Escena de ¡Cómo está Madriz!, montaje que amalgama dos montajes de Chueca. Foto: Domingo Fernández
Si hubo un compositor español que supo trasladar a la escena las vivencias, las maneras y la idiosincrasia de un pueblo, concretamente el madrileño, ese fue, sin duda, Federico Chueca, nacido, como no podía ser menos, en el foro, en 1846. Lo hizo con donosura, gracia y un certero olfato descriptivo. Consiguió, a partir de unas singulares dotes de observación, retratar a toda una sociedad, a la que proporcionó una música, un modo de cantar. Madrid no poseía realmente en el último tercio del siglo XIX una música propia, una cultura de raíz popular, un sello autóctono. Casi todo venía de fuera, era importado; como tantas otras cosas en la Villa y Corte. Chueca fue alumno del Conservatorio de Madrid, donde estudió solfeo, piano y armonía. Abandonó enseguida una recién empezada carrera de medicina y se entregó a la música de lleno. 1875 fue el año en el que comenzó a componer para la escena. Muy poco más tarde entraría en contacto con Joaquín Valverde, que sería, hasta 1890, el que revestiría de ropaje técnico a las obras salidas de la limpia inspiración de nuestro músico, que en la década 1880-1890 marcó un ritmo de producción muy alto, el mayor de su carrera, con obras como La canción de Lola, La Gran Vía, El año pasado por agua, Agua y azucarillos y aguardiente, Cádiz, La caza del oso y El chaleco blanco. Dos de esas composiciones van a estar de nuevo entre nosotros gracias al espectáculo que este viernes (20) rompe a andar en el Teatro de la Zarzuela. A Pinamonti, anterior responsable de la institución, se le ocurrió reunir dos de aquellas obras, La Gran Vía y El año pasado por agua, y encargarle su revisión teatral a Miguel del Arco, exitoso autor, adaptador y director, que amalgama las dos piezas en ¡Cómo está Madriz!, un relato que se sitúa en pleno 2016 y que, a través del sueño de su protagonista, nos traslada a finales del XIX. “Se producen muchos paralelismos con nuestro tiempo: coincide con la época de la alternancia entre Cánovas y Sagasta, que se ve amenazada por el surgimiento del socialismo de Pablo Iglesias…”, explica. Ha contado con una buena compañía de cantantes y actores. Entre los primeros, las sopranos María Rey-Joly, lírica y versátil, Isabella Gaudí, grácil y luminosa, y Amparo Navarro, experta y rotunda; los barítonos Luis Cansino, maleable y compacto, y Pedro Quiralte, sonoro y oscuro; y el tenor Carlos Crooke, ligero y claro. Apuntemos también al showman todo terreno Ángel Ruiz. Entre los actores, nombres señeros en este repertorio como Manuel Paso, Natalia Huarte, Rocío Peláez, Diego Molero, Carlos Martos… Y una novedad: Paco León, artista polifacético. La cita reúne, causalmente, a tres Moreno que creemos no están emparentados: José María, que ya ha actuado en el teatro con éxito, en el foso, Eduardo en la escenografía y Pedro en el vestuario. Juan José Llorens es el responsable de la iluminación.
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