El fenómeno verista nació, según una convención un tanto esquemática, en 1890 con Cavalleria rusticana de Mascagni. No apareció evidentemente por arte de ensalmo. Si en lo literario derivaba de las corrientes naturalistas francesas, en lo musical es sin duda una consecuencia de óperas precedentes. Etienne Destranges cita entre ellas Carmen de Bizet. Tanto en relación con Cavalleria como con las óperas que siguieron, I Pagliacci en primer lugar, Jürgen Leukel menciona, en el camino del realismo sentimental, además de a Carmen, una figura anterior, Violetta Valery de Verdi, la protagonista de La traviata, “la descarriada”.
En los próximos días se va a tener la oportunidad de contemplar, en dos escenarios diferentes, tres de las obras citadas. La que podríamos considerar hasta cierto punto precursora, Carmen, de tan fuertes acentos hispanos, de tan subido colorido, de tintas tan recargadas, de caracteres tan marcados y de tan trágico final, va a ser representada hasta siete veces a partir de este lunes, 24, en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, la tierra en la que está situada la acción y que en este punto, no en otros, atiende a lo escrito por Merimée. Es un acontecimiento porque la ópera no aparece en ese teatro desde hace 29 años y el público aguardaba ansioso su reposición.
'Carmen', precursora de la ópera verista y ambientada en Sevilla, no se veía en esta ciudad desde hace 29 años
Estaba prevista una coproducción con la Ópera de Roma, pero las circunstancias sanitarias lo han impedido. De ahí que a la postre se haya recurrido a la recreación de Calixto Bieito, sin duda original, rompedora y provocadora, que actualiza y sitúa la acción en los dominios de la Legión española en los aledaños de Ceuta hacia los años 70 del siglo XX. Se cuenta con dos repartos homogéneos en los que participan en el papel principal las mezzos Ketevan Kemoklidze y Sandra Ferrández. Hay interés en escuchar a esta última en un cometido tan exigente en el que esperamos que su timbre bien esmaltado y sus buenas dotes de actriz den el juego adecuado.
A su lado se sitúan los tenores líricos Sébastien Gueze y Antonio Corianò, no conocidos en la plaza, como don José. Una andaluza, que debuta en el teatro, María José Moreno, y una canaria, Raquel Lojendio, dos voces lustrosas y claras, son Micalea. Cierran el cuarteto principal el bajo barítono Simón Orfila, siempre sonoro y contundente, y el barítono canadiense Jean-Kristof Bouton, de voz educada y buena dicción, que incorporan a Escamillo. La todavía joven y ya muy considerada estonia Anu Tali empuñará la batuta.
Lozanía y oficio
Tiene ya algunos años también, pero conserva su lozanía, la producción que del binomio Cavalleria/Pagliacci proyectó en su día para el Teatro Real Gian Carlo del Monaco con su fantasía habitual y su conocimiento del métier. La primera ópera aparece situada en un paisaje inhóspito de bloques de mármol, frío y blanco, que otorga a las pasiones una dimensión inusitada. La segunda se asienta en un ambiente cinematográfico presidido por gigantescas imágenes de La dolce vita de Fellini. La fuerza del gesto impulsado por el regista otorga relieves impensados a las dos tragedias, a las que tendrá que insuflar vida musical Jordi Bernácer, un director valenciano de buen pulso, maneras elegantes y criterio, del que esperamos sepa resaltar en el Palau de les Arts la violencia no siempre contenida de ambas partituras, veristas por los cuatro costados.
En los dos repartos encontramos al tenor Jorge de León, de amplio registro, agudos restallantes, que ni pintados para la ocasión, aunque habrá de templar para la siempre temida siciliana O Lola si se canta a tono. A su lado como Santuzza la mezzo lírica, de buen caudal y seguridad arriba Sonia Ganassi. Y como Nedda la ascendente soprano lírico-ligera Ruth Iniesta, puede que en exceso liviana para el cometido, aunque es una voz de luminosa proyección y vibrato justo. Todo a partir de este domingo, 23.
En la ABAO estaba proyectada una Tosca de Puccini con dirección escénica de Mario Pontiggia que provenía del Teatro Massimo de Palermo. Las circunstancias víricas y las limitaciones de aforo han hecho que todo haya quedado reducido el sábado, 29, a una gala a dúo con las dos voces protagonistas en principio: la de Tosca, Ainhoa Arteta, y la de Cavaradossi, Teodor Ilincai. Ella soprano con ribetes de spinto, sonora, artista, apasionada, con logrados piani y agudos poco templados. Él, un lírico con cuerpo, de emisión un tanto movediza, zona alta segura y un ligero vibrato. Es un Mario decoroso.
No se abandona del todo a Tosca porque la segunda parte del recital auspiciado por la Fundación BBVA viene ocupada por el dúo Tosca/Cavaradossi del acto primero, el aria de ella, Vissi d'arte, del segundo y el Adiós a la vida y el dúo postrero del último. Fragmentos que proporcionan una imagen bastante ajustada del peculiar verismo de Giacomo Puccini, siempre envuelto en un evidente refinamiento orquestal y en un tratamiento minucioso de los caracteres. Además se ofrecen Vesti la giubba de Pagliacci, Nessun dorma de Turandot, la romanza de Mirentxu de Guridi y la gran aria de Elisabetta de Don Carlo. Más dos páginas orquestales: interludio de Mirentxu y obertura de Las vísperas sicilianas de Verdi. Con la Orquesta Sinfónica de Bilbao y la diestra batuta del canadiense Yves Abel.