Alegrémonos de que EMI vuelva a poner en circulación esta espléndida interpretación, que, más allá de gustos personales o de cuestiones de mucho detalle, es toda una creación artística. Como en tantas otras de sus partituras, Messiaen se sitúa a medias entre el más alto trance de unión mística y el más vulgar recetario de devociones. Las visiones del amén son eso, diferentes maneras de concebir la palabra "amén": conformidad con el designio, resignación ante lo alto, deseo de cumplir, voluntad de aplicar, y así. ¿Cómo llevar estos asuntos a una partitura para dos pianos? Llamándose Messiaen y siendo un genio.
Lo que me hace recomendar sin vacilación la versión que nos da el dúo Rabinovich-Argerich es el aroma de verdad que desprende. El espíritu de Messiaen habita el disco entero. Tomemos el nº 5, el Amén de los ángeles, de los santos y del canto de los pájaros: los acordes en unísono rítmico no suenan limpios. No me molesta. Me parece que estos acordes no se ensucian, sino que se enriquecen con los flecos.
¿Por qué estas imperfecciones son virtud? O es la magia inexplicable de la musicalidad o reivindico el derecho a la inconsecuencia.