El Anuario de la Sgae puso un dato muy preocupante sobre la mesa: las artes escénicas han perdido un 40% de ingresos respecto a 2019. Es una circunstancias que tiene varias caras pero, sin duda, el apantallamiento voraz de la juventud está en el nodo de este llamativo descenso. El encierro pandémico agravó esa querencia digital, ya de por sí casi monopolística en lo que respecta a consumo de cultura (y derivados) de las nuevas generaciones. Marcos Morau, líder de La Veronal, se pregunta en esta tesitura adversa sobre el futuro los escenarios en su última pieza, Firmamento, que desprecinta en el Festival Temporada Alta el 17 (Temporada Alta) y que luego pasará por Madrid (del 25 al 28 de enero en Conde Duque).
“La pieza está destinada a todos los públicos aunque el punto de partida es la juventud, ese momento donde nos atraviesan las preguntas, donde empezamos a definirnos a través del mundo que nos rodea, donde aprendemos a pensar y a tener una opinión, donde nuestro mundo interior, alimentado por la infancia y los recuerdos, empieza a definirnos como seres únicos”, explica a El Cultural, Premio Nacional de Danza en 2013 y dueño de una prolífica trayectoria jalonada por trabajos tan sugerentes como Sonoma, Voronia, Bologna Pasolini...
“Con Firmamento –afirma– me planteo si la gente joven de hoy tendrá interés en acudir a los teatros o los espacios de representación del futuro. El escenario ahora mismo lo tenemos en el bolsillo, en la pantalla del teléfono móvil y me gustaría acercar el dispositivo analógico del teatro a los adolescentes, darle valor a las artes vivas y colocarlas en un espacio de convivencia con la digitalización y el progreso”. Ese es el reto. Morau no se queda cruzado de brazos y va a buscar al personal a sus hábitats actuales para traerlos a los hábitats ‘tradicionales’, debidamente atrezados estos para que resulten, a un tiempo, familiares y atractivos.
Es una pirueta compleja pero vital. Morau, como en todas sus piezas, agita una coctelera culturalista donde la danza se da la mano con el teatro, el cine y la fotografía. “No hay cosas extremadamente concretas pero sí aromas cercanos quizás a Miyazaki y Kurosawa. Personajes y situaciones aparentemente infantiles e inocentes que terminan por transformarse en universos complejos e inquietantes. Hay una idea constante en Firmamento similar a la de asistir a una representación teatral o al cine y dejar que las ideas nos agiten y nos golpeen, para sentirnos solos frente a esa sensación de estar siendo atravesados por la imaginación del otro que acabará por definir la de nosotros mismos”.
Es lo que lleva haciendo La Veronal desde su fundación, hace ya casi 20 años. A punto de alcanzar esa efeméride, la compañía se encuentra en un momento extraordinario, con la agenda más o menos rematada a cuatro años vista. “Hemos construido un lenguaje y un universo que la gente asocia a nuestro nombre y seguimos sumando proyectos, premios y reconocimiento tanto nacional como internacional”. Mucho mérito.