Ha estado cerca de alcanzar el siglo de vida pero, al final, la muerte, que siempre gana la partida, se lo ha llevado con 96 años. Lo ha anunciado la ministra griega de Cultura, afectada por la pérdida de Mikis Theodorakis, compositor heleno más popular, con permiso de Iannis Xenakis. Una celebridad que se tornó de carácter mundial gracias a su mítica y euforizante banda sonora de Zorba, el griego, dirigida en 1964 por Michael Cacoyannis y protagonizada por Anthony Quinn.
Theodorakis, que nació en 1925 en la isla de Quíos, llevaba enfermo ya tiempo. Había abandonado la trinchera de la creación artística y también la política, en la que tuvo un papel destacado en alguno de los periodos más convulsos de la historia griega reciente. Por ejemplo, durante el Golpe de los Coroneles, que puso al país, en 1967, bajo una dictadura militar, creando en Estados del entorno europeo, sobre todo Italia, una tensión social enorme. Cundió el miedo a la organización de más asaltos al poder por sectores involucionistas. Theodorakis pagó su disidencia (fue diputado por la alianza de socialistas y comunistas EDA y pasó a la clandestinidad cuando se instauró la Junta del los Coronoles) con la cárcel y el destierro al pueblo de Zatuna, donde fue enviado con su mujer y sus hijos tras una prolongada huelga de hambre. Ya por entonces era un personaje prominente por la danza del Syrtaki de Zorba el griego, hedonista, luminosa y sensual.
La mención a Italia no es baladí ya que Theodorakis militó en la resistencia que se enfrentó a Mussolini durante la II Guerra Mundial, quizá purgaba así su apoyo previo al régimen autoritario que impuso Ioannis Metaxas en Grecia durante los años 30. El compositor contribuyó a que familias judías escaparan de las leyes de segregación racial impuestas tanto en Alemania como en Italia. Tras esta aventurada experiencia, se instaló a mediados de los 50 en París, donde se formó con Oliver Messiaen. Es un periodo en el que absorbe el canon occidental. De esa época data, por ejemplo, su ballet Antígona para Ludmila Tcherina, y varias piezas de corte sinfónico y camerístico.
Pero todo ese bagaje lo veteará finalmente con el legado tradicional de su tierra, que acaba rezumando en trabajos como el mencionado de Zorba. Cuando regresa de París, en 1960, se sumerge en el folclore griego y en el universo musical ortodoxo, la religión dominante allí, algo que le emparenta con colegas como Arvo Pärt, que también ha bebido mucho de ese venero, aunque con una intención más mística. Colabora con figuras como el poeta Yannis Ritsos, cuyo poema Epitafio termina musicando. Luego hará lo propio con los versos de los premios Nobel Yorgos Seferis y Odysseas Elytis, contribuyendo a la difusión de su obra literaria.
Tras la imposición del gobierno militar, en medio de las carestías y penalidades por los encierros, su objetivo fue básicamente uno: derrocarlo. Y su arma fue la música: compuso sin desmayo (¡ha alumbrado más de mil canciones!). Exponentes de la oposición a la tiranía castrense, afincados fuera de Grecia, como Melina Mercouri y Maria Farandouri, interpretaron sus piezas convirtiéndolas en himnos contra el fascismo. A este respecto, es también muy significativa su alianza con el cineasta Costa-Gavras, también de sensibilidad política escorada a la izquierda (firmó la banda sonora de su largometraje Estado de sitio). En la gran pantalla dejó asimismo su estampa en Serpico, de Sidney Lumet. No podemos olvidar, por otra parte, su partitura sobre el Canto general de Pablo Neruda, que en España interpretó él mismo, desde el podio, en el Palau de Barcelona y en el Auditorio Nacional de Madrid, allá por 2004.
En 1970 pudo salir a Francia y desde allí llevó a cabo una pertinaz tarea de diplomacia para cercar la dictadura de los Coroneles. Es muy llamativa su influencia en este terreno geoestratégico, que le valió el acceso a líderes como François Miterrand, Salvador Allende, Olof Palme, Gamal Abdel Nasser... En los últimos años se significó en diversas causas. Contra la energía nuclear a cuento del desastre de Chernóbil. Contra la intervención de la OTAN en la Guerra de Kosovo. Contra la invasión de Iraq. A favor de unas relaciones más fluidas entre Grecia y Turquía, dos Estados 'unidos' por una perpetua desconfianza. Antes de caer enfermo, también se le vio en la calle, en las manifestaciones contras las medidas de austeridad que ahogaron a Grecia durante el crash financiero. Una vida en pie.