Andris Nelsons impulsa Ibermúsica
Andris Nelsons. Foto: Marco Bogreve
Pocas carreras tan vertiginosas y fulgurantes como la del letón Andris Nelsons (Riga, 1978), a quien ya hemos visto en el ciclo de Ibermúsica y que ha estado estos días en todas las quinielas para suceder a Rattle en la Filarmónica de Berlín, tras anunciar que dejaría la Sinfónica de Boston en 2018. Regresa ahora este joven músico con la orquesta de la que todavía es titular, la City of Birmingham. Nos hacemos eco de sus características directoriales ante su nueva presencia en el Auditorio Nacional para ofrecer dos sesiones de calado los próximos miércoles y jueves: Conciertos para violín n° 2 de Prokofiev y n° 4 de Mozart, en los que actuará como solista la joven y también letona Baiba Skride, y dos Séptimas sinfonías de peso: la de Dvorák y la de Bruckner.Obras todas ellas que acreditan un modo compositivo de índole postromántica y que requieren del director no pocas facultades omnicomprensivas, diligencia, sentido de las proporciones y análisis juiciosos para dar a cada una lo que pide: elocuencia, verbo cantabile, colorismo y vehemencia en un caso; capacidad constructiva, claridad polifónica, dinámicas amplias y tímbrica ígnea en el otro. Cualidades evidentemente intercambiables. Nelsons parece encontrarse, pese a su casi bisoñez y su relativa maduración, en posesión de algunas de ellas.
Sin duda cuenta con un temperamento a veces desbordante, criterio musical y soltura en la tarima, sobre la que se mueve de un lado a otro, se agacha y hasta pasea, en un despliegue de agotador ejercicio físico. Con resultados positivos. La batuta es variada y sugerente y se agita en todos los planos, dando continuas indicaciones. Sabe desarrollar un discurso coherente fraseando con intención, a veces buscando efectos discutibles por su ampulosidad. Es amigo de elongaciones que restan naturalidad a la expresión, aunque no le quiten limpieza a la exposición.