El arranque de la nueva película de Carlota Pereda, la directora de la refrescante Cerdita, es prometedor: en un pueblo navarro sin nombre, un oscuro y trágico episodio de su historia medieval, en torno a una vieja ermita que sirvió de pudridero para los apestados, ha generado no solo una historia de fantasmas, sino todo un folclore que se celebra anualmente, en el solsticio invernal, coincidiendo con la noche de difuntos.

A su alrededor, se montan espectáculos de teatro en vivo, desfilan las figuras espectrales e icónicas de los doctores de la peste, esos hombres-pájaro picudos hoy tan de moda, y se recuerda durante varios días el trágico destino de la pequeña Usoa, encerrada en la ermita y cuyo espíritu, se dice, no descansa en paz.

Un cierto aroma a folk horror y un excelente diseño de producción, acompañan este inicio, así como una interpretación ajustada y creíble por parte de la pequeña Maia Zaitegi, en el nada fácil papel de Emma, niña obsesionada por sus supuestos poderes de médium, empeñada en liberar a Usoa y en aprender a hablar con los muertos… por motivos personales.

Pero son esos motivos, la enfermedad terminal de la madre de Emma, los que rápidamente se adueñan de la película, marcando su discurso y llevándolo del terreno del cuento de fantasmas al puro y duro drama sentimental y familiar de sobremesa. Complicado, si no imposible, mantener el equilibrio.

Pesan sobre La ermita las sombras de El orfanato (y no solo por la presencia de Belén Rueda) y hasta de Un monstruo viene a verme. La fábula spielbergiana, bicicleta y túnel incluidos, pasada por el tamiz de Bayona y la marca Filmax, con toque final de fantasía oscura emo a la japonesa y triunfo de la luz a lo King, se diluye en melodrama de madres e hijas, aceptación y redención, que se come por completo los elementos sobrenaturales y terroríficos, caídos en el olvido de un guion un tanto descuidado.

Todo adquiere un aura televisiva y el amante del género se queda en La ermita “atrapado por el trauma”. Difícil decir si esta película encontrará su público, aunque cosas más strangers se han visto.