Aún con su espectacular versión de Giselle en nuestras retinas, vuelve a Madrid el coreógrafo inglés de ascendencia bangladesí Akram Khan, esta vez con su compañía y una versión del Libro de la selva en los Teatros del Canal.
Como es habitual en Khan, para esta aventura se rodea de estrellas: guion de Tariq Jordan, dramaturgia de Sharon Clark y música original de Jocelyn Pook, el equipo soñado para recrear un mundo mágico que se sumerge en el presente. Enfrentarnos a una creación de Khan siempre ha sido una experiencia para aquellos que amamos la danza, su formación como bailarín clásico que incurrió en la danza contemporánea es una mezcla que aporta elementos frescos a sus coreografías, varias de ellas premiadas y reconocidas por la crítica y el público. Mas, hasta el propio Sol tiene manchas.
Con las expectativas a niveles astronómicos asistimos al estreno de El libro de la selva reimaginado buscando una interpretación del conocido libro de Rudyard Kipling desde la óptica de un bailarín; en su lugar nos encontramos un espectáculo cuidado, creativo, de gran despliegue técnico, pero vacío de danza.
Un amigo a quien tuve el honor de introducir en el mundo del ballet me dijo: "Al principio -refiriéndose al momento en que comenzó a ver danza conmigo- me faltaba la palabra; ahora, cuando está, me sobra". Con marcada ausencia del arte de bailar la coreografía de Khan reinventa el famoso cuento llenándolo de elementos actuales y mensajes ecologistas.
En un mundo más próximo que lejano, una familia se resquebraja al escapar de su tierra natal, devastada por el impacto del cambio climático. Al llegar sin acompañantes a una ciudad moderna y desierta, con animales salvajes que hacen las calles suyas, Mowgli descubre aliados inesperados en esta extraña jungla. Usando una composición musical original, diez bailarines y unos efectos visuales acertados, esta versión de El libro de la selva es una pieza narrativa que cautiva y transmite la necesidad intrínseca de pertenecer a un grupo, alertándonos sobre la importancia de conectar con nuestro mundo natural y respetarlo. Pero me repito, no es danza.
Si bien los integrantes de la Akram Khan Company muestran sobradas condiciones físicas para el despliegue de complicadas posturas que exigen la máxima plasticidad, el empeño de explicar con parlamentos, y en cada segundo, la trama perfectamente entendible desvirtúa lo que pudo ser otra obra maestra. La danza no necesita de la palabra para transmitir un mensaje, ni enamorar al espectador… más bien le sobra.