Pere Arquillué encarna a Dios en 'Paraíso perdido'. Foto: David Ruano

Pere Arquillué encarna a Dios en 'Paraíso perdido'. Foto: David Ruano

Teatro

'Paraíso perdido': la simpatía por el Diablo de John Milton llega al CDN

Andrés Lima firma otro 'tour de force' escénico: condensar en una obra de teatro los doce libros del poema épico de diez mil versos del escritor inglés

4 mayo, 2023 02:25

Hacer de El paraíso perdido de John Milton un espectáculo teatral no es cualquier cosa. Tener a Dios y Satán, a Adán y Eva, en el dramatis personae resulta un reto complejo: implica hacer de ellos seres que, de algún modo, interpelen al espectador contemporáneo. Luego está la batería temática que despliega el texto del siglo XVII: el libre albedrío frente a la voluntad divina, la verdadera naturaleza de la fe (trampolín para trascender la realidad material o sistema de creencias alienante), el enfrentamiento del bien y el mal, la posición de la mujer en la creación del mundo, el deseo de saber como pecado punible…

Y más: transmutar un poema épico en una dramaturgia cuajada de jugosas dialécticas. Todo esto lo han afrontado Helena Tornero (autora de la versión) y Andrés Lima. Ambos presentan a partir del próximo viernes 5 en el Teatro María Guerrero el resultado de su trabajo con la obra miltoniana, que, según apunta Lima a El Cultural, “amplía y corrige la Biblia”.

“Es muy curiosa la empatía que parece establecer Milton con la figura de Satán”, añade Lima. William Blake llegó a decir que parecía que le gustaba demasiado el infierno. Hay que tener en cuenta que estuvo apoyando la revuelta de Cronwell contra la Carlos I de Inglaterra. Era un rebelde en ese sentido y en El paraíso perdido perfila al Diablo también como un rebelde contra la autoridad. De ahí quizá provenían los lazos de identidad. Milton tuvo una relación con el poder muy compleja y eso se aprecia en El paraíso perdido”. De los doce libros que conforman el poema, que construyó con la Divina Comedia y la Odisea como referentes, en los sietes primeros lucifer es el protagonista máximo, detalle que evidencia la fascinación.

Helena Tornero ha realizado una labor de carpintería dramatúrgica para armar diálogos de este ángel caído con Dios. Entre ambos se entabla un cruce de reproches. “Yo veo un paralelismo en ellos con una relación paternofilial”, señala la autora catalana. El demonio, tras las luchas de poder entre los ángeles, pierde el favor de Dios. Es como un hijo desheredado. En su confinamiento en el infierno, la humillación le hierve en las entrañas. Quiere vengarse y pone en el punto de mira a dos criaturas inocentes alumbradas por el divino creador. Haciéndoles daño a ellos le herirá a Él.

Eso cree. “Pero debemos tener presente algo interesante: en realidad, Dios es el creador de todo. Lo sabe y lo ve todo. Por lo que se puede deducir que cuando Satán engaña a Eva y Adán no ha hecho más que ejecutar el plan de su enemigo. Por eso Dios suelta una carcajada cuando se entera”, explica la autora de Fascinación.

Tornero también carga las tintas en el hecho de que sea la mujer la que dé el paso de morder la manzana, movida por el deseo del saber. “¿Acaso querer saber es pecado?”, dice Eva. Belcebú ya se ha colado en sus sueños disfrazado de animales y se la ha ido poco a poco llevando al huerto. La serpiente habladora acaba embelesándola y la empuja a dar el mordisco fatal al fruto del árbol de la ciencia. Adán, sin mucho empeño, la había intentado disuadir, consciente de que saltarse la prohibición podría traer consecuencias terribles. La valentía del que se atreve a conocer es castigada duramente, con la expulsión de un hábitat idílico. Un ángel les dará a conocer las catástrofes que afrontará la humanidad por culpa de su error, todas ellas recogidas en la Biblia. Son los dos últimos libros del poema, que Tornero ha dejado fuera, “porque eso ya se conoce mucho más”.

Tornero no dominaba El paraíso perdido cuando le llegó el encargo de la productora Focus, pero sí tenía noción de él por las citas que Mary Shelley incluyó en Frankenstein, libro que había leído en la adolescencia. Frankenstein guarda muchas similitudes con el Satán miltoniano: malo por obra y gracia de la marginación. Por ahí empezó a ver que podía tener mucho interés trasvasarlo al teatro. Que luego Andrés Lima se animara también con el proyecto terminó por decidirla.

[El paraíso pérdido de Pablo Alaudell]

Este tiene ‘a sus órdenes' a Pere Arquillué (Dios), Cristina Plaza (Satán), Adán (Rubén de Eguía) y Eva (Lucía Juárez). Cuenta también con su cómplice Beatriz San Juan, artífice de una atmósfera ambivalente que hibrida aspectos celestiales e infernales. Hay alguna reminiscencia de El resplandor de Stanley Kubrick. La música –original– la firma Jaume Manresa, aunque también se incorpora algún guiño a los Rolling Stones, sus satánicas majestades. Ya sabemos que Lima, que viene de cuajar en el CDN sus dos ciclópeos Shocks, imprime siempre un apabullante sentido del espectáculo a todo lo que toca. Aquí no falta: así lo testimonian quienes ya han visto el montaje en Barcelona: Festival Grec y Teatro Romea.

“Tanto la Biblia como El paraíso perdido se pueden entender de forma dogmática, pero son textos abiertos a muchas interpretaciones. ¿La verdad? En realidad, no está en ninguna parte. Yo, como agnóstico, lanzo preguntas a partir de ambos”, apunta Lima. Con Tornero, además, ha llevado a Milton a los intríngulis específicos del gremio teatral. Señala la dramaturga que está justificado porque en origen lo que quería hacer el escritor inglés era una tragedia y no un poema, y también porque “los actores, desde que la iglesia se asentó como instancia de poder, han sido asociados con el Diablo”.

De ahí lo de ‘cómicos de la legua’, que viene por la distancia que debían dejar respecto a los pueblos y ciudades en las que actuaban. No podían instalarse dentro de ellos, no fueran a ‘contaminar’ a sus habitantes. “La capacidad de transformación de la identidad era a los ojos de estos censores un rasgo demoníaco”