Un asunto recurrente en la ingente bibliografía sobre el Tercer Reich es la responsabilidad de personas concretas teóricamente ajenas al mismo y de distintos sectores políticos, sociales y económicos en la barbarie nazi. Nadie osa dudar de la culpabilidad de los grandes criminales –los Hitler, Göring, Goebbels, Hess, Himmler–, pero la cuestión cardinal aquí es hasta dónde debe llegar la rendición de cuentas por el funcionamiento de una maquinaria tan infernal pero, asimismo, tan bien engrasada como fue el sistema nacionalsocialista.
Es una cuestión que trasciende el debate entre especialistas y ha llegado al gran público, sobre todo desde que Daniel Goldhagen –Los verdugos voluntarios de Hitler– extendiera la culpa a todo el pueblo alemán. Esta tesis, discutida hasta la saciedad, ha despertado reacciones que abarcan toda la gama posible. Sin llegar a posiciones extremas, es indiscutible que el régimen nazi contó con complicidades en la sombra que, para muchos analistas, tendrían que ser esclarecidas y depuradas.
Frente a los reclamos publicitarios, hay pues que recalcar que el tema cuenta con una amplia bibliografía. La historia oculta de las dinastías más ricas de Alemania –subtítulo de este volumen– nunca ha dejado de ser un secreto a voces. En esta ocasión, no es un historiador profesional, sino un periodista holandés, David de Jong (1975), quien asume en su primer libro el reto de perfilar la implicación de los grandes prebostes de la industria alemana en la financiación del Estado hitleriano.
[Así engañó Hitler a sus aliados colaboracionistas para construir una Europa nazi]
Uno de los aspectos más destacables de su planteamiento es su insistencia en que la colaboración de las mayores empresas con el sistema político se hizo de un modo voluntario y entusiasta que redundó en beneficio mutuo. Los nazis obtuvieron la financiación que necesitaban y los grandes empresarios germanos se enriquecieron y dispusieron de mano de obra casi esclava.
Este libro, producto de una meticulosa investigación periodística, es un ajuste de cuentas con el pasado
Reconoce De Jong que la mayoría de estos magnates no eran nazis militantes, pero el hecho de que fueran “oportunistas sin escrúpulos” no los hace mejores ni diluye su responsabilidad: es la historia tenebrosa “de los Quandt de BMW; de los Flick, antiguos propietarios de Daimler-Benz; de los Von Finck, una familia de inversores que cofundó Allianz y Munich Re; de los Porsche-Piëch, que controlan Volkswagen y Porsche; y de los Oetker, que poseen un imperio global de repostería (…) y hoteles de lujo” (pp. 31-32).
Los árboles genealógicos de estas cinco dinastías, que figuran como apéndice al final, ayudan al lector a identificar a cada uno de sus miembros. Las andanzas de estos, nada edificantes, constituyen el material con el que ha trabajado el autor para componer este fresco de pactos, desmanes y complicidades. Es comprensible que tal tarea no le haya resultado fácil ni grata a De Jong: un tenebroso pacto de silencio y ocultación de pruebas vincula a todos los implicados y sus descendientes.
Con todo, lo más irritante para al autor no es tanto la impunidad en sí como el blanqueo del pasado. Ya que esta es una historia de amarga moraleja, que muestra que dinero y poder casi siempre triunfan, lo menos que podemos aspirar es a la verdad, sin excusas ni veladuras.
David de Jong no ha escrito una indagación académica clásica sino una “obra de no ficción narrativa” (p. 419). Su libro, producto de una meticulosa investigación periodística, no pretende ser frío e imparcial sino un ajuste de cuentas con el pasado escrito desde la pasión y la indignación.