Vuelve Madrid en Danza con una programación que busca el espíritu cosmopolita y abierto de otros festivales internacionales. Sin olvidar ninguna disciplina, esta edición potencia la “línea abierta de la innovación”, según palabras de su directora artística, la bailarina Aída Gómez. Grandes nombres de la creación actual se dan cita estas próximas semanas en los Teatros del Canal, como Wayne McGregor (días 6 y 7) o Angelin Preljocaj (20 y 21); también compañías como el Scappino Ballet Rotterdam (10 y 11), la agrupación joven de la Batsheva Dance Company (13 y 14) o la ImPerfect Dancers Company (26), además de algunos de los creadores españoles más representativos: en el Canal podrá verse a Titoyaya Dansa (8), Patricia Guerrero (15), Manuel Reyes (17), Sara Calero (18), Dani Pannullo (22) y, en la Sala Cuarta Pared, a Metamorphosis Dance Company (día 28). Fuera de la capital estarán Cristian Lozano (El Escorial, 7), La Venidera (Cardenal Gonzaga - Sierra Norte, el 20) y Sara Cano (Palomeras Bajas, el 21).
El festival se clausura con la Gala Europa 2019, nuevos bailarines, nuevos coreógrafos y tiene además un excelente invitado para su inauguración: el coreógrafo italiano Jacopo Godani (La Spezia, 1972), que vuelve con la Dresden Frankfurt Dance Company que dirige desde 2015. “Tenemos muy buen público en España. Estoy contentísimo”, dice Godani a El Cultural. Formado en danza clásica y contemporánea bajo la tutela de Loredana Rovagna, también estudió Artes Plásticas y Visuales en Carrara antes de ingresar en la célebre escuela Mudra que dirigía Maurice Béjart en Bruselas. Con una sólida trayectoria artística desde 1991 y con compañía propia en la capital belga, Godani trabajó bajo el ala de William Forsythe en el Ballet de Frankfurt, lo que propició que tomara el relevo de la Dresden Frankfurt cuando su fundador, el propio Forsythe, abandonó el proyecto. Hoy, las obras de Godani están en el repertorio de compañías como el Royal Ballet de Londres, el Neederlands Dans Theater, el Royal Danish Ballet, el Ballet de Flandes, el Ballet Nacional de Holanda y la Compañía Nacional de Danza de España.
De la teoría a la emoción
La Dresden Frankfurt Dance Company ha cambiado ligeramente su elenco desde su última visita a Madrid. “Los bailarines van y vienen, en esta profesión la gente no se queda quieta y menos aún ahora con las redes sociales; los jóvenes ven cosas y les atrae todo; en nuestra época sólo sabíamos lo que hacíamos nosotros”, dice riéndose. Sobre todo, añade, “ha cambiado la forma de abordar el trabajo en la compañía. El entrenamiento de los bailarines se ha vuelto mucho más intelectual. Lo que intento ahora es desbloquear algo en el cerebro del bailarín para que pueda tener acceso a su pleno potencial en el manejo del cuerpo”. Explica también cómo se esfuerzan “en razonar e intelectualizar las cosas para poder desarrollarlas”, y lo que presentan en escena es sencillamente la aplicación técnica, artística y creativa de los que han buscado en el estudio. “Son teorías sofisticadas muy interesantes que luego transformamos en algo emocionante para el público”. Así se forjó Ultimatum, que presenta en Madrid. “Su universo estético es bastante raro porque he buscado imágenes y figuras deshumanizadas para poder desarrollar un nuevo concepto físico. ¿Cómo podríamos convertirnos en criaturas más desarrolladas que nosotros…?”, añade.
Los bailarines de la Dresden Frankfurt Dance Company se sumergen con tacones en las suites de Bach
Ultimatum consta de tres partes hiladas a partir de unos personajes que, con mayor o menor relevancia en cada sección, están presentes a lo largo del ballet. La primera –The Small Infinite– presenta “un universo congelado”, explica Godani, que la desarrolla en forma de cuarteto para dos hombres y dos mujeres apoyándose en las Suites para violonchelo de Bach y paisaje sonoro de Müller y Rösset. La segunda parte –Ultimatum Part II– brota de un ambiente musical similar y muestra criaturas sin piel –“lo que nos permite apreciar el interior de sus cuerpos”– sobre tacones y patas de plástico que participan en una danza en el suelo al unísono. “Es como abrir la ventana a un mundo de criaturas monstruosas que se van transformando en seres más delicados y sofisticados. Es una bestialidad. Creo que es mi parte favorita… ¡pero la tercera también es mi parte favorita!”, añade entre risas.
La última sección –Unit in Reaction– emplea grupos grandes de bailarines y ofrece un ambicioso trabajo escenográfico: “No hay nada superfluo en escena, pero de pronto todo se transforma y se convierte en otro escenario”. Jacopo Godani confiesa que su obsesión es que lo que muestren sea inteligente y sofisticado. “Pero trabajo mucho para que se entienda claramente. Así evito que haya malinterpretaciones”. De ahí que suela ser también responsable de la escenografía, el vestuario y la iluminación en sus obras: “El tipo de consciencia que adquieres cuando deseas estar seguro de que el público te entienda, te hace que manejes ciertas herramientas muy importantes en el mundo del espectáculo”, dice. “Hay veces que ves una obra y no sabes si es la manera de proponerlo el intérprete o si es del creador quien lo quiere de esa modo. Con nosotros no es cuestionable”.
Sorprendido de que haya quienes piensen que la danza ya no interesa, Godani afirma que “la pasión con la que el público responde a un buen montaje no sucede con otros espectáculos”. Lamenta la percepción elitista que se tiene de ella en la actualidad: “Uno de nuestros principales problemas es que se forma a un profesorado que no ha llegado a dominar la danza realmente, y hay que poder transmitirla con cierto nivel de experiencia personal”. “La danza –añade– podría desarrollarse más en las escuelas. Cuando has tenido una formación como bailarín eres capaz de hacer todo de una manera mucho más eficaz por la disciplina que te da su autoinstrucción. Un bailarín se recicla y puede hacer cualquier cosa”.