Los Ortega
José Ortega Spottorno
8 mayo, 2002 02:00José Ortega Spottorno, por Gusi Bejer
El libro que ahora se nos ofrece no aporta ninguna novedad extraordinaria, pero está realizado con el calor del afecto filial, con una lectura inteligente de las fuentes disponibles, y con la frescura que siempre proporcionan los testimonios de primera mano
En realidad, tampoco es nada nuevo que un Ortega escriba sobre su familia porque ya lo hicieron su hermano mayor, Miguel (Ortega y Gasset, mi padre, 1983), y su hermana Soledad (José Ortega y Gasset: Imágenes de una vida 1883-1955, 1983) que tal vez haya sido la que ha escrito sobre su padre con más sentido y precisión. A estos testimonios de los hijos, habría que añadir los de los hermanos del filósofo: Miguel, que escribió sobre los años juveniles que compartieron (Niñez y mocedad de Ortega, 1964) y sobre el periódico de la familia Gasset (El Imparcial, 1956), y Eduardo, que también evocaría al hermano poco después de la desaparición de éste (Mi hermano José, 1956). Si a todo esto sumamos que los testimonios autobiográficos son muy frecuentes en los escritos del propio José Ortega y Gasset y en los de su padre, José Ortega Munilla, comprenderemos que el libro que ahora se edita se suma a un largo caudal de publicaciones sobre unos personajes que nos son bastante bien conocidos ya que, en el caso del filósofo, la bibliografía existente es realmente abrumadora.
José Ortega Spottorno fue ingeniero agrónomo pero, desde la vuelta de la familia a España, tras la guerra civil, dedicó su atención a las empresas periodísticas impulsadas por su padre, a la vez que fundaba Alianza Editorial y, pocos meses después de la muerte de Franco, puso en marcha el periódico "El País", de cuyo consejo de administración fue presidente. El nuevo periódico se consideraba heredero de "El Sol", la gran aportación de Ortega a la modernización del periodismo español del siglo XX, a través de la calidad de las informaciones y el nivel de los especialistas que opinaban en sus páginas. Esa relación con el grupo Prisa explica que el libro vaya precedido de un prólogo de Juan Luis Cebrián.
El libro está dedicado, en su casi tres cuartas partes, a José Ortega y Gasset, con excepción de los tres primeros capítulo que abordan las biografías de los dos abuelos del filósofo -José Ortega Zapata (1824- 1903) y Eduardo Gasset y Artime (1832-1884)- y la de su padre, José Ortega Munilla (1856-1922).
Todos ellos nos ponen en la estela de una dinastía de periodistas, ya que Ortega Zapata fue un funcionario, con marcada inclinación hacia el periodismo, que se movió en los ambientes más templados del liberalismo, lo que le llevó a ser redactor jefe del diario moderado "El Tiempo" y a desempeñar algunos puestos de confianza política en los últimos gobiernos del reinado de Isabel II.
En cuanto al otro abuelo, Eduardo Gasset, era un liberal progresista, partidario de Prim que, después de algunos intentos frustrados, acertó con la creación, en 1867, de "El Imparcial", el periódico madrileño de referencia en el último tercio del XIX, tanto en el aspecto político como en el literario.
José Ortega Munilla, que venía dirigiendo esa hoja desde 1879, se casó con una hija del fundador del periódico y, desde 1900, pasó a la dirección del mismo dada la imposibilidad de que su cuñado, Rafael Gasset, pudiera compatibilizar esa tarea con una carrera política que le llevó repetidas veces a la cartera de Fomento. Cuando Ortega Munilla abandonó la dirección en 1906, con la creación de la Sociedad Editorial de España, aún siguió controlando la línea editorial del periódico hasta que un enfrentamiento con su cuñado Rafael, en 1911, le impuso un distanciamiento definitivo. Pero esos son ya los años iniciales de la proyección pública de Ortega , que demostró una gran precocidad en la maduración de su compromiso público y en la voluntad de traducirlo en la creación de periódicos. Su mano se adivina, como ya sugirió Cacho Viu, en la creación de la Sociedad Editorial de España y, sobre todo, de "El Sol" que, junto con "Revista de Occidente", son las aportaciones de Ortega al periodismo del siglo XX.
El circunstanciado texto que ahora se nos ofrece -y que llega hasta la misma muerte del filósofo en 1955- no aporta ninguna novedad extraordinaria, pero está realizado con el calor del afecto filial, con una lectura inteligente de las fuentes disponibles, y con la frescura que siempre proporcionan los testimonios de primera mano, especialmente en lo que hace referencia a las semblanzas de su madre y de sus abuelas. Ahí reside el encanto de la lectura de un libro tan lleno de elementos sugerentes.