El trabajo de composición de Turandot fue largo y paciente; muy costoso, y se extendió durante seis años. Se ha argumentado que una de las causas de esa lentitud podría ser la antinomia entre elementos legendarios y naturalistas, nada fácil de resolver. Y otra, quizá más clara y de peso, la imposibilidad de explicar el súbito cambio de idiosincrasia y de conducta que se opera en la protagonista. Porque Turandot, como dicen sus ministros, en realidad “no existe”. “Es la nada que te anula”. Puccini no entendía verdaderamente el comportamiento de la gélida princesa. Son argumentos que se nos vienen a la cabeza a la hora de hablar de una nueva representación de la obra en el Teatro del Liceu. Aunque la producción ya tenga años pues data de 1994. Fue la primera ópera que se puso en el coliseo tras el incendio.
['Turandot', vanguardia terrenal de Puccini]
Venía firmada por Nuria Espert, que aprovechó la indefinición dramatúrgica para inventarse un final escénico basado en la suntuosidad y en los rituales de la corte china en la que Turandot prefiere suicidarse antes que entregarse al extranjero. Demasiadas grietas irreversibles dentro de su corazón al lado de un príncipe con sed de héroe que sueña exclamando ¡Vincerò!. Una visión curiosa. Puccini no llegó a cerrar del todo la partitura, que terminó Franco Alfano, aunque dudamos de que si la hubiera completado se habría inventado ese final.
Bueno es en todo caso recuperar esta producción, a partir del domingo 26, con escenografía de Ezio Frigerio, que repone Barbara Lluch. Se dispone de un amplio y variado reparto que se distribuye a lo largo de 15 representaciones. Se turnan como Princesa de Hielo las sopranos Elena Pankratova y Ekaterina Semenchuk (hasta hace poco, mezzo), dos voces de tinte dramático. Calaf se lo reparten Michael Fabiano y Martin Muehle. Ninguno de los dos parece adecuado: el primero es un lírico a falta de amplitud y metal en la zona alta; el segundo es cantante en exceso rígido. Cuatro líricas encarnan a Liu: Vannina Santoni, Marta Mathéu, Adriana González y María Agreste, voces que perecen muy aptas. Manel Esteve, Moisés Marín y Antoni Lliteres son idóneos para Ping, Pang y Pong.
Por su parte, los bajos Marko Mimica y Adam Palka no deben tener ningún problema para servir al poco complicado papel de Timur. En el foso, en las primeras funciones, estará la directora mexicana Alondra de la Parra. Las últimas cuatro funciones corren a cargo del gallego Diego García Rodríguez, director sólido y medido, de técnica probada.