Cómo la muerte va a saber de justicia poética ni frente a los poetas. Sería noticia... ¿Por qué los tiempos de luto que vivimos, pandemia de miedos e ignorancias, se llevan a quienes cantaron como nadie a la vida? Acaso nos los arrebatan porque indagaron en la resurrección de la carne, tras las mil veces que morimos en vida de miedo, vergüenza y frío. Tal vez porque le arrancaron algún fuego de Prometeo, mirando a la muerte cara a cara, con sus reflexiones en voz alta, confidentes hasta el silencio de la palabra escrita, modulada y cromática. Se ha ido un amigo del alma. El mayor humanista que dio nuestra cultura ibérica, entendiendo por humanista la mirada artística que desde el Renacimiento, pasando por el Romanticismo, se vale de cualquier medio expresivo para abrillantar la humana condición.
No podía ser de otra manera. Luis Eduardo Aute murió de infarto cerebral, expulsada su mente preclara del jardín donde crece el árbol de la ciencia del bien y del mal. Aute sentía que hay otros mundos pero están en este, tal como tenía escrito Paul Éluard, uno de sus referentes en el Parnaso. Nacido en Manila hace setenta y seis años, Luis Eduardo Aute había recibido una educación ilustrada y cosmopolita, hasta el punto de sostener tres lenguas como vernáculas, español, inglés y francés, para beber de los intelectuales paneuropeos en su idioma madre, sin intermediarios en la traducción de palabras y sentimientos. Por eso, junto a Enma Cohen, fue el único creador de nuestra piel de toro que pisó París en Mayo del 68. De ahí también que se tratase con Jean Cocteau, el último árbitro de la elegancia en las artes francesas. Y que, lo mismo que George Brassens, recibiera en Italia el Premio Luigi Tenco al prestigio en la canción de autor (2001), premio también recibido por su alter ego Silvio Rodríguez y por Leonard Cohen, otro grande al que nuestro Aute pudo estrechar la mano.
Nadie como él apoyó las causas más imposibles y residuales. Luis Eduardo Aute, del sexo puro al puro sexo... Un artista con hache de humanidad
Joseph Leo Manckiewicz, Maurice Ronet, Marcel Ophüls, Arturo Ripstein, Gonzalo Suárez, Hervé Tirmache y Roman Polanski, Eduardo Arroyo, Ernesto Sábato y Carlos Edmundo de Ory, George Moustaki, Chico Buarque, Atahualpa Yupanki y Jackson Browne... Muchos son los cineastas internacionales, creadores plásticos, escritores y juglares a quienes trató familiarmente Aute, antes y después de establecer con el álbum titulado “Templo” (1987) un punto y aparte para su personalísima discografía posterior. Hablamos del único autor “progre” que supo establecer conexiones de vanguardia histórica y europea en su obra, del surrealismo y postismo al expresionismo. Puestos a mencionar, sin embargo, su predicamento más reciente, allende fronteras hispanohablantes, recordemos que Robert de Niro se llevó al festival de Tribeca su cinta de animación Un perro llamado dolor del 2001. Y que, al año siguiente, contó con Luis Eduardo Aute para presentar en petit comité los óleos de su padre.
Antes que cantante fue Aute compositor para otras voces (Massiel, Mari Trini, Rosa León). Y antes auxiliar de dirección frente a una cámara de cine. Y antes incluso se estrenaba como pintor en la Bienal de São Paulo, con veinte años. El gran público apreció al cantautor, gracias a sus himnos y honestos estribillos, "Al alba", "Las cuatro y diez", "La belleza", "Una de dos", "Mojándolo todo". Las inmensas minorías, no obstante, supieron además de sus lienzos, cortos, libro-discos y vídeo de serie Animal, sus 'poemigas' en recital y autorretratos, aute retrato...
Qué grande fue el pintor Aute como poeta. Qué grande el filmmaker, como cantautor... Coincidiendo con el centenario de Las señoritas de Avignon, en 2007, comisarié la gira de una exposición de versiones sobre autorretratos de Pablo Picasso, a manos de quince pintores internacionales. Se lo tenía prometido en París a Jacqueline, la última mujer del malagueño. En ella participó Hanoos, el artista iraquí del Guernica sobre la Guerra del Golfo. También Luis Eduardo Aute, que se vino a la presentación de la muestra en Lisboa y en Asturias, para hablar además del libro Enigma Picasso. Nunca he tenido amigo más artista, ni artista más amigo. "Entre amigos" llevaba por título precisamente la grabación de directo en la que, por primera vez, Aute disolvía los egos del cantautor-tipo español frente al micro. Silvio Rodríguez, Joan Manuel Serrat, Pablo Milanés y Teddy Bautista actuaban con él en aquella escenificación colectiva y novedosa de 1983. Luego su fórmula se explotaría hasta el hartazgo del artista invitado y los abrazos parecieron puñaladas. Nadie siguió cantando al erotismo, vía mística de conocimiento, como Luis Eduardo Aute. Nadie como él apoyó las causas más imposibles y residuales. Luis Eduardo Aute, del sexo puro al puro sexo... Un artista con hache de humanidad.