El Liceo se viste de gala para recibir, a partir del día 28, una de las más grandes obras líricas del siglo XX; una de las más insólitas y revolucionarias también: Pelléas et Mélisande de Debussy. En cierto sentido, una antiópera; definición que no le desagradaba al propio Debussy, que en 1902 quiso hacer “otra cosa” y que partió del texto teatral de Maeterlinck, al que liberó de algunas escenas particularmente simbolistas.
El deseo de respetar estrictamente la prosodia llevó al compositor a redactar una entonación semihablada, un parlato musical rico en sfumature, en matices expresivos, heredados de los hallazgos que el mismo compositor había aplicado a sus melodías para voz y piano, como las Canciones de Bilitis.
Un estilo derivado en cierta medida de los rasgos de la escuela rusa de Dargomizhski o Músorgski. De este último conocía muy bien Debussy el ciclo La habitación de los niños, en el que se buscaba ese efecto reflejado en un recitativo dramático permanente, infinito.
El compositor francés se inspiró en la escuela rusa representada por figuras como Dargomizhski y Músorgski
También se ha comentado hasta la saciedad la influencia de Wagner en virtud del empleo de temas conductores, que existen, sí, reconocibles a lo largo de la obra, pero que se engarzan de muy diferente manera: en Debussy esos motivos, no muy numerosos, no poseen el mismo rango y además se sitúan únicamente en el seno de la orquesta, no de las voces.
El compositor tenía bastante claro ya en 1892 lo que quería para poner en música: un drama que se alejase de los moldes habituales del teatro burgués y de los modelos literarios y fantásticos caros a los músicos contemporáneos más o menos influidos por Wagner.
Todo el cúmulo de bellezas y de sugerencias que alberga la genial partitura podrán ser degustadas en una nueva producción firmada por Àlex Ollé, uno de los fundadores de La Fura dels Baus. Todo aparece presidido por una gran caja negra, un receptáculo que esconde un gran enigma.
Una metáfora de la mente humana. Como apunta el regista, “un gran bloque que esconde en su interior la complejidad de los códigos oníricos y la información sobre la trágica muerte de Mélisande en la cual adquiere una gran importancia el fundamental elemento que establece la unión con el mundo exterior: el agua".
Para servir estas ideas se cuenta con excelentes mimbres. En primer lugar un foso en el que se moverá cómodamente, dada su cercanía a la música impresionista, Josep Pons. En escena un equipo vocal de garantías encabezado por el tenor francés Stanislas de Barbeyrac, un lírico de timbre grato, extensión adecuada y agudo fácil aunque no siempre límpido. En el papel de Goulaud encontramos al ya veterano Simon Keenlesyde, otrora estupendo Pelléas.
Quizá a su voz, que sin duda habrá ensanchado, le falte el toque oscuro del personaje. Franz-Josef Selig es perfecto para Arkel. La sensible y espirituosa Julie Fuchs dará vida a la misteriosa Mélisande. La eficaz Sarah Connolly estará en la piel de Geneviève, el experimentado Stefano Palatchi en la del galeno y la gentil soprano ligera Ruth González en la del Petit Ynold.
Hay que dejar constancia de que en unas semanas, y bienvenido sea también, el Teatro de la Maestranza anuncia un nuevo Pelléas, que subirá a escena con montaje de la Ópera de Hamburgo firmado por el casi siempre inspirado Willy Decker y con dirección musical del muy veterano especialista Michel Plasson.