Un año antes de fallecer, el Memphis Press-Scimitar publicaba: “Tras presenciar la última actuación de Elvis Presley en el Hilton de Las Vegas, uno sale preguntándose cuánto tiempo pasará hasta que sobrevenga el final, quizá de modo repentino”. Era una premonición que cualquier observador atento a la trayectoria de, posiblemente, la voz del rock más grande que ha dado la historia de la música, sentía ya a finales de 1976. “Por qué el rey del rock ‘n’ roll tiene que arriesgarse a un más que posible ridículo saliendo a escena en tan malas condiciones? ¿Por qué seguir?”, se preguntaba el vespertino. ¿Cómo llegó hasta ahí?, añadimos nosotros. Recorremos su trayectoria a través de diez “recortes” que el especialista Guralnick recoge (con edición de Libros del Kultrum y traducción de Alberto Manzano) en Último tren a Memphis y Amores que matan:
Una figura nacional. Memphis Commercial Appeal. 1954
El rotativo ya habla de “nuestro cantante hillbilly” para referirse al futuro Rey del rock. “Va camino de convertirse con paso firme y rápido en una figura nacional. El último honor que ha recibido es una invitación al Louisiana Hayride, espectáculo que será retransmitido el sábado por la noche en la KWKH de Shreveport”. El Louisiana Hayride era el segundo programa de este género tras el Grand Ole Opry de Nashville, que solo acogía a las grandes estrellas del country. “No hay precedentes -explica el Commercial Appeal- de que el Grand Ole Opry contrate a un artista con un solo disco editado, como fue el caso de Presley”.
Doble contrato hacia el estrellato. Billboard. 1955
Uno de los “ruiseñores” más buscados de ese año firma dos grandes contratos como artista discográfico por tres años. La RCA-Victor contrata al “chico de 19 años”. Según cuenta esta cabecera, “aunque la Sun ha vendido a Presley como artista de c&w, Victor tiene previsto llevarlo a los campos de pop, rhythm & blues y country & western. De todos modos, el jefe de singles especiales de la RCA, Steve Sholes, tiene la intención de grabar al ruiseñor con el mismo apoyo musical -guitarra eléctrica, contrabajo, batería y Presley a la guitarra rítmica- que figuraba en sus anteriores discos con la Sun”.
Insinuante y obsceno. América. 1956
El semanal católico describía así los directos del de Tupelo: “Si este ‘espectáculo’ pudiese confinarse a los discos no sería una influencia tan mala en los jóvenes, pero, desgraciadamente, Presley actúa en directo”. Además, citan a otra publicación, La Crosse, “sus movimientos y ademanes durante la actuación [se refiere a una de sus apariciones en la cadena televisiva NBC], descrita como un “estriptis con la ropa puesta”, no solo fueron de insinuaciones sino verdaderamente obscenos. Los jóvenes asistentes a las actuaciones (cuatro mil en la primera y unos mil doscientos en la segunda) se volvieron literalmente “locos” y algunos de ellos se revolcaban incluso por los pasillos…” Cierra el sabroso recorte con un deseo: “Si las agencias televisivas (de televisión y otras) dejasen de trabajar en cosas tan nauseabundas, todos los Presley de nuestra tierra pronto serían absorbidos en el olvido que se merecen”.
Gestos indecisos, incompletos. Reporter. 1956
Durante sus inicios en el cine le llovieron críticas de todo tipo. Una de las más hirientes fue la que le dedicó Reporter: “En primer lugar, no anda: arrastra los pies, va muy despacito, casi a pasitos. Los gestos de las manos son indecisos, incompletos, con los brazos delante como si se abriera paso un pasillo de paredes mojadas, o pegados al cuerpo como si estuviera esquivando un golpe”. La publicación resume el comportamiento de Elvis calificándolo de adolescente: “Tanto si tiene veinte como si tiene treinta o cuarenta años, tiene quince y se siente extremadamente desdichado. Es, esencialmente, un lobo solitario que quiere ser de algún sitio”. Elvis lo era, de la música, de donde muchos pensamos que no debería haber salido.
Productor involuntario. Las Vegas Desert News and Telegram. 1964
Pese a las críticas sobre su forma de interpretar, las películas de Elvis eran comerciales y terminaban siendo rentables. No puede decirse lo mismo de aventuras de mayor nivel y ambición como la película Becket, protagonizada por Richard Burton y Peter O’Toole, dos actores procedentes del teatro shakesperiano. ¿Su papel? “No se rían -señala Las Vegas-. No es que Elvis rechazara el papel de Henry II o el de Becket. No, Elvis ayudó a financiar Becket de forma indirecta. El productor Hall Wallis, que ha producido los éxitos más grandes de Elvis, también produjo Becket. Y, si no hubiera sido por los ingresos cosechados por las películas de Elvis, quizá no hubiera dispuesto de medios para rodar Becket”.
Neblina sobre el escenario. Columna de la periodista Rona Barrett. 1972
Se acerca el final. Elvis coquetea con los fármacos y con oscuras corrientes espirituales. La periodista del corazón Rona Barrett escribe en una de sus columnas: “Otras informaciones fiables para entender por qué su último espectáculo en el hotel Internacional no estuviera a la altura es que estuvo enfermo bastante tiempo y, además, imbuido en un programa de concienciación que implicaba una meditación profunda y la práctica de yoga. Parece que el líder de este grupo le dijo a su esposa, Daya Mata, en el lecho de muerte, que Elvis era el siguiente salvador”. Barrett apunta a que practicaba la meditación para superar su dolor físico, un estado que le envolvía “en una especie de neblina” que podría explicar su comportamiento sobre el escenario”.
Inercia y aburrimiento. Los Angeles Times. 1972
Sigue el declive. Continúan los problemas en los conciertos y el periodista Robert Hilburn muestra su decepción: “Elvis sigue siendo un artista increíblemente carismático pero le falta cuidado y dirección tanto en las canciones como en su tratamiento. Para Hilburn, hubo un tiempo en el que “nadie se atrevía a tocar una canción de Elvis hubiera grabado porque nadie podía hacerlo mejor”. Para muchos, ahora era un simple aficionado que interpretaba un repertorio ya conocido con versiones de otros cantantes. “Sencillamente -concluye Hilburn-, hacía las cosas por inercia”. Quizá, sugiere Guralnick, el aburrimiento anímico de Las Vegas tuviera la culpa.
La leyenda viva está gorda. Hollywood Reporter. 1973
La caída de Elvis tocaba fondo. Esta revista constataba su “sobrepeso”, mayor que en cualquier actuación anterior en Las Vegas: “Este es el Elvis más indiferente, más desinteresado y falto de atractivo que se haya visto nunca. No es que esté algo bajo de forma o más rechoncho de lo habitual, es que la leyenda viva está gorda y absurdamente se parodía a sí misma. Su voz, la noche del estreno, era débil, insegura y forzada. Su personalidad… perdida en una de las actuaciones peor preparadas, inciertas y desalentadoras de su carrera en Las Vegas. Trágico, descorazonador y absolutamente deprimente es ver a Elvis en un nivel tan bajo”.
La última foto. National Enquirer. 1977
La traición de todo su entorno, incluida la llamada Mafia de Memphis, parte de ella desgajada por la publicación de unas memorias sobre su convivencia con Elvis, llegó de la mano de este tabloide, que facilitó a uno de sus primos una cámara Minox para que hiciera una foto del Rey del rock en el ataúd. “En la foto, Elvis estaba pálido y ceroso -detalla Peter Guralnick- , pero aun así conservaba un rostro sorprendentemente apuesto, tranquilo, casi desconocido para aquellos que recordaban a un hombre rara vez en paz consigo mismo”.
[Ser o no ser de Elvis Presley]
El respeto de los fans. Rolling Stone. 1977
Chet Flippo, entonces redactor de la prestigiosa revista musical, escribía sobre el caos que se formó cuando las diez mil personas que quedaron fuera del recinto del velatorio se abalanzaron sobre la verja en medio de abucheos, gemidos y sollozos. “Pero los fans de Elvis siempre se habían comportado bien con su ídolo; incluso cuando todo el mundo se burlaba, su fidelidad nunca se había puesto en duda y en este momento sucedió lo mismo. Mientras expresaban su temor a que se desataran disturbios, una docena de agentes de policía consiguieron finalmente cerrar las puertas y, después de unos treinta minutos, la multitud empezó a dispersarse lentamente”. Según Flippo, “el muro de piedra que da al Elvis Presley Boulevard era lo suficientemente bajo para poder saltarlo pero nadie lo intentó”.