La historia de la moneda es una especialidad que ha experimentado notables cambios en las últimas décadas. De la numismática enfocada al estudio de la moneda como objeto valioso, desde una perspectiva anticuaria y cuya razón de ser derivaba del interés coleccionista, se ha pasado a una historia de la moneda como documento de época que ayuda a comprender la historia económica, de las relaciones comerciales, de la política, de la técnica, de la minería e incluso del arte y de las mentalidades.
Este libro es un buen ejemplo de esta nueva manera de investigar lo monetario. Teresa Muñoz es una destacada especialista en el tema, formada primero en el Departamento de Ciencias y Técnicas Historiográficas de la Universidad Complutense, donde leyó una tesis dedicada al padre Piquer y el Monte de Piedad de Madrid, dirigida por la recordada María Ruiz Trapero, y, posteriormente en la UNED, donde ha completado otra tesis sobre la moneda en Indias durante el siglo XVIII, bajo la dirección de Carlos Martínez-Shaw.
Muñoz Serrulla acredita, por tanto, conocimientos y preparación para afrontar un asunto tan poco trabajado como es la evolución monetaria en las Filipinas españolas, desde la colonización hasta la pérdida del archipiélago.
Título: Moneda y crisis monetarias en Filipinas durante la época hispánica (1565-1898)
Autora: María Teresa Muñoz Serrulla
Editorial: UNED
Año de edición: 2021
Disponible en Editorial UNED
Disponible en Unebook
El título del libro resume este proceso de varios siglos, y es el de una crisis permanente. Hubo constantes problemas, que nunca fueron resueltos satisfactoriamente, y a estos estructurales se fueron sumando otros nuevos, añadidos por los cambios políticos. Quizá sea esta la conclusión principal que el lector extrae del texto y del abrumador volumen de fuentes documentales que ha manejado la autora.
Dos son las principales dificultades a las que las autoridades españolas hubieron de enfrentarse. La primera fue el suministro de una masa suficiente de moneda de valor medio y pequeño para los pagos internos. El déficit de este tipo de instrumentos fue endémico y obligó a aceptar que las transacciones de menor cuantía se complementaran con las denominadas “monedas de la tierra”, productos de la tierra como el cacao, que paliaba en alguna medida la falta de acuñaciones de plata y cobre. Para el comercio con China se disponía de la plata acuñada en las cecas americanas, que durante la época virreinal llegaba embarcada en el Galeón de Manila y drenaba el gran circuito de la primera globalización comercial.
Pero tanto la población de Filipinas, españoles y nativos, para la vida cotidiana, como la Real Hacienda que debía cobrarles los impuestos, se encontraron siempre con el problema de la escasez de moneda de poco valor. La carencia nunca cesó, y trajo consigo una inestabilidad sistémica junto con problemas añadidos, como el de la moneda falsa, que a veces tuvo que ser validada porque su supresión era imposible y además hubiera producido tensiones mayores.
No menos grave fue la práctica de manipular las piezas, fragmentándolas o adulterándolas de tal manera que sirviesen para pagos de poca cuantía. Las autoridades de Filipinas lucharon contra los fraudes, primero por mantener la legalidad en asunto tan delicado, y luego por evitar la lesión que se ocasionaba a los intereses de la corona.
Sin embargo, como demuestra la autora, los esfuerzos del gobierno insular siempre fueron por detrás de los acontecimientos. De ahí que en varios periodos se aceptasen de facto las irregularidades, y en otras ocasiones se optase por legalizar lo inevitable.
Y por eso tampoco extraña que una reivindicación permanente que se reclama a Madrid consista en que se autorice la acuñación local, sobre todo de cobre, como el vellón castellano. Sin embargo, la Real Hacienda siempre fue reacia a permitirlo, en Filipinas y en América, precisamente por temor a los riesgos inflacionistas que este tipo de moneda había producido en Castilla.
Solo se autorizó al ayuntamiento de Manila, en el siglo XVIII, la producción de moneda de cobre, pero, como explica la autora, el municipio siempre se sintió desbordado por la tarea y nunca produjo un número de piezas suficiente para acabar con las adulteraciones y las falsificaciones. Se optó por el resello, es decir, reacuñar las piezas dudosas o foráneas.
Estos problemas se agravaron a partir de la guerra de 1808 y, especialmente, cuando se inició el proceso de emancipación de los territorios americanos. La independencia de México yuguló la vía tradicional de comunicación de España con Filipinas y complicó al máximo el suministro de todo tipo de moneda hasta las lejanas islas del Pacífico. Ya no solamente era la falta de cobre, sino que desapareció el flujo de plata y oro que viajaba desde Centroamérica a Filipinas.
Además, coincidieron las dificultades financieras de España, lastrada por la deuda de la Guerra de la Independencia y la inestabilidad política del reinado fernandino. Aunque en términos políticos no se podía aceptar que fueran los nuevos Estados americanos quienes estableciesen relaciones monetarias con lo que aún quedaba del imperio hispano, lo cierto es que no se pudo evitar que monedas mexicanas llegaran a Filipinas y, al final, la realidad obligó a aceptarlas, resellándolas o simplemente aceptando su uso.
El siglo XIX se inauguró pues con una notable inestabilidad en el sistema monetario filipino. Según explica la autora, las décadas siguientes albergaron los intentos infructuosos de las autoridades por sanearlo. La iniciativa de mayor calado consistió en autorizar, por fin en 1861, la creación de la Casa de la Moneda de Manila, con licencia para producir piezas de oro y plata. Pero la vida de la institución fue precaria, y nunca fue capaz de satisfacer en calidad y cantidad las necesidades filipinas.
Muñoz Serrulla nos ha entregado una notable investigación, apoyada en un apéndice que recoge un útil repertorio de textos legales y administrativos acerca de la regulación monetaria en Filipinas, junto con imágenes de monedas y una serie de valiosos gráficos y tablas de su propia elaboración. En suma, el suyo es un estudio riguroso que da luz sobre una parcela muy poco conocida de la historia económica de Filipinas y también de España.