La fórmula mágica de los superéxitos musicales de hoy: léxico pobre, rima fácil y un gancho detrás de otro
Los autores del pódcast 'Switched on Pop' publican un libro que analiza a fondo 'hits' del siglo XXI de artistas como Britney Spears, Taylor Swift y Luis Fonsi.
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No hay duda de que la música popular es un reflejo de la sociedad, la economía y la tecnología del mundo en el que surge, de modo que, si de alguna manera somos capaces de descifrar el lenguaje del pop, también podremos entender mejor nuestra enloquecida vida moderna.
En verano de 2014, el musicólogo y profesor de la Universidad del Sur de California Nate Sloan y el compositor musical Charlie Harding viajaban con sus respectivas esposas por la costa Californiana. Relegados en la parte de atrás del coche por propia decisión para proteger a sus parejas de sus obsesivas y habituales charlas sobre música, ambos no paraban de conversar entusiasmados sobre las conclusiones a las que habían llegado los alumnos de Nate tras analizar en profundidad el éxito Call Me Maybe de Carly Rae Jepsen.
Lo que parecía ser una canción comercial sencilla e intrascendente escondía en sus entrañas una innegable destreza técnica que contenía más sorpresas musicales de las que imaginaban.
En ese momento les surgió la idea de hacer un podcast que lograse desentrañar de manera didáctica y profunda los secretos de las canciones pop más exitosas del siglo XXI desde One Direction hasta Kendrick Lamar, pero que también tuviese en cuenta legendarios villancicos como Jingle Bells o el gancho de las canciones más conocidas de artistas más clásicos como Queen, Dolly Parton o Elton John.
Con el tiempo, el podcast fue calando y logrando una gran repercusión además de tener una sorprendente interacción con el público. De manera recurrente les llegaban correos electrónicos demandando textos relacionados donde poder profundizar más sobre estos conceptos.
Ante el sorprendente vacío editorial en esta materia, los autores del podcast decidieron plasmarlo en el libro Switched on Pop. El secreto de las canciones de éxito. Publicado en España por la editorial Liburuak, contiene dieciséis estudios de éxitos pop publicados entre 2000 y 2019. Cada capítulo investiga una obra y un artista diferente para intentar descubrir la fórmula de una canción exitosa y su inherente impacto.
El libro recopila algunos de los episodios más destacables del pódcast, donde se tratan a fondo diferentes aspectos técnicos, como, la característica síncopa de Kendrick Lamar, el uso del sampler de M.I.A., la poderosa modulación vocal de Beyoncé, la rima fácil de Drake, los contrapuntos musicales y personales de Britney Spears o la ambigüedad tonal de Luis Fonsi.
A través de teoría musical y anécdotas culturales, sus autores desvelan como la composición, la producción y las letras se enlazan para conectar profundamente con el público, celebrando la creatividad y la innovación de la música pop mientras exploran sus elementos técnicos, creativos y culturales.
La importancia de la firma melódica y el timbre
Dentro de los principales aspectos que analiza el libro, uno de los principales es el que se refiere a la melodía. Tomando como ejemplo la canción You Belong With Me de la amada y odiada Taylor Swift, a la que definen como un camaleón musical que ha cambiado de estilo con cada álbum en el transcurso de su carrera, desde la ingenua cantante country a la megaestrella pop para todos los públicos. Sloan y Harding destacan su gran habilidad como compositora y los principales elementos de su técnica, que se han mantenido constantes en todas las fases de su carrera.
De esta manera, You Belong With Me, una historia universal sobre una chica enamorada de alguien que solo la quiere como amiga, tiene entre sus principales características un elemento común que suele aparecer en muchas de sus canciones y que es un motivo melódico de tres notas llamado melisma, la práctica de cantar múltiples notas en una sola sílaba de texto y al que sus autores denominan el ‘Motivo T’.
Este patrón —que consiste en primero bajar un poco de tono y después bajar mucho— es uno de los gestos musicales definitorios de la carrera de Swift, la firma secreta que suele aparecer en algún lugar de todos los álbumes que ha grabado.
Y luego está el timbre, un concepto difícil de explicar a pesar de nuestra capacidad natural para percibirlo. Es la cualidad que nos permite distinguir un sonido de otro, aunque los dos produzcan la misma nota. Su misterio reside en la vibración conjunta de las distintas ondas sonoras que forman cada sonido, y desafortunadamente contamos con un vocabulario limitado para describirlo.
En este sentido, la cantante Sia entiende la experiencia multisensorial de la música mejor que la mayoría de las estrellas del pop, teniendo un dominio absoluto del timbre, aun cuando opera por intuición y no mediante una técnica vocal cuidadosamente manipulada.
Sirva como ejemplo su épica y por momentos tortuosa canción Chandelier. El intenso juego tímbrico que despliega demuestra a la vez control y vulnerabilidad. El tono de Sia está a medio camino entre el de una cantante de ópera y una diosa del pop, acumulando energía durante toda la canción para finalmente soltarla en su tramo final rompiendo cualquier convención vocal.
A la pesca del oyente
El término hook o gancho del que tanto se habla hoy en día dentro de la industria musical siempre ha sido fundamental en la música pop desde sus comienzos, pero en los últimos años se ha convertido en algo determinante para que los artistas puedan alcanzar una mayor difusión musical a través de las redes sociales. Esto sucede especialmente en TikTok, donde siempre hay un público joven bien predispuesto a dejarse enganchar rápidamente.
Con el gancho no hay tiempo para desarrollos, sino un objetivo urgente por pescar al oyente de la manera más rápida posible. El análisis técnico que proporciona el libro sobre el éxito Break Free de Ariana Grande es una buena muestra de ello, demostrando que la canción está plagada de tantos hooks que prácticamente la convierten en un gancho constante que no deja respiro al oyente.
El musicólogo Charlie Kronengold define el gancho como "un aspecto o cualidad altamente recordable que destaca sobremanera en una canción y que la distingue de otras similares".
Como ejemplos recientes podríamos citar la característica y repetitiva introducción vocal ‘rah-rah-rah-rah-raaaaaha’ de Lady Gaga al comienzo de la archiconocida Bad Romance (2009), así como también la melodía silbada de Moves Like Jagger (2010) de Maroon 5, o el patrón de bombo constante y machacón que sostiene en todo momento Single Ladies de Beyoncé (2008).
Todos ellos son ganchos fácilmente recordables a los que basta una breve alusión en una lectura o conversación para que sus melodías se reproduzcan instantáneamente en nuestros cerebros.
Pero digamos que nada de esto resulta especialmente novedoso, de hecho los autores citan la legendaria Quinta sinfonía de Beethoven como un claro ejemplo universal de gancho que no puede ser más efectivo, en la que sus célebres cuatro notas al comienzo —ta-ta-ta-chán— hacen que esta pieza sea tan reconocible como cualquier canción pop.
Cuando empezamos a pensar en este icónico motivo como un gancho, la distancia entre Beethoven y la música pop actual se acorta y las jerarquías de gusto, clase y cultura que separan la música clásica vienesa del pop del siglo XXI empiezan a disolverse. Aunque nunca llueve al gusto de todos y hasta el mismísimo y legendario productor de éxitos Quincy Jones declaró sin tapujos hace unos años que “el pop en este momento necesita más y mejores canciones y menos ganchos”.
Malos tiempos para la lírica
En un estudio reciente, un grupo de investigadores especializados en música, computación e inteligencia artificial procedentes de universidades de Alemania y Austria elaboraron el estudio más grande hasta el momento sobre la evolución de las letras de las canciones de pop durante 50 años.
Analizando más de 350.000 canciones —categorizadas en cinco géneros: rock, pop, rap, country y rythm & blues— comprendidas entre 1970 y 2020, descubrieron que el vocabulario se ha empobrecido notablemente, que los temas se han simplificado y que las rimas se han vuelto mucho más repetitivas.
Su conclusión es que las letras de las canciones son hoy más pobres en léxico y sintaxis, que tratan cada vez más sobre asuntos concretos y menos sobre ideas abstractas, que tienen menos variedad de rimas y que repiten mucho más los estribillos.
Y es que en la actualidad las reglas del juego han cambiado con respecto al pasado, de tal manera que los servicios de streaming valoran la cantidad por encima de la calidad y en vez de pagar a los artistas por álbum, pagan los royalties por cada canción, lo cual es un incentivo para crear temas más cortos y álbumes más largos.
En Switched on Pop, sus autores Sloan y Harding toman como uno de sus ejemplos más representativos al rapero canadiense Drake (con una media de 73 millones de oyentes mensuales) cuyos singles suelen rondar en torno a los tres minutos, mientras que sus álbumes alcanzan una media de 80 minutos de duración.
Su perfecta comprensión de la economía del streaming ha hecho de Drake un blanco perfecto para sus numerosos detractores debido a su rentable estrategia. Pero hay que reconocer que en sus rimas de repetición hay algo innegablemente efectivo, tal y como queda patente en éxitos como God’s Plan y Hotline Bling.
Sus autores intentan definirlo como “la técnica de canción de cuna de Drake”, donde los patrones musicales repetidos se recuerdan mucho más fácilmente debido a que la repetición está integrada constantemente en la melodía, el ritmo y la rima.
El legendario compositor de musicales Steven Sondheim resume de manera contundente este nuevo paradigma: “Los oyentes de hoy en día tienen oídos aún más vagos que los de mi generación. La música pop los ha acostumbrado a la vaguedad y al ‘todo vale’ para exaltar los valores poéticos de imágenes puramente aleatorias”, teoría que también refuerza el rapero GZA de Wu-Tang Clan añadiendo: “Si te fijas en el hip hop más mainstream de ahora, ya no tiene letras. Y es que ‘la verdad’ no siempre acaba rimando”.