El primer documento oficial que constata la existencia de Emilia Serrano García, rozando ya la veintena, es una lista de pasajeros del barco inglés The City of the Boulogne, que atracó en Londres el 21 de mayo de 1852 procedente de Francia. La segunda mención, datada del año siguiente, resulta mucho más novelesca: su nombre aparece en una requisitoria por la fuga del escritor José Zorrilla a la capital británica, elaborada con trazo rápido y letra irregular a instancias de su abandonada esposa, Matilde O'Reilly.
La carta de presentación de la baronesa de Wilson, perseguida por el enamorado autor de Don Juan Tenorio, resume a la perfección su misteriosa, rocambolesca y fascinante vida. No se conoce con certeza ni el lugar ni el año de nacimiento, pero sí que brilló en múltiples facetas como editora, articulista, traductora, agente literaria de Alejandro Dumas, exploradora, viajera errante, empresaria de moda, protegida del presidente mexicano Porfirio Díaz… Revisada fugazmente su biografía, la sorpresa es manifiesta al comprobar el olvido en el que cayó su figura en sus últimos años, un epílogo acorde a esos orígenes elusivos, y en la coyuntura actual de recuperación de personajes femeninos pioneros.
La explicación de la pantanosa historia de Emilia Serrano se encuentra en su propio virtuosismo literario, con el que reescribió, falseó e inventó a su antojo la versión de sí misma que más le interesó transmitir en cada momento. Desde 1860 y hasta su muerte —terminó arruinada y sepultada anónimamente en 1923 en una fosa común del cementerio de Montjuic, en Barcelona— contó al menos con seis versiones de su biografía difundidas bajo su completo control, además de decenas de artículos en los que se narraron sus peripecias.
Ahora se acaba de publicar una nueva semblanza que promete estar basada en lo que realmente fue Elena Serrano y no en lo que dijo ser. Su autora es la investigadora del CSIC Pura Fernández y el título, 365 relojes (Taurus), hace referencia a la colección de objetos que la intrépida mujer llevó en todos sus viajes y que le servía como una suerte de crédito. Lo cierto es que el libro resulta abrumador tanto por la información, personajes y escenarios que se van encadenando, como por el volumen físico: rebasa las 700 páginas, con más de 200 dedicadas a notas y 70 de índice onomástico.
El romance con Zorrilla, que le dedicó encendidos versos llamándola Leila, llegaría a consumarse hasta tal punto que la relación engendró una niña: Margarita Aurora. Sin embargo, Emilia Serrano pronto se quedaría sola. Primero fue el poeta y dramaturgo quien la abandonó, embarcándose hacia México para relanzar la economía de su obra; luego se marcharía su hija, muerta de forma prematura con cuatro años. La tragedia marcó un quiebre en su existencia. Pasó de las labores domésticas y familiares, lo inherente a una mujer del siglo XIX, a disimular su pena bajo el traje de peregrina.
Confederación americana
La baronesa de Wilson —he aquí otra de las grandes fábulas de su vida: nunca se casó con un barón de Wilson, sino que fue una treta para desarrollar sus empresas periodísticas, como la parisina revista La Caprichosa, que ofrecía un espacio de negociación de los valores tradicionales— fue una trashumante cosmopolita que pateó toda Europa y elaboró las primeras guías turísticas de viaje para americanos por Francia, Bélgica, Inglaterra, Irlanda y Escocia.
Pero su verdadero reconocimiento le llegó al otro lado del Atlántico, que cruzó seis veces en viaje de ida y vuelta —en el tercero, disfrazada de historiadora autodidacta, participó en el debate sobre si una caja hallada en 1877 en la catedral de Santo Domingo con la inscripción de "Cristóbal Colón" contenía los verdaderos restos del almirante— y donde era recibida y despedida como una dama célebre, protagonizando festejos y crónicas de la prensa.
"La mujer más célebre de América" fue, a su manera, imitadora de las expediciones científicas de Alexander von Humboldt; y mucho más: incluso, tras confesarse admiradora de Simón Bolívar y defender la independencia de Cuba antes de conocer a José Martí, llegó a promover una confederación americana. Así, quedó entronizada como la creadora de un diálogo transatlántico entre América y España precisamente en un momento en el que ese puente se derrumbaba con la pérdida de los últimos territorios de Ultramar.
Escritora patriota y apasionada de la historia de España, y de la cultura en general, Emilia Serrano impulsó una estirpe contemporánea de escritoras iberoamericanas, trenzando estrechos lazos de amistad con autoras como Mercedes Cabello de Carbonera, Juana María Gorriti, o Laura Méndez de Cuenca. En una de sus obras más famosas, América y sus mujeres, presidida por su gran referencia, Gertrudis Gómez de Avellaneda, realizó un catálogo de semblanzas femeninas, a las que antepuso su propio relato vital como imitable experiencia, que era en esencia un canto al esfuerzo, al sacrificio y a la voluntad del llamado sexo débil. Aunque en este campo también incurrió en contradicciones: podía difundir manuales de educación moral y doméstica femenina y defender la formación profesional y la independencia de la mujer.
Pura Fernández resume así –tarea harto compleja— quién fue Emilia Serrano García –"sea cual fuera su nombre oficial", dice al final—: una "vibrante viajera, conspiradora política, exploradora cultural que fundó periódicos y revistas y publicó libros, pero, sobre todo, una mujer que construyó su identidad en el tránsito permanente hacia la independencia personal y la voz pública".