Image: El Real importa a Korngold

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Música

El Real importa a Korngold

Soberbio reparto en la 'ciudad' de Decker

11 junio, 2010 02:00

Producción de La ciudad muerta en la Ópera de Viena. Foto: Axel Zeininger.

La ciudad muerta de Erich Wolfgang Korngold llega el lunes al Teatro Real de Madrid de la mano de Willy Decker y Pinchas Steinberg, que dirigirá un reparto de lujo encabezado por los tenores germanos Klaus Florian Vogt y Burkhard Fritz.

Uno de los acontecimientos operísticos de la bien orientada y en general excelente temporada del Real es sin duda el estreno este lunes de la ópera del austriaco Erich Wolfgang Korngold Die tote Stadt (La ciudad muerta), nacida al mismo tiempo, el 4 de diciembre de 1920, en dos teatros alemanes de campanillas, los de Hamburgo y Colonia. Un hecho insólito que se debió fundamentalmente a la influencia del poderoso padre del autor, afamado crítico, seguidor de Hanslick y hombre adinerado. Escrita por un joven de 23 años, es una composición realmente curiosa, inesperada en una pluma todavía teóricamente en barbecho, pero capaz, como enseguida se pudo comprobar, de producir una música de una solidez, un brillo, una vena melódica y una atmósfera, entre morbosa y soñadora, fuera de norma.

Explosión en el jardín
Estamos en un terreno sin duda alejado de aquel en el que se movían los creadores de la llamada Nueva Música, capitaneados por Schönberg y sus discípulos, que por entonces trataban de sacar la cabeza en una sociedad tirando a conservadora, aunque ya bastante baqueteada en esos años de crisis vienesa, en la que tantas cosas se ventilaban y en la que se estaba produciendo lo que Schorske denominaba "la explosión en el jardín".

En la senda wagneriana, Korngold emplea la técnica del motivo conductor, basado sobre ideas muy simples, con el concurso de repetidas cuartas y quintas. No hay que olvidar el toque impresionista, insólito en una partitura que, por espíritu y maneras, pertenece más bien a la estética expresionista. La escritura vocal es asimismo elocuente, con llamada a esa característica melodía infinita de Wagner, recogida y manipulada por Strauss; de lo que es ejemplo ese maravilloso dúo Glück das mir verblieb, conocido como Canción de Marietta.

El libreto, redactado por Korngold y su padre, está extraído del drama simbolista del belga Georges Rodenbach (1855-1898), adaptado por el mismo autor a partir de su novela Bruges-la-Morte de 1892. Es curioso anotar que Puccini estuvo tentado durante algún tiempo por este asunto tras componer Madama Butterfly.

La ciudad muerta llega al Teatro Real de Madrid bien arropada por un turbador y muy bello montaje de Willy Decker (que nos falló en la Tetralogía), coproducción de Salzburgo y la Ópera de Viena y que basa todo en la idea del propio compositor de que todo ha sido un sueño a partir de un determinado momento, con lo que, gracias a una admirable realización escénica, se nos lleva de la mano hasta un final que ya no es sorprendente. Un planteamiento que hace que la ópera pierda tensión y sentido trágico. Pero hay fragmentos magistralmente resueltos, como el del desfile de la espectral procesión, de un expre- sionismo formidable.

El reparto es de lo mejor que a día de hoy se puede disponer. Dos tenores germanos en alza, el soleado Klaus Florian Vogt, nacido para el papel de Paul por su cálido e intencionado fraseo, y el más oscuro Burkhard Fritz, eficiente siempre. Marietta, criatura evanescente y enigmática, se lo reparten la alemana Manuel Uhl y la escandinava Solveig Kringelborn. El también norteamericano Lucas Meachem compone el doble cometido de Frank y Fritz. Es una garantía que en el foso figure Pinchas Steinberg, sólido y habitualmente hábil para dar forma a estas músicas fronterizas y cargadas de sugerencias.