Adda passà ‘a nuttata”. Es la frase, en napolitano, más célebre de ¡Nápoles millonaria!, la obra de Eduardo De Filippo. Significa “debe pasar la noche” y se la dice Gennaro a su mujer Amalia, al final, para consolarla de su mala conciencia y de las angustias sufridas durante la Segunda Guerra Mundial y el reflujo de ruina y carestía de los años siguientes. La sentencia caló en el inconsciente colectivo, pasando a ser de uso común, para expresar que, cuando vienen mal dadas, toca resistir y esperar a que escampe. Una moraleja, en fin, pintiparada para nuestro presente. Aunque lo cierto es que Antonio Simón escogió este título dos meses antes de que se nos viniese encima la pandemia, cuando Natalia Menéndez, directora artística del Español, le pidió una comedia para completar su programación.

“No lo dudé: montar ¡Nápoles millonaria! es un viejo sueño. El teatro de Eduardo es maravillosamente humano y humorístico”, afirma a El Cultural el director catalán, que estrena su versión el próximo miércoles, con Roberto Enríquez y Elisabet Gelabert en el reparto. “Me interesan mucho –añade– los textos que permiten escapar de nuestra incertidumbre y de nuestra impotencia a través de una exteriorización de dicha impotencia”. La historia se centra en el la familia Iovine, que, como sus conciudadanos, capea como buenamente puede los bombardeos y la escasez de víveres imperante en la capital de Campania. Un planteamiento que recuerda mucho a Las bicicletas son para el verano de Fernán Gómez. Como este, De Filippo también se asoma a sus miembros y nos muestra sus distintas maneras de reaccionar ante el trauma. Traza así una escala moral con dos polos: la dignidad a un lado y la bajeza en el opuesto.

Es bastante fácil incurrir en esta última cuando se está al límite pero el dramaturgo italiano nos alerta de que nuestras malas acciones (como la de Amalia sableando a sus vecinos cuando les vende la comida que reclaman las bocas de sus hijos) acabarán muy probablemente atormentándonos. “Creo que De Filippo se plantea la pregunta sobre la necesidad de la bondad y de crear otra forma de vivir, de relacionarse, que contraponga la amabilidad y la compasión a la violencia del dinero y la explotación”, apunta Simón. Podría interpretarse así ¡Nápoles millonaria! como una fábula moral, a la manera dickensiana. Pero no moralizante, en el sentido de homilía escénica. De Filippo sabe jugar con maestría la carta de la sátira e incrustar la farsa en medio de la tragedia. Eso sí, tenía clara una cosa que dejó dicha expresamente: “Si una idea no tiene utilidad ni significación social, no me interesa".

Utilidad tendrá para quienes la vean: porque en este tiempo de dilemas éticos les incitará a decantarse por el lado solidario. Y porque reirán con la gracia consustancial a estos personajes profundamente napolitanos. Seres histriónicos y apasionados, pícaros e incluso santos, deambulando por un espacio escénico diseñado por el ubicuo Paco Azorín, que recrea, sin afán naturalista, las paredes del bajo donde viven los Iovine. Simón habla de “realismo estilizado y poético” para definir el concepto. Y se remite a referentes como Totò, Rossellini y Frank Capra. Asimismo se proyectarán imágenes del Nápoles sufriente y mísero de la guerra: la cotidianidad excepcional de un pueblo experto en mantener unido lo que se ha roto.

@alberojeda77