En mayo pasado, cuando recibió la noticia de la concesión del Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, Hélène Carrère d’Encausse declaró que el galardón ponía el broche de oro a su trabajo. Desgraciadamente, estas palabras han resultado exactas, porque la historiadora francesa ha muerto en agosto.



Hélène Carrère d’Encausse (1929-2023) nació en París en una familia de emigrantes ruso-georgianos huidos de la Revolución, los Zourabichvili. Tras una infancia y juventud de estrecheces económicas, logró la nacionalidad francesa, se licenció en Ciencias Políticas (1952) y se doctoró en Historia (1963). Comenzó su carrera como profesora de La Sorbona y luego en el prestigioso Instituto de Estudios Políticos de París. Su cursus honorum culminó en 1990, al incorporarse a la Academia francesa, de la que fue la primera mujer en asumir la secretaría perpetua (1999).



El Princesa de Asturias es el último de una larga serie de reconocimientos internacionales, entre ellos la incorporación a las Academias de Ciencias y de Bellas Artes de Rusia, además de doctorados honoríficos otorgados por universidades de todo el mundo y otros premios. Asimismo, ha sido eurodiputada (1994-1999) y ha tenido responsabilidad en los programas promovidos por la Unión Europea para el desarrollo de los antiguos países comunistas.

[La historiadora francesa Hélène Carrère d'Encausse, Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales]

Toda esta actividad institucional y de diplomacia cultural es coherente con sus orígenes familiares y con su concepción de las humanidades. Ella misma, en el discurso de recepción en la Academia francesa, habló del espíritu cosmopolita de la historia. Este principio ha estado, desde el comienzo, en la elección de sus temas de investigación y en el modo de abordarlos, trazando un itinerario personal que ha ido desde la denominada historia del presente hasta el pasado más lejano, rastreando los orígenes de problemas que le interesaban porque los sentía propios.

Le preocupó abordar la dictadura soviética de modo crítico cuando la mayoría de los intelectuales no se distinguía por denunciar ese régimen

De ahí que la historia de Rusia en el siglo XX haya sido uno de sus ejes principales. Inicialmente, le preocupó abordar la dictadura soviética, y lo hizo de modo crítico cuando la mayoría de los intelectuales franceses no se distinguía precisamente por denunciar ese régimen. Prueba de la finura de su análisis es L’Empire éclaté (1978), donde diagnosticó el fin de la URSS una década antes de su colapso.



Sus biografías de autócratas suponen el intento de rastrear las causas del “mal ruso” en sus gobernantes, como las dedicadas a: Stalin (georgiano como ella), Lenin (FCE, 1999), Nicolás II, Alejandro II, Catalina II o su estudio sobre los Romanov. Mujer de su tiempo, también se ha interesado por el mundo postsoviético en Seis años que cambiaron el mundo, 1985-1991 (Ariel, 2016) y El triunfo de las nacionalidades. El fin del Imperio soviético (Rialp, 1991). Y reunió sus dos patrias, la familiar y la de adopción, en La muralla rusa.



El papel de Francia, de Pedro el Grande a Lenin (Rialp, 2021). Contraria a la institucionalización académica del denominado lenguaje inclusivo –decidió ser llamada secretario perpetuo de la Academia, y no secretaria–, sin embargo dedicó uno de sus últimas obras a Alexandra Kolontái (Crítica, 2023), revolucionaria que jugó un papel esencial en el partido bolchevique y que se consagró a la defensa de los derechos de la mujer en el régimen leninista.

[Muere la historiadora Helénè Carrère d'Encausse, experta en la Rusia zarista y la URSS, a los 94 años]

La concesión del premio Princesa de Asturias es un momento propicio para que se traduzcan las obras de esta historiadora que aún no son accesibles al público español y para reeditar las que se han agotado. Leer las obras de Carrère d’Encausse es una buena manera de confirmar el apelativo de les inmortels que se da a los académicos franceses.