Arvo Pärt
La visita de Arvo Pärt estuvo en el aire la semana pasada. La salud de su mujer se resintió y eso estuvo a punto de trastocar la agenda que tenía prevista en España, donde la Orquesta Nacional y la Fundación del Orfeò Català le van a homenajear los próximos días. La primera institución le ha dedicado su Carta Blanca, que sirve para recorrer la obra de compositores contemporáneos (la suya sonará en el Auditorio Nacional los próximos días 6, 7, 8 y 14). Hoy han arrancado los actos con una rueda de prensa en la tienda de discos La Quinta de Mahler. No es un territorio en el que se sienta cómodo. Proverbial es su ascetismo. Frente a las preguntas suele protegerse con la misma contestación: "Es mi música la que habla".Pero esta mañana se ha ido entonando. Sintiéndose cómodo. Algo en lo que ha ayudado mucho la reproducción de un cedé con una de sus partituras más emblemáticas: el Cantus in memoriam Benjamin Britten. La pieza, emparentada con los esquemas compositivos de Steve Reich, se ha escuchado al término de las presentaciones del periodista y crítico musical David Rodríguez Cerdán y Félix Alcáraz, que ha advertido que era un honor acoger a un músico que "ha marcado el devenir de la música en el siglo XXI". Pärt incluso ha trascendido su profesión para significarse con pronunciamientos de corte político, inestabilidad que origina en la antigua Unión Soviética la guerra entre Rusia y Ucrania y los modales autoritarios de Putin, al que ha calificado, sin tapujos, como "un perturbado peligroso, una amenaza para cualquier país, por muy lejos que se encuentre de su órbita de influencia. Los líderes europeos se resisten a verlo pero es así".
Pärt, con el gesto velado por la angustia, ha confesado que durante la reproducción del Cantus su cabeza estaba puesta en la figura de Boris Nemtsov, asesinado en Moscú este fin de semana. "Todos sabemos quién está detrás", ha insinuado. También ha respaldado la actitud del compositor griego Mikis Theodorakis, muy crítico con la presión de la troika sobre su país. "Hace bien", ha sentenciado, aunque ha completado su argumento señalando que vivimos en "un mundo muy complejo y cambiante" en el que es "natural" la disparidad de posturas respecto a las recetas aplicables para solucionar la crisis que lo asedia.
Pärt ha roto así cierto cliché de compositor ensimismado. De hecho, como ha advertido, Rodríguez Cerdán en su obra pueden hallarse títulos en directa conexión con el entorno traumático que le rodea. Especialmente significativo es su gesto de solidaridad con las víctimas del atentado del 11 de marzo contra los trenes de cercanías en Madrid. Da Pacem Dominem es la pieza en la que evoca su dolor por aquel sangriento ataque. "La escribí en una sola noche, profundamente afectado". El enfrentamiento entre el Islam y Occidente es una de sus preocupaciones más apremiantes. Adam's Lament, de hecho, es una llamada a la reconciliación de ambas religiones.
En el territorio sacro en donde se ha movido tras su crisis de identidad sufrida a finales de los 60. En su formación, recibida básicamente en el Conservatorio de Tallinn, preponderó el magisterio de Shostakovich y Prokofiev, cultivando en esos años el sinfonismo. Pero la publicación de la cantata Credo en 1968 evidenció un giro copernicano en sus criterios compositivos. El régimen soviético le acusó de cuestionar el ateísmo oficial, un rechazo que le obligó a emigrar. Tras un largo periodo de silencio, en los que se empapó de cantos gregorianos y de los textos sagrados de la iglesia ortodoxa, acuñó su característico estilo tintineante. "Me es muy difícil explicar el cambio. ¿Cómo puedo saberlo? Fue producto de una búsqueda en mi conciencia, de la persecución de la belleza, del deseo de conectar con los demás... Fue un proceso natural", ha comentado, con visibles gestos de dificultad para formular verbalmente los arcanos de su inspiración.
"Se basa en el concurso de dos líneas articulares que representan respectivamente, según el propio Pärt, los pecados de los hombres y el perdón de los mismos", ha explicado Rodríguez Cerdán. Bajo ese esquema, emergieron Fur Alina, Spiegel im Spiegel, Tabula Rasa... "Es un sonido que -ha precisado Rodríguez Cerdán- puede sonar simple y repetitivo en ocasiones, pero lo cierto es que pocos autores pueden presumir de haber desarrollado un sistema compositivo tan sintético y sugerente como el suyo". Y tan eficaz para movilizar las emociones habría que añadir.
De hecho, como en el caso de Reich, su minimalismo místico ha calado en algunos gurúes de la música popular. Björk, Nick Cave, PJ Harvey, Rufus Wainwright y hasta el rapero Lupe Fiasco ha manifestado su admiración hacia Arvo Pärt. También, en los dominios del jazz, lo ha hecho el pianista Keith Jarret. Y en el cine sus composiciones engrosan la banda sonora de una retahíla de largometrajes: La delgada línea roja, de Terrence Malick, Pequeño Buda, de Bernardo Bertolucci, Pozos de ambición, de Paul Thomas Anderson y Gravity, de Alfonso Cuarón... Hipnótico, además, el final de La grand Belleza de Paolo Sorrentino, con Spiegel im Spiegel sonando mientras la cámara atraviesa sucesivamente los puentes del Tíber. Casi imposible superar una concentración tan alta de belleza y emoción.