Apócrifos del libro
Emilio Pascual
22 diciembre, 2004 01:00Emilio Pascual. Foto: Mercedes Rodríguez
Estos Apócrifos del segoviano Emilio Pascual (1948) constituyen un texto inclasificable, por su composición mestiza, y admirable por su ejemplaridad literaria sólo al alcance de un prodigioso lector que amplía su capacidad de gozo al arte de la escritura.Y lo hace con plena modernidad, por vía del palimpsesto, fecunda técnica que configura los diecisiete capítulos de este libro como textos escritos en diálogo conceptual y estilístico con una vasta tradición literaria libremente asumida y asimilada. El texto resultante es una muestra polifónica del arte literario y su inagotable potencialidad de simultaneidades. Pues en literatura todos los textos del pasado y del presente son simultáneos en su virtual comunicación con el lector que los actualiza y pone en diálogo creador unos con otros, desde la Biblia hasta nuestros días. A esta comunión lectora se refiere Pascual en su epilogal "Nota fuera del tiempo" cuando explica que "La literatura ya construida es como el templo a que se acoge quien huye de una justicia discutible". Por eso reclama para sus textos la consideración de "intraliteratura". Pues todos nacen de la literatura y se cumplen en su recreación escrita de nuevas lecturas. De ahí el expresivo título de Apócrifos del libro, por su condición de ficciones inspiradas en episodios y pasajes del libro de libros que es la Biblia.
Todos los capítulos comienzan con la reproducción del texto bíblico que luego se recrea en original glosa del episodio correspondiente. En cada caso la Biblia funciona, pues, como hipotexto del que deriva la posterior re-creación personal. Y en las 17 recreaciones literarias asistimos a una compleja red de intertextualidades entre las que sobresalen las constantes presencias vivificadoras del Quijote y de Borges. Nunca se cae en la cita erudita ni en la pedantería. La tradición literaria se recibe aquí no como deuda, sino como riquísima herencia que se actualiza en gozosa experiencia lectora y da vida a nuevas visiones creadoras. En esto consiste la sabiduría literaria. Dicho en palabras del narrador del primer texto: "¿Habrá que crearlo otra vez todo, hacer tierra nueva y cielos nuevos, por arte de la palabra enamorada?" (pág. 18). He aquí una admirable conjunción de sabiduría y amor a la literatura, y, a la vez, literatura en estado puro. Sus citas y alusiones fecundan el texto con fluidez. Así oímos a Sancho Panza en palabras de Job: "Desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano" (pág. 96); descubrimos a Fray Luis de León en esta frase: "bajo la higuera del huerto plantado por mi mano" (pág. 145); recordamos el comienzo de Moby Dick en la exhortación del monstruoso pez: "Llamadme Leviatán" (pág. 103); o reunimos a Shakespeare y a Monterroso en este deseo: "Lo demás debería ser silencio" (pág. 146), entre otras muchas voces y ecos.
Los fragmentos bíblicos reproducidos abarcan desde el Génesis a los Evangelios y recuerdan episodios muy conocidos, desde el pecado original hasta la resurrección de Lázaro y las tentaciones de Cristo, pasando por la Torre de Babel o la cena del rey Baltasar, entre otros. Las recreaciones en forma de glosa o estampa aportan versiones originales complementarias de los pasajes bíblicos. Sus narraciones adoptan perspectivas diferentes que descubren aspectos novedosos y significados ocultos. Mérito no menor de estos textos es su variedad formal, desde la primacía de la narración o la reflexión hasta su construcción en verso o como resumen de obra teatral con gotas metaliterarias. Esta variedad no implica dispersión, pues el conjunto polifónico alcanza su unidad esencial, además de en su relectura y reescritura literarias de pasajes bíblicos y en sus apelaciones cómplices a un receptor plural, en la proyección de temas de siempre sobre nuestras ansias de amor y belleza, de paraísos perdidos, y sobre nuestras inquietudes agitadas por el dolor, la intolerancia y el odio. Y para completar la excelencia de este libro ejemplar en tantos sentidos añádanse la riqueza de su prosa de sabor clásico y el aliento poético, la ironía y el humor (también cervantinos) hermanados en muchas páginas.
Tres cuestiones a Emilio Pascual
-¿No es una temeridad narrar la Biblia?
-Todo es una temeridad, pero yo sólo ofrezco una relectura de algunos momentos que tanta trascendencia tuvieron para la Historia, con un punto de vista distinto a aquel con el que fueron narrados.
-¿Qué relación tienen en el libro los relatos y las ilustraciones?
-Esencial, no existiría sin ellas.
-¿Su episodio bíblico favorito?
-De los del libro, el de la tormenta y el céfiro sobre el poder de Dios.