Faulkner, entre otros, desvelarán utilizando diferentes registros narrativos y lingöísticos.Ella representó las aristas de las relaciones interpersonales con maestría inigualable. Su centenario es festejado este año. El Museo de la Ciudad de Nueva York ofrece una exposición de sus fotografías de la Gran Depresión que conmemora una faceta menos conocida de su personalidad artista: la de fotógrafa. Está escritora reprodujo en sus novelas y cuentos los diálogos propios del terruño, en sus más diversos tonos coloquiales, y supo asimismo retratarlos -la afición a la fotografía la heredó del padre-. Welty es junto con Alice Munro, su rendida admiradora, una de las dos mejores cuentistas del pasado reciente.
Cuando la narradora publicó la primera de sus colecciones de relatos, Una cortina de follaje (1941), prologada por Katherine Anne Porter, consiguió un éxito inmediato. Las reseñas indicaron ya entonces la rica conciencia de la vida representada en aquellos textos, su profunda fuerza humana y su complejidad emocional. Sus cuentos resultan, como los de Rulfo, difíciles de resumir, porque la descripción del ambiente domina sobre el personaje. Destaco "Por qué vivo en la oficina de correos", donde una mujer harta de su familia, de su hermana que le quitó el novio y que además la acusó en falso, se marcha a vivir a una diminuta oficina de correos.
La red grande (1943) es el título del libro que comparte con un cuento extraordinario, en el que una joven embaraza de tres meses Hazel Jamieson gusta de tener escarceos sexuales con su marido. Cuando éste, William Wallace Jamieson, pasa una noche fuera de casa, de fiesta con los amigos, a su regreso por la mañana se encuentra con una nota de la esposa diciendo que se iba a ahogar. El resto son los vaivenes de la búsqueda reveladores de la tensión de la vida en el Misisippi.
La novia de Innisfallen (1955) supuso un cambio en su trayectoria narrativa, pues los cuentos no trascurren en el sur de los EE.UU. En el que da título a la colección, una joven americana que piensa abandonar a su marido viaja rodeada de un grupo de personas de Londres a Cork, en Irlanda. La caracterización del ambiente en el tren y la identidad de los personajes está trazada con una mano verdaderamente maestra.
Las manzanas doradas (1949), quizás su mejor libro, ofrece en forma condensada el carácter del universo, los espacios creados por Welty. Ocurre en Morgana, una urbe inventada por la autora. Abre el volumen una lista de habitantes de la misma. El propósito del volumen resulta bien claro: mostrarnos esta ciudad donde reina la educación, las maneras corteses de la gente, aunque por debajo asome la frustración, la violencia y la hipocresía.
Durante años muchos utilizamos un programa de correo electrónico llamado Eudora, que honraba la memoria de Welty. Un placer aún mayor se deriva de la lectura de estos textos, susceptibles de múltiples y gozosas relecturas.