Murakami a orillas de Kafka
Se publica en España "Kafka en la orilla" la esperada novela del escritor japonés
16 noviembre, 2006 01:00Haruki Murakami. Foto: Tusquets
Cuenta la leyenda que Haruki Murakami (Kioto, Japón, 1949) decidió convertirse en escritor una tarde de 1978, en Tokio, mientras asistía a un partido de beisbol cerveza en mano. Apasionado de la novela norteamericana a pesar de que su madre enseñaba literatura japonesa, se creía sin ningún talento como escritor y se conformaba con vivir su otra pasión, el jazz, en su club nocturno, pero al escuchar cómo el bate de un jugador golpeaba la pelota sintió que había llegado el momento de lanzarse. "Fue un momento de plenitud, de felicidad. Cogí la pluma y me convertí en escritor". Casi treinta años después Murakami es el autor japonés contemporáneo más admirado en Occidente (con permiso del Nobel Kenzaburo Oé), al punto que Kafka en la orilla fue elegida en 2005 Libro del Año por el New York Times. Ahora aparece en castellano, publicado por Tusquets.
Enigmático y esquivo, muy celoso de su vida privada, Haruki Murakami siente verdadera fobia hacia las entrevistas, y apenas ha accedido a hablar de Kafka en la orilla con su editor americano y con Philippe Coste, de la revista francesa "L’Express", a quien le ha confesado que el protagonista de la novela, Kafka Tamura, sí se le parece: "Yo fui hijo único y me inventé un mundo aparte, lleno de libros, de música y de conversaciones con mis gatos". Fascinado por Truffaut, reconoce que "en el joven Kafka Tamura se esconde el pequeño Antoine Doinel de Los cuatrocientos golpes. Sus edades, sus fugas, sus miedos, sus búsquedas son comparables. Sentí la soledad cuando, al salir de la universidad, me negué a seguir el camino establecido, y comenzar a trabajar en una gran empresa o como funcionario del Estado. Hace treinta años, la sociedad japonesa era mucho más estricta que hoy. Cuando se escogía ser un marginado, un outsider, no había vuelta atrás. Igual que para Doinel".
Otra sorpresa: al periodista francés Murakami le confiesa su desilusión por no haber podido correr (a causa de una tempestad de nieve) sus diez kilómetros diarios alrededor del campus de la Universidad de Harvard, que le acogía como escritor invitado en el momento de la entrevista. Ahora ha vuelto a Japón y no acepta entrevistas al menos hasta diciembre. Y como "hay que estar en forma para vivir una existencia malsana", se levanta cada día a las cuatro de la mañana, 365 días al año, corre varios maratones cada temporada de manera anónima en distintos países del mundo y lleva una vida casi monacal que le permite "una concentración intensa, casi en trance" esencial para su escritura.
Quizá por eso, por esa necesidad de paz que contrasta con sus siete años regentando su propio club de jazz, convencido entonces de su falta de talento para escribir algo distinto al menú, sólo le desvela a su editor los secretos del libro. Por ejemplo, qué le ha hecho reinventar el mito de Edipo y si lo tenía previsto cuando comenzó Kafka en la orilla o si fue surgiendo a medida que iba escribiendo el libro.
-El mito de Edipo -explica Murakami- es sólo uno de los temas de la novela, y no necesariamente el elemento central. Desde el principio planeé escribir sobre un quinceañero que huye de su siniestro padre y comienza un viaje en busca de su madre, lo que naturalmente tiene mucho que ver con el mito de Edipo. Pero, como le decía, yo no tenía ese mito en la cabeza desde el principio, aunque los mitos estén en el origen de todas las historias. Cuando escribimos un relato no podemos evitar que esté relacionado con toda clase de mitos, que son una suerte de depósito en el que están todas las historias.
-Antes de que el concepto de "posmodernidad"se pusiera de moda, Kafka exploró esa peculiar condición de aislamiento absoluto asociado ahora al mundo posnuclear y al nuevo milenio. ¿Bautizó a su protagonista con su nombre pensando en estos temas o por otras razones?
-No hace falta decir que Kafka es uno de mis autores preferidos, pero no creo que mis novelas o personajes estén directamente influidos por él. Lo que quiero decir es que el universo narrativo de Kafka es tan completo que intentar seguir sus pasos no sólo resulta absurdo sino demasiado arriesgado. En realidad me veo a mí mismo escribiendo novelas en las que, a mi manera, desmantelo el universo narrativo de Kafka de la misma manera en que éste, por su parte, había desmantelado el sistema narrativo anterior. Supongo que eso puede entenderse como una especie de homenaje a Kafka. A decir verdad, no tengo una idea muy clara de lo que significa eso de "posmodernidad" , pero tengo la sensación de que lo que estoy intentando hacer es ligeramente distinto. En realidad lo que quiero ser es un escritor único, diferente a todos los demás. Quiero ser un escritor que narra sus historias como ningún otro .
-Nakata, el otro protagonista de la novela, fue víctima de un misterioso accidente escolar en su infancia y no se parece a nadie de los que le rodean. ¿Qué le llevó a crear un personaje así?
-A mí siempre me ha interesado la gente que ha sido arrojada fuera de la sociedad, aquella que ha sido retirada o apartada. La mayoría de los personajes de Kafka en la orilla, están, en un sentido u otro, fuera de lo establecido como normal. Nakata es uno de ellos, quizá el más claramente marginado. ¿Que porqué creé un personaje como él? Debe de ser porque me gusta. Es una novela larga, y un autor tiene que tener al menos un personaje al que ame incondicionalmente.
Pero a Murakami no sólo le gusta poblar sus relatos de marginados. Por todos ellos, y en esta novela muy especialmente, se pasean, majestuosos, los gatos. Como en Al sur de la frontera, el oeste del Sol (Tusquets, 2003), donde escribió "Así descubrimos que los dos teníamos muchas cosas en común. A ambos nos gustaba leer. Y escuchar música. A ambos nos encantaban los gatos. A ambos nos costaba expresar nuestros sentimientos", también en Kafka el amor a los felinos sirve para identificar almas gemelas . "Los adoro -confirma-. Siempre he estado rodeado de gatos, desde que era pequeño. Pero ignoro si eso tiene algún otro significado". El escritor ha llegado incluso a explicar que a veces imagina horribles masacres de gatos "con el único propósito de ver lo que voy a sentir". De la violencia real, como la de la II Guerra Mundial, admite que sólo conoce lo que su padre, que fue soldado del ejército imperial japonés durante la ocupación de China le ha contado, "pero hablo de ello en esta novela porque despierta nuestra conciencia colectiva. En Kafka en la orilla evoco brevemente a Eichmann y el genocidio para vivir el terror que me inspiran esas atrocidades, y recordar de paso que cualquiera puede convertirse en un desalmado, esparcir gas en el metro de Tokio, como en 1995".
Otro elemento constante en su obra, la música, también se adueña del relato, ya que los personajes, como en sus libros anteriores, muestran un interés real y profundos conocimientos en ocasiones sobre jazz, música clásica y rock. "Sí, es una parte esencial en mi vida. La música siempre estimula mi imaginación. Cuando escribo, generalmente la música se desliza (como los gatos, supongo) a mi alrededor". Aunque renunció hace años a su club de jazz, Murakami conserva aún una fabulosa colección de 40.000 discos, y adora a los grandes maestros del Barroco, como Bach o Teleman, que suelen acompañarle mientras escribe.
Una advertencia, innecesaria para los lectores de Murakami: el libro está cargado de símbolos y posibles significados. Su riqueza es tal que el editor japonés creó en su momento una website para ayudar a los lectores a comprender la novela. Y en los primeros tres meses Murakami recibió más de 8000 preguntas de los lectores, y contestó a unas 1200. "Fue una ingente cantidad de trabajo, pero realmente lo disfruté. Lo que aprendí de todo eso fue que quizá la clave para entender la novela esté en leerla varias veces. Puede sonar como una justificación, pero es la verdad. Sé que la gente está muy ocupada, pero si tienen tiempo, les sugiero leer Kafka en la orilla más de una vez."
Y no le falta razón. Como tampoco para sentirse, como ha confesado a menudo, "la oveja negra del mundo literario nipón. Me reprochan mi estilo, demasiado diferente de los cánones clásicos. Soy japonés, escribo en este idioma y mis novelas se desarrollan la mayor parte de las veces en este país. Pero soy un individuo. Sólo un hombre libre".
Kafka en la orilla
por Haruki Murakami
[...] Como dormía, me he perdido el instante en que el autocar ha cruzado el enorme puente que cuelga sobre el mar Interior. Me hacíamucha ilusión contemplar con mis propios ojos ese gran puente que sólo había visto en los mapas. Ahora alguien me despierta dándome unos suaves golpecitos en el hombro.
-¡Eh! ¡Ya hemos llegado! -exclama ella.
Me desperezo en mi asiento, me froto los ojos con el dorso de la mano y, luego, miro al otro lado de la ventana. En efecto, el autocar está detenido en lo que parece la plaza de delante de la estación. La luz de la mañana inunda los alrededores. Es una luz cegadora pero dulce. Ofrece una impresión un poco distinta a la de Tokio. Miro mi reloj de pulsera. Son las seis y treinta y dos minutos.
Ella me dice con voz cansada:
-¡Uff! ¡Qué viaje tan largo! Estoy molida. Me duele el cuello. En mi vida volveré a coger un autocar nocturno. La próxima vez vendré en avión, aunque sea un poco más caro. Haya turbulencias o secuestros, yo, de aquí en adelante, en avión.
Bajo su maleta y mi mochila del compartimento de equipajes que está sobre los asientos.
-¿Cómo te llamas? -le pregunto.
-¿Yo?
-Sí.
-Sakura -responde ella-. ¿Y tú?
-Kafka Tamura -digo yo.
-Kafka Tamura -repite Sakura-. ¡Qué nombre tan extraño! Es fácil de recordar.
Asiento. No es fácil convertirse en otra persona. Pero sí tomar un nombre distinto.
Al bajar del autocar, ella deposita su maleta en el suelo, se sienta encima, saca una libreta del bolsillo de la pequeña mochila que lleva colgada a la espalda y garabatea algo en una página con un bolígrafo. Arranca la hoja y me la da. En ella hay apuntado lo que parece un número de teléfono.
-Es mi número de móvil -dice ella haciendo una mueca-.
De momento voy a alojarme en casa de mi amiga, pero si te apetece ver a alguien, llámame. Podemos comer juntos si quieres. No admito cumplidos. Ya sabes, "aun el encuentro más casual...". Se dice así, ¿no?
-"...está predestinado" -concluyo.
-Eso, eso -dice ella-. ¿Y qué significa?
-La predestinación. Que ni siquiera las cosas más triviales suceden por casualidad. [...]