Letras

El eje del compás

20 febrero, 2002 01:00

Gregorio Salvador

Planeta. Barcelona, 2002. 380 páginas, 18 €

La terminología crítica tradicional diría que El eje del compás es una novela de personaje. Salvador reconstruye la personalidad de un “afamado historiador”, Ernesto Reche, a través de dos de sus rasgos: su ajetreada vida sentimental y sus planteamientos profesionales. De ahí sale un tipo enterizo: irresistible para las mujeres e investigador libre, valeroso y honesto.

Se busca, pues, el retrato laudatorio de un profesional competente y seductor, pero, a base de sumarle presuntas virtudes y cualidades, se logra un ser en verdad de condición muy distinta. En lo humano, resulta un tipo donjuanesco y aprovechado un tanto patético. En lo profesional, un dómine engreído que sin empacho ni sonrojo se refiere a su próximo libro como “mi obra máxima”. Todo ello ocurre porque el autor utiliza una doble trama (una historia de amoríos y una anécdota centrada en la publicación de un manual de historia de España beligerante con el nacionalismo) como percha para colgar una serie de asuntos con un sustrato común: el descontento respecto de algunos fenómenos de la España más reciente.

Al final sucede que ni el protagonista ni sus mujeres, y los diversos conflictos que esas relaciones acarrean, importan mucho porque sólo sirven de pretexto para pasar revista a esa actualidad que irrita al autor. Esta especie de costumbrismo crítico tiene su bestia negra en la historiografía reciente que ignora el rumbo común de la nación española. Y a ello se agregan variadas cuestiones: se censura la extensión del tuteo, se critica la degradación de la enseñanza (se elige al profesorado universitario sin ninguna exigencia; vale más un cursillo pedagógico que una tesis), se corrige el mal uso de la lengua (los periodistas dicen tema en lugar de asunto; lo correcto es cumplir años “dentro de” y no “en” un tiempo)...

El conjunto de percances y opiniones de El eje del compás está dispuesto en una estructura convencional y se trasmite con una prosa culta. Dejando al margen algún descuido (el abuso de adverbios que acaban en -mente), llama la atención el predomino de un estilo libresco. El narrador explica a propósito del nombre de una chica, Cuqui, que no sabe de dónde “ha salido ese hipocorístico”. La esposa le suelta al marido: “te prefiero ladino a estúpido”. Y Ernesto razona a su joven amante que no quiere que ella hipoteque su futuro “a la inexorable caducidad del que yo puedo ofrecerte”: tal le dice en una pausa de los ardores de la cama.

Se trata sólo de unas pocas muestras que evidencian la artificiosidad de una escritura cuyos registros podrían ser pertinentes para otra clase de texto, o para otro tipo de novela, pero no para ésta. Y aquí radica, creo yo, el problema de fondo de El eje del compás, en la elección del género. El propósito del autor de denunciar lo que para él es confusión de los tiempos actuales tendría mejor cauce en un ensayo o en una crónica sociológica que en una ficción.