Homenaje a Fray Luis de León
Margherita Morreale
2 octubre, 2008 02:00Este libro es una obra filológica, de las que se publican cada cien años. Mil cuatrocientas páginas sobre las letras, en torno a fray Luis de León y, sobre todo, a su obra poética, permiten recorrer todas las disciplinas filológicas: cómo se puntúa, cómo se acentúa y se tilda, cómo se han de escribir las letras, qué significan las palabras, cómo se engarzan las frases y por qué normas gramaticales se organizan las expresiones para que digan con primor, de qué modo se configuran los versos, cómo se recuerdan y se rehacen los tópicos desde la antigöedad cristiana y grecolatina hasta que, recogidos por fray Luis, reaparecen en sus odas o en sus textos. Al crear ese panorama no faltan -es habitual en M. Morreale- los tirones de orejas a las normas de la RAE, a los críticos consagrados, a los malos hábitos académicos o editoriales, a la penuria cultural. Apenas hay rincón a donde la hispanista no acuda para analizar, reflexionar y proponer, de manera que a la postre el libro se constituye también como vademécum para el empleo de la lengua y la interpretación de los textos. Y así habrá de consultarse y tenerse en cuenta de ahora en adelante. No podré llegar al detalle de cada uno de los mil ejemplos aducidos, pero sí puedo proclamar la excelencia general del estudio y plantear la discusión fructífera sobre los aspectos más frágiles -la métrica, las referencias a la lectura y la entonación, el cerrar el circuito con el hallazgo de la fuente o el desmenuzamiento sin acudir a mayores…-, sobre todo para disculpar los que provienen de campos críticos con bibliografía espesa, imposible de mantener actualizada.
Lo más llamativo es el trasluz de las odas, es decir, cómo sale de enriquecida la lectura de cualquier texto clásico si, como se explica alguna vez, leemos según sonaban y decían entonces sus versos, no según ahora nos parece, lo que exige algo que hoy es difícil de obtener: educación mínima, amor a la lectura, conocimientos históricos, apetito cultural… En definitiva, esfuerzo e imaginación, los dos grandes ausentes de nuestro tiempo. En las hermosas páginas prologales, se predica. Casi es mejor que dejemos a la autora venir con sus palabras:
"Hoy la ciencia se afana por descubrir la edad, forma, constituyentes y expansión del universo y el auge de la investigación científica limita el alcance un saber retrospectivo como el filológico y el humanístico; pero ¿ha de menguar por esto el reconocimiento de los valores que los sabios y poetas del pasado nos han trasmitido con su capacidad de contemplación del entorno?... Aturdidos por la plétora de información que nos llega de los cuatro rincones del orbe, sentimos la atracción de un "secreto seguro deleitoso", desde donde la contemplación de la naturaleza se le traducía al fraile agustino en intimidad y orden interior (…) por mucho que cambie la concepción del
mundo y se afinen las ciencias (…) nos servimos de una lengua que refleja antiguos horizontes y antiguos saberes, expresándonos con vocablos científicamente desfasados que promulgan un consenso de base acerca de las percepciones comunes, facilitan la expresión de sentimientos duraderos y encaminan hacia la poesía".