En el centro, de amarillo, Marta Pazos. De izda. a dcha. y de arriba abajo, las actrices: Georgina Amorós, Ana Polvorosa, Joana Vilapuig, Bea de Paz, Katalin Arana, Lucía Juárez y Macarena García. Foto: Carlos Luque

En el centro, de amarillo, Marta Pazos. De izda. a dcha. y de arriba abajo, las actrices: Georgina Amorós, Ana Polvorosa, Joana Vilapuig, Bea de Paz, Katalin Arana, Lucía Juárez y Macarena García. Foto: Carlos Luque

Teatro

Las Juanas de Arco que no ardieron estrenan la nueva Nave 10 Matadero

Siete talentosas actrices, como Macarena García y Ana Polvorosa, pugnan por devolver a la heroína su voz en esta obra que dirige Marta Pazos. "Es Juana sobre Juana".

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Aunque mera casualidad, es fácil ver cierto lirismo en que el Matadero se tiña de un tono borgoña para inaugurar el 3 de octubre su Nave 10, el centro de creación dramática contemporánea que nace tras desgajarse del Teatro Español. “Es el color de la sangre seca”, dice la directora de teatro Marta Pazos (Pontevedra, 1976) sobre el tinte de su obra Juana de Arcoel estreno con el que este espacio inicia su nueva andadura.

Fue Luis Luque, director artístico del proyecto, quien quiso que la Doncella de Orleans fuera la primera en subirse a las tablas. “Él me lo propuso. Conoce mi trayectoria, la voluntad que tengo de dar voz a mujeres no privilegiadas por la historia o de poner el foco en mujeres que cambiaron el curso de la humanidad”, cuenta Pazos a El Cultural. Antes que Juana, de hecho, fueron obras como Safo o Dique –sobre las trabajadoras que construyeron el dique de la Campana de Ferrol–. Y después –esta temporada en el CDN–, lo hará también con Orlando.

Su versión de Juana de Arco arranca en 1425, con su primer contacto con lo divino a los 13 años y concluye ya en 1431, con su muerte a los 19, después de que un grupo de nobles aliados de los ingleses, la capturen. Ellos son, claro está, de Borgoña. Como el vino o la sangre. Como el color de las cosas que ya no se quitan.

Entre una cosa y otra la joven Juana, apenas una niña, ha convencido al Delfín, heredero al trono de Francia, para que le ceda un ejército y ha liderado sus tropas hasta levantar el asedio inglés de Orleans. “Parece una historia de fantasía, pero ocurrió de verdad. En nuestro montaje, la escena del juicio tiene mucho de las actas reales que quedaron registradas. Es fascinante la creencia profunda que tenía de que lo que hacía era lo correcto. Estaba en otro lugar, desde luego”.

De las muchas películas y obras dedicadas a la francesa, Pazos se inspira aquí en la mítica La pasión de Juana de Arco (1928), de Carl Theodor Dreyer, y en la más actual Jeannette, la infancia de Juana de Arco (2017), de Bruno Dumont. Sin embargo, con ese aire pop del que a menudo se nutre, la dramaturga huye de los tópicos.

“Muchas veces se representa, generalmente dirigido y escrito por hombres, como un personaje doliente o una víctima. Yo no quería describirla así –explica–, sino presentarla desde su poder y desde su voz propia”.

Para ello, la directora –que el 31 de octubre estrenará una performance, Astral, sobre lo visible y lo invisible en la Fundación Joan Brossa de Barcelona y llevará al Lliure su montaje de El público que estrenó en Montevideo– ha trabajado el texto de esta obra junto a Sergio Martínez Vila. “Ha sido un trabajo de reconstrucción, basada en los hechos, pero desde algo puro. Queríamos trasladar esta pureza de la adolescencia y cómo ella emergió en la historia”.

“Juana de Arco es un poder molesto. Por eso la venden y la traicionan, aunque veinte años después la canonicen". Marta Pazos 

“Me interesaba todo de ella –continúa–. Para empezar, el contexto, la Guerra de los Cien Años, y cómo surge esa llama que aparece en medio de la oscuridad. Se abre una herida, duele, pero por ahí se cuela la luz. Pero también su juventud y que, a pesar de ella y de su género, fuera capaz de conseguir que un poderoso príncipe le diera un ejército”.

Un fuerte liderazgo que, de hecho, le hace replantearse el presente. “En esta tercera ola del feminismo, ¿qué significa que las mujeres empecemos a ocupar los puestos de líderes, qué hacemos con esa responsabilidad y ese privilegio? Es una oportunidad de hacer las cosas de otra manera y de hacer la revolución desde estos lugares, sin adquirir comportamientos heredados del heteropatriarcado, sino bailándolo de otra manera”, cuestiona.

Una escena de 'Juana de Arco'. Foto: Jesús Ugalde

Una escena de 'Juana de Arco'. Foto: Jesús Ugalde

En el umbral entre lo divino y lo humano, algo muy latente en su trabajo como artista visual, la historia juega aquí con la difusión de los límites. “Algo que también quería trabajar Sergio y está muy presente es la idea de Juana como icono queer. Ella se viste de hombre y acoge este hábito como fuerza y, más tarde, la queman por eso, por travestismo. Este no binarismo en el género, también entre lo divino y lo humano, es importante”.

Auto sacramental

Tras más de 11 versiones, la última podrá verse desde hoy hasta el 3 de noviembre. Casi como un auto sacramental, en su reescritura del mito, la Doncella de Orleans –Joana Vilapuig– estará rodeada de poderes –lo divino, la monarquía, la guerra...–, interpretados por Georgina Amorós, Katalin Arana, Macarena García, Lucía Juárez, Bea de Paz y Ana Polvorosa.

“En un principio, pensé que podía ser un casting de hombres y mujeres”, afirma Pazos que, a medida que fue avanzando en la historia, tuvo claro la importancia del uso de la voz propia. “Era Juana sobre Juana. Tomé entonces la decisión de que fueran solo mujeres. Que lo contaran las Juanas que no se quemaron”.

En cuanto a la palabra, señala, “Sergio hizo un trabajo de escritura desde lo poético para trasladar la forma en la que cada personaje habla, para que, al ser una historia del pasado, pueda tener este color, forma y arquitectura en el habla, que tenga sentido ahora. Su trabajo ha sido de orfebre. Ha habido mucha artesanía y mucho diálogo entre ambos. Ha surgido de una manera muy orgánica. Desde el despojo también. Si algo no funcionaba enseguida se iba. Y ha quedado un texto muy próximo a lo sublime”. Todo ello envuelto por el espacio que ha diseñado Max Glaenzel. “Es como si fuera una gran piel, un lugar intermedio donde acontece, aflora y mana todo”.