En su siempre didáctica y original programación musical, que este año y mientras la pandemia no remita se emite en streaming, la Fundación Juan March ha organizado un pequeño ciclo de tres conciertos dedicados a músicos de la dinastía Halffter, que, oriunda de Alemania, se instaló tan provechosamente en nuestro país. Tres relevantes personalidades de nuestra música la integraban. Los hermanos Rodolfo (1900-1987) y Ernesto (1905-1989) y su sobrino Cristóbal (1930), felizmente aún entre nosotros.
Su obra abarca un amplísimo período del arte español de los sonidos. Los dos mayores participaron en las iniciativas en las que desde aquí se empezó a mirar a Europa y en las que se buscó por caminos no muy hollados hasta ese momento una estilización de lo popular a través de procedimientos de nuevo cuño, de mecanismos expresivos insólitos. En esa línea e integrado en la más joven generación del 51 se instaló el joven sobrino, que muy pronto se situó en las tendencias nacidas a la sombra del postserialismo, aunque luego volaría por sí solo en una trayectoria muy personal.
Pocas vidas artísticas tan rectilíneas, pocas trayectorias tan saludables, pocas personalidades tan coherentes y pocos rasgos humanos tan dignos como los del mayor de la dinastía, Rodolfo, que llegaría a ser con su hermano uno de los motores del Grupo de los Ocho, el núcleo básico de lo que se dio en llamar generación de la República, y que adquiriría carta de naturaleza en la Residencia de Estudiantes en diciembre de 1930, en aquella sesión multitudinaria presidida por la lectura de un manifiesto en la voz de Gustavo Pittaluga, otro de los miembros del grupo.
Rodolfo emigró a México en 1939, como lo hicieran otros artistas republicanos, que hubieron de abandonar España a raíz de una guerra fratricida que determinó tantos exilios y la ruptura de una línea progresiva. De esta manera nuestra música hubo de dormir el sueño de los justos durante decenios. Ernesto, por su parte, fue un hombre genial, anárquico, de humores varios, entusiasta y fantasioso, que creó una música de penetrante expresividad, luminosa y amena, que seguía la estética marcada por aquel nuevo tiempo.
Escuchar el Siglo de Oro
Rodolfo y Ernesto buscaron la estilización de lo popular mientras que Cristóbal ha volado por sí solo
Los dos hermanos se adhirieron a un vigoroso y trascendido nacionalismo, que aparecía bañado de luces impresionistas recibidas de Francia o, enseguida, de un neoclasicismo que se nutría –mientras los galos se miraban en Couperin– de las fuentes emanadas de Scarlatti o de los músicos españoles del Siglo de Oro y posteriores, y que adelgazaba y oxigenaba los pentagramas hasta extremos insospechados. Los jóvenes autores, nacidos entre 1890 y 1905, habían empezado a organizarse alrededor de la figura impulsora del crítico, musicólogo y compositor Adolfo Salazar, bien que su espejo y ejemplo fuera Falla.
Todo músico auténtico tiene su personalidad, una serie de características que lo definen y lo hacen, en cualquier circunstancia y lugar, igual a sí mismo y diferente a otros. Cristóbal Halffter ha mantenido durante decenios esa impronta, esa cualidad única e intransferible. Toda su producción ha venido delimitada por las mismas constantes: total libertad de concepto y de construcción en pos de pentagramas siempre sentidos, expresivos, que calibran con raro refinamiento el espectro sonoro, con ese lenguaje ya conocido y, diríamos, tradicional del maestro, lleno de fogonazos y de un lirismo atenazador cargado de amenazas.
Características que sin duda aparecerán de un modo u otro en su Cuarteto nº 11, que se estrena en este ciclo de la March, el último de una serie cuajada de obras muy significativas. En la misma sesión, la del día 9 de diciembre, a cargo del Cuarteto Quiroga, se escucharán el Cuarteto nº 9, ‘In Memoriam Miguel de Cervantes’ del mismo autor, el Cuarteto de Ernesto y los Ocho tientos op. 35 de Rodolfo, que el magnífico ensemble grabó de manera espléndida hace unos años. El día 25 de noviembre se inaugura la serie con la luminosa voz de la gentil soprano Marta Matheu, que, acompañada al piano por Albert Guinovart, ofrecerá una selección de canciones, algunas muy conocidas, de los Halffter, entre ellas las correspondientes al cuaderno Marinero en tierra de Rodolfo, las Seis canciones portuguesas de Ernesto y las Cuatro canciones leonesas de Cristóbal. En medio, el día 2 de diciembre, un recital de piano del infalible Juan Carlos Garvayo con piezas de signo neoclásico de los dos mayores y la Sonata del más joven.