Maura y Gómez entonan La golondrina. Foto: Javier Naval
Pocos meses después de estrenar su Proyecto Homero (en el que colaboraba con la adaptación de La Ilíada), Guillem Clua (Barcelona, 1973) reaccionaba de forma "espontánea y visceral" al atentado de la discoteca Pulse en Orlando, en el que murieron 50 personas y otras tantas resultaron heridas. "El ataque y las reacciones me generaron un sinfín de preguntas sobre la naturaleza del odio, la apropiación y gestión del dolor individual y común, sobre la naturaleza del perdón y la importancia de expresar el amor a los demás", explica Clua a El Cultural.De esta corriente de emociones, "dolorosa y emocionante", nace La golondrina, una obra que ha recorrido escenarios de Londres, Atenas, Roma y Montevideo (con la actriz uruguaya Estela Medina) y que este sábado, 22, llega al Real Coliseo Carlos III de El Escorial protagonizada por Carmen Maura (la severa profesora de canto Amelia) y Félix Gómez (su alumno Ramón). La actriz vuelve así a los escenarios tras su paso por el María Guerrero, hace cuatro años de la mano de Mariano de Paco, con Carlota. "He trabajado con muchas actrices y muchos actores, pero la verdad escénica de Carmen es algo casi sobrenatural", explica el director Josep María Mestres (Barcelona, 1959), que se enfrentó al montaje al leer el texto "inteligente y sensible" de Clua. "Toca resortes muy íntimos -señala-. Cada espectador se sentirá interpelado en distintos momentos del espectáculo según su manera de ver el mundo. La obra está compuesta de amor, dolor, tolerancia... ".
Dos primeros actores "afinadísimos y cómplices", un salón cálido y a la vez estilizado (obra de Alessio Meloni), las luces de Juan Gómez Cornejo que "respiran" al ritmo de los intérpretes y una canción que da nombre a la obra compuesta por Iñaki Salvador son los recursos escénicos de Mestres, que a finales de noviembre empieza los ensayos de Los otros Gondra (en enero, en el Teatro Español). Clua, que en noviembre estrena Barro en los Teatros del Canal con la Joven Compañía, considera que atentados como el de Orlando o el de Barcelona te ponen los pies en el suelo de manera brutal: "Es una bofetada de realidad que te recuerda que la vida es otra cosa, que duele y sangra y que hay que mirarla de frente para sacar conclusiones. Hay que sanar y crecer como sociedad y reflexionar también sobre cómo hemos llegado a eso".
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