La Generación Z conversa con Carmen Martín Gaite gracias a La Tristura
La compañía de Itsaso Arana, Celso Giménez y Violeta Gil se asoma a la juventud actual con el filtro de la autora de 'Entre visillos' en 'Así hablábamos'.
7 febrero, 2024 02:13La muerte de Ignacio Aldecoa fue un palo tremendo para Carmen Martín Gaite. Se habían hecho muy amigos en los años cuarenta, en la Facultad de Letras de Salamanca. Aldecoa fue luego quien, una vez la autora de Entre visillos desembarcó en Madrid, la introdujo en el círculo de la generación de los 50: Ferlosio (con el que luego contraería matrimonio), Caballero Bonald, Medardo Fraile, Ángel González… En la suerte de obituario que escribió en La Estafeta Literaria en noviembre de 1969, Martín Gaite identificó lo que más le dolía de su pérdida: la imposibilidad de extender la fecunda conversación que había sostenido con él durante años.
Es el texto primordial del libro La búsqueda de interlocutor, en el que la escritora salmantina compila diversos artículos publicados en prensa. El eje vertebrador es esa necesidad de establecer una comunicación fluida con el otro, palpitante en toda su narrativa. “Fue como una megaobsesión”, afirma Violeta Gil, que junto a sus dos compañeros de La Tristura, Itsaso Arana y Celso Giménez, ha confeccionado una dramaturgia a partir del universo de Martín Gaite, con La búsqueda de interlocutor como epicentro.
La pieza es Así hablábamos y la van a estrenar en el Teatro Valle-Inclán el miércoles 7 de febrero. La transformación de una colección de artículos (y un universo literario, no olvidemos) en un libreto es una pirueta curiosa operada por esta compañía fundada en 2004, con obras tan sugerentes como Cine o Future Lovers en su haber. Todo parte de un encargo del Centro Dramático Nacional, que les pidió hacer una puesta en escena con dos condiciones de partida: que fuese sobre la base de una autora española del siglo XX y que empleara un elenco amplio de actores menores de 30 años.
[La Tristura, heraldos de los nuevos tiempos]
“No somos capaces de quitarnos de en medio”, dice Celso Giménez, sentado en uno de los sofás de la puesta en escena de Así hablábamos con sus dos cómplices. “Podríamos –continúa– haber leído a Carmen y propuesto una adaptación de Nubosidad variable, por ejemplo, y con eso hubiéramos cumplido. Pero cuando leímos lo de Aldecoa recordamos un proyecto de hace diez años que finalmente no hicimos sobre una pérdida antes de tiempo [Aldecoa murió con 44 años]. Conectamos así el dolor de Carmen con aquella preocupación nuestra y así, en lugar de pelearnos con una trama impuesta, nos hemos impulsado sobre las búsquedas de Carmen”.
Que también son las de La Tristura. “Nos parecemos mucho a ella y eso nos alegra”, afirma Arana. “Como para ella, lo primordial es lo humano. Aunque podamos buscar un lenguaje contemporáneo nuevo en el plano formal, al final en nuestras obras siempre hay algo humano, por pequeño que sea, en el centro”, amplía Jiménez. “La voluntad de comprender también nos emparenta”, añade Gil. “En ella estuvo presente durante toda su vida por eso se mantuvo siempre joven, porque ir a la búsqueda del otro es un rasgo muy definitorio de la juventud”.
La juventud rebosa en toda esta empresa escénica. Aunque es destacable el diálogo generacional que se establece entre los actores veinteañeros, los fundadores de La Tristura, nacidos a mediados y principios de los 80, y la propia Martín Gaite, de 1925. Los tres estratos convergen en el Valle-Inclán, dando lugar a un diálogo en el que se evidencian contrastes llamativos, como la manera de encarar la muerte de seres queridos.
“La cantidad de catástrofes (crisis financiera, climática y de salud) que ha afrontado la generación de los actores hace que para ellos sea más difícil afrontar dolores cercanos. Los colectivos les han anestesiado”, explica Gil. “No es que sean insensibles pero sí han desarrollado una tendencia a huir del dolor”, precisa Jiménez.
En Así hablábamos la muerte central es la de Sofía, una de las integrantes del grupo de música que protagoniza la trama. Sus integrantes se reúnen de nuevo tras la tragedia para intentar completar un disco que se ha quedado a medias. Encerrados en el estudio, el proceso creativo deviene también en una interlocución catártica sobre las cicatrices dejadas por la compañera extinta.
Un funeral musicado que, a su vez, tiene un componente fantasmagórico porque a los vivos se les aparecen espectros. El de Sofía, por ejemplo, pero también el de la propia Martín Gaite. No conviene decir demasiado sobre este punto para no desactivar sorpresas.
Original escenografía
Los miembros de La Tristura han recreado, así, una sala de grabación en el Valle-Inclán, teatro que han puesto patas arriba. Al entrar por la puerta de acceso a la sala, la sensación de extravío se apodera del espectador habitual. “Teníamos muchas ganas de tomar el espacio y alterar las proporciones que separan al público de lo que ocurre en escena. Creíamos que había demasiada lejanía. Con esta disposición rompemos las barreras”, explica Itsaso Arana, nominada en los Goya como mejor directora novel por Las chicas están bien.
El escenario se traslada al centro de la sala, flanqueado por dos bandas de graderíos. A la izquierda, está la pecera transparente donde se meten los músicos para grabar. Al otro, la cabina de mando de los técnicos e ingenieros de sonido. Sobre esta, hay un terrado donde los jóvenes suben para fumar y orearse. Entre ambos cubículos, sofás y sillones, donde también afloran tertulias espontáneas.
Se trata de conversar y de entenderse, y espacios propicios para ello no les faltan. Intercambian impresiones sobre las canciones: letras, estilos, tonos… También sobre la huella de la ausencia de Sofía, que cada uno sobrelleva como puede.
La conversación entre los fundadores de La Tristura, por su parte, se ha prolongado ya durante dos décadas. Un hito contra todo pronóstico a tenor de lo que dice Celso Jiménez. “Siempre nos ha acompañado la inestabilidad y la provisionalidad. Uno de los comentarios más comunes entre nosotros es: ‘Mañana cierra la compañía’. Es que tanta intensidad emocional no es sostenible. Lo pensábamos en la primera pieza y lo pensamos también con esta última. Pero bueno, mira, aquí estamos hoy, en el CDN”.