Parece mentira que todavía quedase por montar profesionalmente una comedia de Cervantes. Pero es así. La casa de los celos y selvas de Ardenia seguía suspendida en un limbo. Por eso, su estreno este 28 en Clásicos en Alcalá, tiene rango de acontecimiento cultural del verano. Los artífices son dos expertos en recuperaciones: Ernesto Arias (dirección) y Brenda Escobedo (dramaturgia), que en su currículum lucen el hito de haber exhumado El animal de Hungría de Lope de Vega en 2021. Aquel logro incitó a la Fundación March, donde podrá verse La casa de los celos... a partir del día 12 en el marco de Veranos de la Villa, a hacerles un hueco en su residencia Dramaturgo invitado, que acoge a creadores escénicos y les otorga el respaldo necesario para ahondar en una pieza y subirla a escenario.
Gracias a esta iniciativa, Arias y Escobedo pudieron investigar a fondo las entretelas de un texto que sí fue publicado en vida de Cervantes, en el volumen Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados (1615), pero que, como reza el título, nunca fue aupado a las tablas. Ni cuando el autor de El Quijote vivía ni en los cuatro siglos posteriores a su muerte. “Se debe a varios motivos. La crítica se cebó particularmente con esta obra. Menéndez Pidal decía que era un disparate”, explica Arias a El Cultural. “Cervantes, además, se apartó del molde acuñado por Lope en su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo. Lope quería llegar al público, mientras que Cervantes fue un experimentador. En cada obra suya había innovaciones”.
En La casa de los celos... no presenta una trama principal perfilada, con su planteamiento, nudo y desenlace feliz, concretado en una pléyade de bodas. Es decir, un esquema fácilmente inteligible para el pueblo, que lo pasaba en grande en los corrales. El escritor alcalaíno, no obstante, tendía a sacar los pies del tiesto. No se conformaba con el canon aristotélico. Aquí entrelaza tres líneas argumentales que se desarrollan a su vez en diversos planos: el caballeresco, el pastoril y el mitológico. “Es algo que, leído, puede resultar confuso o difícil pero sobre el escenario cobra claridad y se sigue perfectamente”, añade Escobedo, que admite haber recortado unos 400 versos de los más de tres mil originales.
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Aun así, mantiene la literalidad cervantina y la estructura, amén de algunos ‘trucos’ de montaje para facilitar las entradas y salidas de la treintena de personajes que concurren (un número, por cierto, que ha perjudicado también su difusión al intimidar a los productores). “En una primera representación conviene ser bastante fieles”, apunta Arias. Su intención es presentar el texto en un estado lo más cercano posible al que salió de la mano del ‘ingenioso’ novelista. Arias es una garantía en esta compleja labor. Ya en 2017 se arremangó como director con dos entremeses, La guarda cuidadosa y El rufián viudo llamado Trampagos.
El hecho de no tener precedentes supone carecer de una referencia útil para tirar adelante. Modelos que seguir o lo contrario: que evitar. Una encrucijada que, en principio, se asemeja a la del estreno de una obra contemporánea. Pero Arias, formado en la Resad y fundador de la audaz compañía Fundación Siglo de Oro, que estrenó por vez primera una obra de habla no inglesa en el Globe Theatre (El castigo sin venganza de Lope), dice que en realidad no cambia tanto: “Me da igual si la obra tiene cuatro días o 400 años; yo siempre hago lo mismo: interrogar al texto y esclarecer cuál es su sentido y cómo puedo allanarle el camino hacia el público”.
Otro de los elementos novedosos de La casa de los celos... es su constante metateatralidad, que practican magos y pastores para propiciar tomas de conciencia y catarsis, sobre todo en personajes que sufren celos ponzoñosos, como Reinaldos y Roldán, dos paladines de Carlomagno, tomados por Cervantes de la tradición del Orlando furioso y Orlando enamorado de Ludovico Ariosto. Ambos se enamoran de una artera princesa china y se adentran a buscarla a un bosque que remite al de El sueño de una noche de verano.
Entre las distintas historias, también comparece Bernardo del Carpio, que luchó y derrotó a los francos en Roncesvalles. Cervantes lo perfila aquí con trazos que prefiguran al célebre Alonso Quijano: “Mantiene con su escudero, un vizcaíno que habla un castellano raro, una relación similar a la del Quijote con Sancho, la de un idealista aventurero con un pragmático”. La casa de los celos... es, en este aspecto, una suerte de ensayo general de la novela más universal escrita en nuestra lengua. Sus obras de teatro, en cambio, tuvieron un alcance mucho más reducido. Una frustración que el propio Cervantes explicitó: “Las arrinconé en un cofre y las consagré y las condené al perpetuo silencio”.
Rapto en Inglaterra
En Clásicos en Alcalá (viernes 23) encontramos otra sugestiva cita cervantina. No con su teatro, ay, pero sí con su literatura. Gonzala Martín Scherman (dirección) y Diana Luque (adaptación) trasvasan a las tablas la novela 'La española inglesa'. La belleza de Isabela, niña gaditana secuestrada por unos militares ingleses que se la llevan a Londres, desencadena la trama. Amor, religión, política y el volátil don de la beldad amalgaman la historia.